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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

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Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

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Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

jueves, 13 de mayo de 2021

Fátima y los niños. LAS APARICIONES DEL ÁNGEL. (Para niños) Jueves, 13 - Mayo - 2021

 "Ventana abierta"

Fátima y los niños

LAS APARICIONES DEL ÁNGEL

Los tres pastorcillos fueron preparados al encuentro con la Virgen por un espléndido Ángel que se presentó ante ellos como el Ángel de la Paz, el Ángel de Portugal. Tres veces se les apareció y habló con ellos. 

Primera aparición del Ángel

Era el año 1915 cuando un día, al ocaso, mientras los tres niños estaban jugando, sintieron una ráfaga de viento repentina y vieron que se acercaba una luz màs blanca que la nieve, en forma de un joven bellísimo que los tranquilizó diciéndoles: «No temáis: soy el Ángel de la paz; rezad conmigo». Y arrodillándose con el rostro hasta el suelo repitió tres veces esta oración, que los niños, también ellos postrados en el suelo, rezaron con él: «Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Pido perdón por todos lo que no creen, no adoran, no esperan y no os aman». Después se levantó y dijo: «Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María acogen sus súplicas». Y desapareció.

Las palabras del Ángel se imprimieron en la mente de los pastorcillos en manera tan profunda que desde ese momento en adelante se ponían a menudo en esa incómoda posición por largo tiempo, y repetían aquella oración hasta caerse de cansancio. 

Segunda aparición del Ángel

Pasaron algunos meses y, después del primer entusiasmo, los niños volvieron a los viejos juegos. En pleno verano, entre Julio y Agosto del año 1916, mientras estaban jugando alrededor del pozo, en el huerto de Lucía, vieron de repente el mismo Ángel cerca de ellos, que les recordó de rezar y de hacer penitencia: «¿Qué estáis haciendo? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre ustedes planes de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios».

«¿Cómo nos tenemos que sacrificar?» preguntó Lucía. «De todo lo que podáis ofreced sacrificios al Señor en acto de reparación por los pecados con los cuales es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed de este modo la paz sobre su patria. Yo soy su Ángel de la Guarda, el Ángel de Portugal. Sobretodo aceptad y soportad con sumisión los sufrimientos que el Señor os mandará».

Antes de desaparecer el Ángel aclaró mejor su invitación a la penitencia y a los sacrificios: «Los sacrificios de los niños son muy queridos al Señor: son potentes para la conversión de los malos.

«Estas palabras - escribió después Lucía - se imprimieron en nuestro espíritu como una luz que nos hacía comprender quién era Dios, cuánto nos amaba y cuánto quería ser amado, el valor del sacrificio, hasta qué punto este le agradaba y cómo, a través de eso, Él convierte a los pecadores. Es por esto que, a partir de ese momento, comenzamos a ofrecerle a Dios todo lo que nos mortificaba, sin embargo sin afanarnos en buscar otras penitencias o sacrificios, excepto el de pasar horas y horas postrados en el suelo repitiendo la oración del Ángel». 

Tercera aparición del Ángel


Pasaron todavía algunos meses. Era ya el otoño de 1916; un día los niños acababan de rezar el Rosario y, de rodillas, con la frente en el suelo, repetían la oración del Ángel: «¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo! Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman».

De repente fueron envueltos por una luz resplandeciente y vieron al Ángel con un Cáliz en la mano, y arriba una Hostia de la cual caían en el Cáliz gotas de sangre. Dejando el Cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, el Ángel se arrodilló cerca de los tres niños y los hizo repetir tres veces esta oración: «Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los Tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencia con los cuales Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores».

Después se levantó y tomó la Hostia y se la dio a Lucía, mientras que a Francisco y Jacinta dio de beber el contenido del Cáliz diciendo: «Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad el delito de ellos y consolad a vuestro Dios». Arrodillándose de nuevo con el rostro en el suelo el Ángel repitió todavía tres veces la misma oración junto con los niños, y después desapareció.

Los tres pastorcillos se quedaron postrados para repetir la oración que el Ángel les había apenas enseñado, hasta cuando Francisco se dio cuenta de que se había hecho ya de noche y que era hora de regresar a la casa.

*  *  *

Llegados a este punto, ustedes niños, se preguntarán: 
Pero, ¿quiénes son los Ángeles? - ¿Tienen un cuerpo como nosotros? - ¿Qué significado tienen las oraciones del Ángel?

Los Ángeles son seres espirituales, es decir sin cuerpo, que están siempre delante de Dios en el Cielo, en una dimensión espiritual, y lo aman, lo sirven, lo glorifican. Son una centella del gran fuego de Luz y de Amor que es Dios mismo. Son bellísimos en el esplendor, y forman la alegría de Dios que les comunica Su bondad, Su belleza y Su potencia.

Ellos aman tanto al buen Dios, y también a nosotros los hombres que nos consideran como hermanos. Sabemos que cada hombre, desde el momento en que comienza a vivir, es confiado a un Ángel, que está cerca de él hasta cuando muere. Este Ángel es el Ángel de la Guarda, que tiene la tarea de protegernos del mal, de iluminarnos con su consejo, de enseñarnos a amar a Dios, de guiarnos hacia el Cielo, nuestra patria común. Allí conoceremos a nuestro Ángel y entenderemos cuánto bien él nos ha hecho en la tierra; le agradeceremos y juntos alabaremos a Dios, nuestro Padre común.

A menudo Dios manda a los Ángeles a la tierra para misiones especiales. Ellos manifiestan su presencia con la luz o con otros modos, pero la mayor parte de las veces toman el aspecto humano.

En la Sagrada Escritura el Ángel se mostró al profeta Daniel con figura de hombre; al joven Tobías se le presenta como un contemporáneo que lo acompaña en un largo viaje, ayudándolo y defendiéndolo de muchos peligros. En el caso de Fátima, teniendo que mostrarse a niños, el Ángel tomó la semejanza de un jovencito.

En algunos casos los Ángeles se han hecho ver con las alas; esto no porque tengan alas sino porque quieren hacernos entender que están tan listos para obedecer al buen Dios que “vuelan” desde el Cielo a la Tierra para hacer lo que Él manda. Y también para recordarnos que la patria de ellos no es la tierra sino el Cielo, del cual provienen y al cual nos guían.

¿Qué significado tienen las oraciones que el Ángel le enseñó a los niños?
En la primera: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo pido perdón por todos los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman” quiere recordarnos que Nuestro Padre del Cielo está triste porque gran parte de sus hijos en la tierra no creen en Él, no corresponden a Su inmenso Amor de Padre que los ha creado y salvado. Fiel a Su Amor, el Padre manda a su Ángel para decirle a los niños que lo amen también por parte de los que no Lo aman y Lo ofenden; es más, los invita a pedir perdón por estos hermanos más grandes que Lo odian y que blasfeman. Por estas mismas intenciones la Virgen le pidió a los pequeños el “ofrecerse a Dios... en acto de reparación por los pecados con los cuales es ofendido”.

A los hijos ingratos que forman el ejército de los enemigos de Dios, y que Lo ofenden y Lo amargan, la Mamá del Cielo quiere contraponer un ejército de niños que creen en Él, Lo aman y Lo consuelan. Es la gran “Armada Blanca” en la cual la Virgen reúne a todos los niños del mundo bajo la custodia de los Ángeles, para convertir a los pecadores, es decir para hacer regresar al Corazón del Padre a todos los hijos que se habían alejado por causa del pecado.

En la segunda oración: 
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los Tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencia con los cuales Él es ofendido; y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y el Corazón Inmaculado de María os pido la conversión de los pobres pecadores”, el Ángel quiere recordarnos que Jesús está realmente presente en la Eucaristía, y quiere invitarnos a amarLo y a reparar las muchas ofensas que Le hacen  en este  Sacramento.

Los niños de Fátima entendieron bien lo que el Ángel les había pedido. Cuando los padres decidieron mandarlo a la escuela, Francisco, sabiendo que iba a morir dentro de poco, prefería quedarse en la iglesia y le decía a Lucía: «Oye, tú vete a la escuela. Yo me quedo aquí, en la iglesia, cerca de Jesús escondido». Y Jacinta, mientras que vivió con las monjas en Lisboa, a donde fue llevada para ser operada, se hacía conducir a un cuartito desde el cual podía ver el Tabernáculo, y pasaba horas y horas haciéndole  compañía a «Jesús solo».
Niños queridos, cerramos este discurso sobre los Ángeles haciéndoles notar que los pastorcillos fueron preparados precisamente por el Ángel para el encuentro con Jesús Eucaristía y con la Virgen. Por lo tanto es bueno que nos consagremos al Ángel para que nos guíe hacia Jesús y María. Podemos hacerlo con esta simple oración: “Hermano mío, dame la mano, llévame a Dios”.

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