"Ventana abierta"
La Buena Semilla
El Señor liberta a los cautivos.
Salmo 146: 7
Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez
sujetos al yugo de esclavitud.
Gálatas 5: 1
La verdadera libertad
“¡La libertad no tiene precio! ”. Esta
afirmación, repetida muy a menudo, muestra el deseo del hombre de liberarse de
toda obligación. ¡Algunos gobiernos pagan un precio muy alto para liberar a sus
compatriotas que han sido tomados como prisioneros o rehenes! Pero incluso esas
personas liberadas permanecen sujetas a lo que son naturalmente, como todos los
hombres. Si no tienen relación con Dios, siguen siendo esclavas del diablo, a
quien el primer hombre obedeció.
La libertad que Dios nos ofrece es una
verdadera liberación interior, completa. Ese tema es el corazón mismo del
Evangelio y de la fe cristiana. En efecto, por sus propios esfuerzos, nadie puede
escapar a la esclavitud del pecado ni pagar el precio por su liberación: “No se
logrará jamás” (Salmo 49: 8). Pero Jesús lo hizo en nuestro lugar. Nuestra
libertad fue pagada al precio más elevado que pueda existir: ¡la vida del Hijo
de Dios! “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado… Si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8: 34, 36).
El que cree en el Hijo de Dios cambia de vida y
de dueño. Jesús es su libertador. Él lo libera de toda forma de “libertad
desenfrenada”, la cual es pecado a los ojos de Dios. ¡Cuántos esclavos de todo
tipo de adicciones han sido sanados por Jesús! Todo cristiano es invitado a
vivir “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8: 21). Ella
encuentra su plenitud cuando el creyente busca la voluntad de Dios y es feliz
cumpliéndola. Dios nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado
al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados“ (Colosenses 1: 9-13).
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