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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 8 de junio de 2020

LO EXTRAORDINARIO COMO ALGO HABITUAL. Lunes, 8 - Junio - 2020

"Ventana abierta"


Archidiócesis de Sevilla


LO EXTRAORDINARIO COMO ALGO HABITUAL
Isabel Orellana Vilches


Nada dura para siempre, y es frecuente que lo que un día fue extraordinario se convierta en lo normal. Hubo quienes en esta España —que un día sumida por el zarpazo de la miseria tenía en la mesa la imagen cotidiana de la escasez—-, acogían con alborozo, cuando el país iba saliendo del pozo, la apetitosa ave que se convirtió en la estrella de la celebración dominical: el pollo. Sí, tal cual. Lo que hace décadas era lo excepcional (cuando un concepto equivocado de ecología aún no había hecho acto de presencia y a nadie se le ocurría darle un estatus cuasi humano a un animalito, aparte de que la gran mayoría tuvo a la mano otras posibilidades), esa especie de corral que alegraba el fin de semana venía siendo, o ha sido hasta hace poco, un bocado sin importancia. Nada que ver con lo atípico, eso que pocas veces sucede, con lo que ello conlleva de gratitud y gozo, como sucedía antaño. Ahora, por desgracia, en esta época de pandemia, muchas personas que apenas tienen algo que llevarse a la boca agradecerían esta vianda tan versátil como suculenta.

Cuando hace unos meses veíamos imágenes de un lejano país cuya población amanecía envuelta entre mascarillas no podíamos imaginar que ese «velo» que cubría el rostro de otros congéneres se convertiría también para nosotros en un imprescindible atuendo. Ya es ordinaria la escena que se multiplica en todos los espacios, con pocas y notorias excepciones: calles, establecimientos, lugares de culto y esparcimiento… Ahora sorprende que alguien vaya a descubierto, y es inevitable que aparezca el alguacil que muchos llevan dentro poniendo bajo sospecha a quien incumple la norma. Hay que hacer un esfuerzo para pensar que a lo mejor tiene razones justificadas para ello…

Son ejemplos que encierran carencias, están unidos a penalidades… Pero, a veces, que lo extraordinario se convierta en ordinario es maravilloso. Sucede cuando se rompe lo escrito por la ley porque otra superior lo indica. En el plano espiritual, que es al que voy a referirme porque tiene esa supremacía, está muy claro. Recordemos el pasaje evangélico (Mateo 15: 1-9). Lo habitual era que los judíos se lavasen las manos antes de comer, pero los discípulos no lo hicieron. A ciertos escribas y fariseos, que tenían su propia vara de medir y esperaban sorprender en los demás aunque fuera una brizna teñida de equívoco, de tropiezo, por más que no viesen la tremenda viga que soportaban, les faltó tiempo para mostrar su juicio reprobatorio. Aunque Jesús les respondió denunciando su censurable comportamiento, estando lejos de admitirlo, la realidad es que no entendieron que los discípulos habían dejado atrás lo ordinario (la ley) y vivían sumidos en lo extraordinario (el amor).

Al final cada uno de nosotros tenemos la potestad de elegir como camino lo más sublime, esa gracia que nos sale al encuentro superando con creces lo que hemos conocido y hacer que lo excepcional sea la permanente carta de naturaleza de nuestra vida. Quedémonos con este proverbio de Fernando Rielo: «No te acerques al prójimo/ con la rutina de siempre. / Sorpréndelo. /Verás cómo entrega ojos dichosos / y, luego, lejos de ti…/ recitará tu nombre».

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