"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO
DEL T.O. – CICLO B
Las lecturas que nos
presenta la liturgia para hoy (Is 50,5-9a; Sal 114; St 2,14-18; y Mc 8,27-35)
son tan ricas en simbolismo y doctrina, que resulta difícil escoger uno o dos
versículos para reflexionar en estas cortas líneas.
El evangelio nos presenta el pasaje de la profesión de fe de Pedro. Luego
de realizar una “encuesta” entre sus discípulos sobre quién decía la gente que
Él era, Pedro, iluminado por el Espíritu Santo, exclamó: “Tú eres el Mesías”. A
esa profesión de fe le sigue el pedido de Jesús a sus discípulos de guardar
silencio al respecto. Pero como no hay profesión de fe sin prueba (1 Pe 1,7),
Jesús no pierde tiempo en anunciar el camino que le espera: “El Hijo del hombre
tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. En esta
expresión de Jesús no hay insinuaciones, ni simbolismos; es la verdad cruda y
tajante de lo que le espera. Los cuatro verbos que utiliza son inequívocos:
“padecer”, “ser condenado”, “ser ejecutado”, y “resucitar”.
Pedro, contento de haber recibido el don de la fe que le permitió confesar
el mesianismo de Jesús, se escandalizó y comenzó a increparlo. Su naturaleza
humana le impedía aquilatar el valor salvífico del camino de la pasión que
Jesús tenía que caminar. Por eso Jesús le reprende, utilizando las mismas
palabras que usó para reprender a Satanás cuando le tentó en el desierto (Mt
4,10): “¡Quítate de mi vista, Satanás!”. Pedro se había quedado en el “gozo” de
la fe, pero no había podido concretizarla; no había alcanzado a leer la “letra
chica” que Jesús no tarda en señalarle: “El que quiera venirse conmigo, que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera
salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio
la salvará”. De nuevo los adjetivos inequívocos: “negarse” a sí mismo, y
“cargar” con la Cruz.
Jesús nos invita a seguirle, pero ese seguimiento no puede ser a medias,
tiene que ser radical; Jesús no admite términos medios ni tibiezas. “Nadie que
pone su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el Reino de Dios” (Lc
9,62). “Ojalá fueras frío o caliente. Pero como eres tibio, y no frío ni
caliente voy a vomitarte de mi boca” (Ap 15b-16).
Como nos dice la segunda lectura de hoy, la fe sin obras, por si sola está
muerta. En otras palabras, “no basta con creer en Jesús, hay que creerle a
Jesús”. Y cuando creemos en su Palabra salvífica, cualquier sufrimiento,
tribulación, prueba, que podamos experimentar cobra un nuevo significado, nos
permite participar de la obra salvadora de Jesús. A eso se refiere Pablo cuando
dice: “Completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24).
Nadie ha dicho que esto es fácil; pero el premio que nos espera vale la pena (1 Co 9,24-25; 1 Pe 5,4). Esa promesa es la que nos permite estar alegres en la enfermedad y en la tribulación. Que pasen un hermoso día. No olviden visitar la Casa del Padre; Él les espera…
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