"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
LUNES DE LA UNDÉCIMA SEMANA DEL T.O. (1)
14 - Junio - 2021
Las lecturas que nos
ofrece la liturgia hoy constituyen una guía, un mapa, para los que aceptamos el
llamado a la santidad que nos hace Jesús. Cuando escuchamos y aceptamos el
“Sígueme” que Jesús nos propone, reconocemos que estamos llamados a la
santidad, porque Él es santo. La santidad es la plenitud de nuestra felicidad,
y la única forma de alcanzar esa plenitud es obrar bien.
La primera lectura, tomada de la segunda carta del apóstol san Pablo a los
Corintios (6,1-10) nos proporciona un “código de conducta” para alcanzar esa
plenitud que va más allá del mero cumplimiento de unos preceptos. Se trata de una
nueva actitud hacia Dios, nuestro prójimo, y nosotros mismos; una nueva forma
de ver la vida misma a través de la óptica del amor. Es entregarnos a la
voluntad de Dios y vivir de conformidad. Por eso Pablo comienza exhortándonos a
“no echar en saco roto la gracia de Dios” y a “no poner en ridículo nuestro
ministerio”, ni a dar “a nadie motivo de escándalo”.
Siempre que leo este pasaje me recuerda esa pegatina que lee: “¿Crees en
Cristo?; ¡Que se te note!” Nuestro mejor método de evangelización, nuestra
mejor predicación, es nuestra conducta, que hace que todos los que se
relacionan con nosotros noten que hay “algo” diferente en nosotros, algo que
les atrae, algo que les lleva a decir “yo quiero de eso”. Eso incluye a nuestra
familia, nuestros vecinos, nuestros trabajos, nuestras escuelas, nuestras
organizaciones cívicas, nuestra comunidad de fe.
Esta primera lectura es tan rica en contenido que a no ser por las
limitaciones de espacio, la transcribiríamos íntegramente. Les exhorto a
leerla; es una verdadera joya.
En la lectura evangélica (Mt 5,38-42), Jesús continúa su catequesis sobre
la nueva interpretación de la Ley basada en el Amor. “Habéis oído que se dijo:
‘Ojo por ojo, diente por diente’. Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al
que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha,
preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale
también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a
quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”.
¡Uf, qué difícil nos lo plantea Jesús! Difícil cuando lo vemos desde la
perspectiva del mundo secular que nos llama a “dar a cada cual según se
merece”, al éxito, al confort, a acumular posesiones, al egoísmo; la cultura
del “yo”. Pero para el que ha tenido un encuentro personal con Jesús y ha
conocido su Amor, esa exhortación de parte de Jesús resulta fácil, y hasta
lógica.
Cuando Dios se convierte en el centro de nuestras vidas, todo adquiere un
nuevo significado al punto que todo lo demás lo estimamos “basura” (Cfr. Fil 8,8).
Y tú, ¿has tenido un encuentro personal con Jesús? Él te ha llamado por tu nombre y tan solo está esperando tu respuesta. Anda, ábrele la puerta. Y cuando te diga: “Sígueme”, no lo pienses; ¡síguelo! Créeme, no te arrepentirás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario