"Ventana abierta"

Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
Cuenta el Evangelio que Jesús “se dejó llevar por el Espíritu al desierto” (Lucas 4,1). En el desierto Dios habla al corazón. Porque en el desierto no hay nada interesante, nada que pueda distraernos y atontarnos. Sólo arena movida por el viento. Por eso, llega un momento en que nos sentimos solos, desnudos frente a Dios, y entonces le abrimos de verdad el corazón. El Espíritu Santo quiere llevarnos al desierto.
Si leemos el libro del profeta Oseas, allí vemos a un enamorado que intenta por todos los medios seducir a la amada, pero todo es inútil. Finalmente encuentra una manera: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón" (Oseas 2,16).
Evidentemente, eso no significa que tengamos que hacer un viaje para buscar a Dios en un desierto. Se trata de hacer desierto en nuestro interior. Hay que despojarse de todo, darse cuenta de que no vale la pena aferrarse a nada, que todos los falsos remedios y secretos de felicidad no sirven. Sólo nos distraen. Son fantasías y excusas. Tenemos que entrar en oración, dejar todo a un lado, dejar que todo se caiga. Hacer desierto es entonces encontrarnos cara a cara con el Padre Dios, para conversar con él desnudos, sin ocultar nada, sin aferrarnos a nada. Sólo así podremos descubrir y aceptar que él es el único que vale la pena, que sólo él puede ocupar el centro de nuestra existencia.
Podemos vivir este desierto en medio de la ciudad, dentro de las preocupaciones de un día de trabajo, en cualquier circunstancia. Porque en cualquier cosa que hagamos podemos vaciarnos, desarmarnos, liberarnos de falsas seguridades y quedar pobres, con humildad rendidos y espiritualmente postrados ante Dios.
El Espíritu Santo quiere hacernos vivir ese desierto ahora mismo. Aceptemos esta divina invitación que puede cambiar nuestras vidas.
Oración inspirada en la reflexión de Los Cinco Minutos del Espíritu Santo del 18 de Noviembre
"Espíritu Santo, hoy acepto tu invitación a hacer desierto en mi
interior. Quiero vaciarme de todo lo que me distrae, de todo lo que ocupa un
lugar que te pertenece solo a ti. Llévame al silencio del corazón, donde pueda
escucharte sin máscaras, sin excusas y sin falsas seguridades.
Enséñame a despojarme de aquello que me ata, de los remedios falsos que
me prometen felicidad pero solo me alejan de ti. Muéstrame que eres tú quien da
sentido a mi vida y que sólo tu presencia puede llenar los espacios más
profundos de mi alma.
Haz que pueda encontrarme contigo en medio de mis responsabilidades
diarias, en la ciudad, en el trabajo, en cualquier lugar. Que allí, en lo
simple, pueda rendirme con humildad, reconocer mi fragilidad y dejar que tu
amor me transforme.
Espíritu Santo, guíame hacia ese desierto que libera, sana y renueva.
Quiero caminar contigo, escuchar tu voz y dejar que ocupes el centro de mi
corazón.
Amén".
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