"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de
vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo.
Hebreos 3: 12
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y
renueva un espíritu recto dentro de mí.
Salmo 51: 10
Joás
2 Crónicas 23-24
Ante la cruel Atalía, que quería usurpar el
poder, Joás, el hijo del rey Ocozías, escapó a la muerte gracias a la
intervención de su tía. Estuvo escondido durante 6 años, y empezó a reinar a
los 7, con la ayuda de su tío. Mientras este fue su tutor, el reinado de Joás
fue bueno: los ídolos fueron quitados y se trabajó en la restauración de la
casa de Dios. El celo del rey conquistó al pueblo, quien contribuyó con su
dinero y su trabajo a la consolidación de este edificio, en el cual se pudo
realizar nuevamente el culto al verdadero Dios.
Sin embargo, poco después de la muerte de su
tío, la actitud de Joás cambió notablemente, pues escuchó a los jefes del
pueblo que lo indujeron a volver a la idolatría. Dios le envió profetas para
traerlo al buen camino, pero Joás persistió en su actitud. Incluso mató a
Zacarías, un hijo del tío que se había ocupado de él, porque Zacarías le
reprochó sus extravíos.
¡Qué desenlace fatal! De hecho, la muerte de su
tío reveló la calidad de la “fe” de Joás. En realidad, solo era un barniz
religioso. Entonces mostró su verdadera cara: la de una persona capaz de
comportarse como un criminal frente a los que lo exhortaban de parte de Dios.
Necesitamos tener una fe personal, una relación
viva con Dios, y no una cultura cristiana. Si en nuestra infancia descansamos
en la fe de nuestros padres, un día tendremos que creer por nosotros mismos.
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