"Ventana abierta"
Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein
(1891-1942) monja, Carmelita Descalza, mártir
"Nos inclinamos profundamente ante el
testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel
e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una
personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo.
La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún
hoy...; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un
corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en
Dios". Estas palabras fueron pronunciadas por el Papa Juan Pablo II con
ocasión de la beatificación de Edith Stein en Colonia, el 1 de mayo de 1987.
¿Quién fue esta mujer?
Cuando Edith Stein, la última de once hermanos,
nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur,
la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. "Esto hizo, más que
ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija
más pequeña". Precisamente esta fecha de su nacimiento fue para la
carmelita casi un vaticinio.
El padre, comerciante de maderas, murió cuando
Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa,
solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse
sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la
gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva.
Edith perdió la fe en Dios. "Con plena conciencia y por libre elección
dejé de rezar".
Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y
comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más
para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su
verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la
mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para
el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y
joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este
asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".
En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a
Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien
llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por
aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de
verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como
percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje
hacia lo concreto. "Retorno al objetivismo". Sin que él lo
pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos
a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo
Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo
esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro
y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante,
no comenzó el periodo de formación profesional.
Al estallar la primera guerra mundial escribía:
"ahora ya no tengo una vida propia". Siguió un curso de enfermería y
prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para
ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba
servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al
cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia,
donde obtuvo el doctorado "summa cum laude" con una tesis "Sobre
el problema de la empatía ".
Por aquel tiempo le ocurrió un hecho
importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la
cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. "Esto fue para mí algo
completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he
frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona
entró en la iglesia desierta, come si fuera a conversar en la intimidad. No he
podido olvidar lo ocurrido". En las últimas páginas de su tesis de
doctorado escribió: "ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de
su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina". ¿Cómo llegó
a esta afirmación?
Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf
Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith
va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía
cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.
Con gran sorpresa encontró una creyente.
"Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que
transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi
irreligiosidad y brilló Cristo". Más tarde escribirá: "lo que no
estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción
profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi
vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la
Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios,
presenta una coherencia perfectamente ensamblada".
En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad
de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La
primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en
1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado
que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente:
"Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de
influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio
holocausto".
Edith Stein deseaba obtener la habilitación
para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una
mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: "Si la
carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar
encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación".
Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen
judío.
Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos
en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo
Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio
de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente
leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.
En el verano de 1921 fue durante unas semanas a
Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una
discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al
Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa
de Ávila. La leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije:
esta es la verdad".
Considerando retrospectivamente su vida,
escribía más tarde: "mi anhelo por la verdad era ya una oración".
En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el
día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham.
Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de
Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi
religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a
Dios". Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino
de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la
Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento,
fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada.
Después de su conversión, lo primero que hizo
fue volver a Breslau. "Mamá, soy católica". Las dos lloraron. Hedwig
Conrad-Martius escribió: "mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay
engaño" (cf. Jn 1, 47).
Inmediatamente después de su conversión, Edith
Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el
Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso.
Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y
seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta
Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de
Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos.
"Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después
de mi conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a
todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios.
Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de
nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno
atraído por Dios, más debe "salir de sí mismo", en el sentido de
dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir". Su
programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período
precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con
la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir
también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible "practicar la
ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a
comenzar una serie de obras científicas". Encuentra siempre las fuerzas necesarias
para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para
pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico.
En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta
de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo.
Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de
Tomás de Aquino: "Potencia y acción". Más tarde hará de este ensayo
una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento
de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su
vida.
En 1932 se le asigna una cátedra en una institución
católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la
posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de
unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda
su vida sólo quiso ser "instrumento de Dios". "Quien viene a mí,
deseo conducirlo a Él ".
En 1933 la noche se cierne sobre Alemania.
"Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos.
Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su
pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el
mío". El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo
imposible que continuara su actividad docente. "Si aquí no puedo
continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había
convertido en una extranjera en el mundo".
El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le
impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en
Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se
presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia.
"Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana.
Mi deseo es participar en ella".
Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse
de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su
casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los
tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil
para las dos mujeres. "¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No
quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha
hecho Dios? " . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren
para Colonia. "No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado
tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la
voluntad de Dios". Cada semana escribirá después una carta a su madre. No
recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.
El 14 de octubre Edith Stein entra en el
monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la
ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde
aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.
Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el
destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba
que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en
nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que
significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente
nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto". El 21
de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el
momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. "Hasta el último
momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su
firme confianza en su Dios... fue lo último que permaneció vivo en su agonía,
confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel
abogada, para que también yo pueda llegar a la meta".
En el recordatorio de su profesión perpetua, el
21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que
dedicará su última obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio ".
La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida.
"Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen
aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a
Dios". Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.
"Pienso continuamente en la reina Ester,
que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y
débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y
misericordioso. Esto es un gran consuelo" (31.10.1938).
El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto
ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las
sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de
las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor
Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera
de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en
Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.
"Ya desde ahora acepto con gozo, en
completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya
destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor
sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para
la salvación de Alemania y la paz del mundo...".
Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a
Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas.
Allí había escrito, entre otras cosas, De
la vida de una familia judía. "Deseo
narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". Ante "la
juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los
judíos..., nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el
deber de dar testimonio".
En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su
ensayo sobre Juan de la Cruz,
el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de
su nacimiento, 1542-1942. En
1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la
ciencia de la cruz) solamente
puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba
convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te
saludo, Cruz, única esperanza nuestra)". Su estudio sobre San Juan de la
Cruz lleva como subtítulo: "La ciencia de la Cruz".
El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith
Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe
presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia
Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de
Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos, por
nuestro pueblo".
Junto con otros muchos judíos convertidos
al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de
Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los
obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de
los judíos. "Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a
ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir
así... cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye
ciertamente sus lamentos". El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más
tarde: "para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de
la presencia de Dios".
Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición
de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz,
junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de
gas de Auschwitz.
Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de
1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice
Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los
nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado,
Jesucristo, y, como judía, a su pueblo".
https://www.vatican.va
BEATA TERESA BENEDICTA
DE LA CRUZ
(EDITH STEIN)
http://carmelnet.org
Su vida
Nació en Breslavia -hoy Wroclaw- capital de la
Silesia, una región de Alemania que pasó a Polonia después de la Segunda guerra
mundial, el 12.10.1891.
Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al
comercio, eran judíos. Edith fue la última de once hijos. Su padre murió el
1893 y su madre hubo de cargar con la dirección de la serrería y la educación
de sus hijos.
La pequeña Edith escribió de sí misma que ella
de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete
años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo.
En 1913 ingresó en la universidad de Gottingen
y se dedicó al estudio de la fenomenología. Aquelío era su vida: sus libros,
sus compañeros, y, sobre todo, el célebre profesor E. Husserl. Durante este
tiempo llega a un ateísmo casi total.
Estalla en 1914 la primera Guerra Mundial y
Edith trabaja como enfermera en un hospital de cuatro mil camas. A esta obra se
entrega de lleno.
El estudio de fenomenología hecho con seriedad
le lleva al conocimiento profundo de la Iglesia católica y se bautiza el
1.1.1922. El Dios o el Absoluto llena toda su alma: "Cristo se elevó
radiante ante mi mirada; Cristo en el misterio de la Cruz'. Su encuentro
definitivo fue en 1921 leyendo la Autobiografía de Santa Teresa.
Al ser bautizada el 1.1.1922 recibió el nombre
de Teresa Edwig.
A sus 42 años, el 15.4.1934, fiesta del Buen
Pastor, viste el hábito carmelita en el convento de Colonia.
Su familia rompe con ella. El 21.4.1935,
domingo de Pascua de Resurrección, emite sus votos religiosos y tres años
después, aquel mismo día, sus votos perpetuos. Su vida será ya una
"Cruz" convertida en "Pascua".
Pronto se enrarece la atmósfera en Alemania.
Los nazis odian al puebo judío. Ella presagia la suerte que le espera. Quieren
salvarla haciendo que huya a Holanda. El 22.8.1942 miembros de las SS se
presentan en el convento y apresan a Sor Bendicta y a Su hermana Rosa.
Después de varios tormentos, el 9.8.1942, en el
horno de gas del "infierno de Auschwitz", moría la mártir de la Cruz,
Sor Bendicta.
Fue beatificada el 1.5.1987 en Colonia. Su
fiesta se celebra el 9 de agosto.
Su espiritualidad
Además de en su vida-siempre auténtica y
generosa, tanto cuando era creyente y practicante judía como cuando se alejó de
la fe, y, sobre todo, cuando se convirtió después y abrazó la vida del Carmelo-
su espiritualidad se manifiesta, sobre todo, en sus maravillosos y profundos
escritos. Estos son los principales: Ser infinito y eterno; La ciencia de la
Cruz; Caminos para el conocimiento de Dios; Teresa de Jesús; El Misterio de
Navidad; Las Bodas del cordero; La oración de la Iglesia; Ave Crux... Todas
ellas arrancan del primer encuentro que tuvo con Cristo.
Amó muchísimo al Carmelo y a la Madre del
Carmelo. Escribió sobre su vocación cosas preciosas...
Alguien ha escrito de la misión de Edith Stein:
"Su figura, su oración y su trabajo, su
silencio y su pasión, su postrera marcha hacia el oriente, no desaparecerán
fácilmente de la memoria de las generaciones venideras, irradiando siempre
espíritu de fortaleza y despertando anhelos por ahondar en la fe, en la
esperanza y en el amor".
Su mensaje
Que procuremos vivir con intensidad la
sinceridad y honradez.
Que estemos dispuestos a oír la voz del Señor
aunque haga cambiar nuestra vida.
Que nos enamoremos de la cruz como medio de
salvación.
Que seamos fieles hasta el final aunque sea con
el martirio.
Su oración
Señor, Dios de nuestros padres en la fe,
infúndenos copiosamente la ciencia de la cruz, con la que enriqueciste de modo
admirable a la Beata Teresa Benedicta en la hora del martirio; concédenos, por
su intercesión, buscarte sin descanso a ti que eres la suma de la Verdad, y
mantener con lealtad hasta la muerte la alianza eterna de amor, sellada con la
sangre de tu Hijo para la salvación de todos los hombres. Amén.
From Los Santos
Carmelitas by P. Rafael María López-Melús
Edith Stein
Mauricio Fomini
La vida como pasión
Nuestro tiempo, definido por muchos “débil”, parece despojar al hombre de todo deseo profundo, del gusto de comprometerse para una razón más alta, para la pasión por la verdad. Decía Juan Pablo II, en la homilía del 11 de octubre de 1998, pronunciada con ocasión de la canonización de Edith Stein, compatrona de Europa:
“En nuestro tiempo, la verdad viene confundida frecuentemente con la opinión de la mayoría. Además, es convicción difundida que uno deba servirse de la verdad también contra el amor o viceversa. Pero la verdad y el amor tienen necesidad el uno del otro”.
Casi para querer
contradecir esta mentalidad dominante, la figura de Edith Stein ha sido un
admirable connubio entre verdad y amor. Su vida es una invitación a encontrar
los motivos fuertes, que dan a la existencia el sentido y los destinos últimos.
Edith Stein está vinculada de
modo particular al Limburgo holandés, y ha dejado un signo indeleble en la
pequeña ciudad de Echt: el convento carmelita de esta ciudad ha sido el lugar
donde Edith ha trascurrido los últimos años de su vida, desde el 1 de enero de
1938 hasta el 2 de agosto de 1942, antes de su deportación a Auschwitz.
En busca de la verdad
Edith nace en Breslavia, que
hoy pertenece a Polonia, el 12 de octubre de 1891, de una familia hebrea. A los
14 años atraviesa una primera crisis de crecimiento: rompe con la religiosidad
beata y árida de su familia. Abandona la escuela y el estudio para la búsqueda
de algo nuevo. Se traslada a Hamburgo, donde viene seducida por la fascinación
de la idea nihilista de la muerte de Dios, proclamada por Nietzsche al
principio del siglo. Se abre el período de su ateísmo. Dirá, refiriéndose a
esto: “Plenamente consciente de lo que hacía y con libre decisión, dejé de
rezar”.
Después de algunos meses,
reanudará los estudios, pero no volverá a encontrar la fe perdida. Estudia y
lee mucho. Una vez en la universidad, entra en la escuela filosófica de E.
Husserl, padre de la fenomenología, brillando por su inteligencia y agudeza
crítica.
La primacía del ser
La filosofía, sin embargo,
además de sus méritos, le muestra también todos sus límites en la contestación
a las preguntas que la tienen ocupada ya desde hace tiempo: “¿Cómo planeo mi
vida? ¿Dónde encuentro a Dios?”. Estos interrogantes ya no admiten reenvíos o
ulteriores especulaciones.
La respuesta que se le aparece con indudable certeza exige el paso del ámbito del conocimiento al de la existencia. En efecto, lo que la conduce a una fe madura son encuentros con personas concretas. Por ejemplo, el comportamiento de la viuda de Adolf Reinach –filosofo amigo suyo, precozmente desaparecido–, frente a la muerte del marido. Imaginaba hallar a una joven mujer anonadada por el dolor y la desesperación. En cambio, se encuentra ante el rostro, aunque marcado por el sufrimiento, con los rasgos luminosos y fuertes de quien posee la fe. Edith sabe leer más allá del fenómeno y capta la razón última que lo trasciende y lo explica. Dirá de aquella experiencia:
“Fue mi primer encuentro con la Cruz, mi primera experiencia de la fuerza divina que emana de la Cruz, y se comunica a quienes la abrazan”.
Este proceso de descubrimiento de la fe, como relación personal, culmina con la lectura totalmente casual de la vida de santa Teresa de Ávila. Aquí, como escribe ella misma, “se concluyó la larga búsqueda de la verdadera fe”. En Teresa de Ávila ve conjugados de manera admirable verdad y amor, y desde entonces su lema será:
“No aceptar nada como verdad que esté privado de amor. No aceptar nada como amor que esté privado de verdad. El uno sin el otro se vuelve una mentira destructiva”.
Pide el bautismo y el ingreso en la Iglesia católica.
Se siente atraída por la vida
contemplativa, pero, antes de entrar en el Carmelo tendrá que esperar más de
diez años, en el curso de los cuales desarrolla una intensa actividad de
profesora, docente y conferenciante, revelando toda su pasión por el hombre y
su historia.
La encienden los debates y las
luchas por la emancipación femenina. Pero, muy pronto, descubrirá un
fundamental error de enfoque en aquellas ciertamente generosas batallas. Las
mujeres, ansiosas de liberarse de la prisión de los muros domésticos,
reivindicaban la igualdad completa con el hombre, descuidando así el punto más
importante: el de las características esenciales de la mujer, de las dotes y
cualidades específicas femeninas.
El “genio femenino” del que
habla Edith Stein está en el orden del amor. La mujer no puede encontrarse a sí
misma, sino en el acoger el amor y donarlo a los demás. Es en el orden del amor
donde viene medida su dignidad. Desde el punto de vista existencial, la forma
de este amor se traduce en acogida, en disponibilidad y gratuidad en la
relación interpersonal: es estar atentos al otro por lo que es. La mujer, si
vive hasta el fondo la propia vocación, es portadora de una ontología ejemplar
de la relación del hombre con Dios. Ella testimonia la primacía de la persona,
la importancia del ser sobre el tener, sobre el parecer, sobre el hacer.
En 1933, Edith, a la edad de 42 años, entra en el Carmelo de Colonia. Pero, este paso no significó, como erróneamente se podría entender, una huida del mundo.
“Creo -dice Edith- que cuanto más uno está atraído hacia la intimidad con Dios, tanto más debe también salir de sí, ir hacia el mundo, para llevar en él la vida de Dios”.
Se hace el modelo de
la perfecta coherencia entre fe y conducta de vida. Para ella, es la primacía
del ser la que va restablecida y afirmada: “Las personas en el mundo no tienen
necesidad tan solo de lo que tenemos, necesitan de lo que somos”.
El martirio
El itinerario de vida de Edith
Stein está íntimamente unido a la pasión que el pueblo hebreo vive, durante la
Segunda Guerra Mundial. Es la cruz de Cristo, dirá, que ahora “viene puesta
sobre las espaldas del pueblo hebreo” y “todos los que han comprendido esto
tendrían que estar listos para tomarla sobre las propias espaldas en nombre de
todos. Yo quería hacerlo, Él debía solo indicarme el modo de esto”.
Para esquivar las leyes
raciales en Alemania, se traslada de Colonia al Carmelo de Echt, en los Países
Bajos. Pero, la persecución embiste también a este país. También los hebreos
bautizados vienen perseguidos. Es entonces cuando Edith Stein rechaza
refugiarse en Suiza, como anteriormente, en el período de su enseñanza en
Alemania, había rechazado emigrar por la propia seguridad en la América
meridional. En cambio, se presenta al martirio junto con su amada hermana Rosa,
refugiada también ella en el Carmelo de Echt. Al dejar el monasterio, Edith
lleva de la mano a la hermana y dice solamente: “Ven, vamos por nuestro
pueblo”.
El 9 de agosto de 1942 muere
en las cámaras de gas de Auschwitz.
Teresa, la bendita de la Cruz.
Este es el nombre de aquella
mujer que ha empezado su camino espiritual con la convicción de que no existe
absolutamente ningún Dios, y ha terminado su vida llevando la cruz de aquel
Dios rechazado.
Buscó para encontrar; luchó para ganar; murió para vivir.
Mauricio Fomini
Las citas están
tomadas de E. Stein, Storia di una famiglia ebrea. Lineamenti
autobiografici: l’infanzia e gli anni giovanili, I-II, Edizioni Martello
Libreria, Milano 1997.
(Traducido del
italiano por Luigi Moretti)
24/03/2021
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