"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
VENID A LA BODA
1 Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo:
2 « El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.
3 Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
4 Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda."
5 Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio;
6 y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.
7 Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
8 Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos.
9 Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda."
10 Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.
11 « Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda,
12 le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" Él se quedó callado.
13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes."
14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.» (Mt. 22, 1-14)
Jesús vuelve a hablar a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Y les propone a ellos una parábola que fundamentalmente es para que se confronten con ella.
Les habla de nuevo del Reino de los Cielos: “un Rey celebra la boda de su Hijo”. La decisión es exclusivamente de Dios. Él envió a su Hijo y celebró una boda inaudita: la Persona Divina, el Verbo de Dios, se hace hombre en nuestra misma naturaleza, en nuestra carne, se casa con la humanidad que no es pura, está contaminada por el pecado. Pero Dios no hizo “ascos” de esta esposa fea y sucia, pues sabía que, en esta unión, divinizaba a esta doncella.
Ante este consorcio, ¿no era alegre y glorioso el invitar al Pueblo de Israel en quien antaño había puesto sus complacencias? ¡Y los primeros los Sumos Sacerdotes, los que le daban culto en nombre del pueblo! ¡Y los ancianos que eran el depósito de la sabiduría y santidad de Dios! Ellos, los privilegiados, y, sin embargo, la historia del Pueblo Santo quiso frustrar los planes inauditos de Dios, matando y despreciando a sus enviados: los profetas y los justos. Y Jesús les está anticipando con esta parábola que, con “el Justo”, el verdadero Enviado de Dios, a ése, lo matarán y se burlarán de Él. Porque “no reconocieron el momento de su venida y manifestación”.
Los invitados no se merecían celebrar esta boda, esta gracia de Dios para Israel, y fueron desechados por el Señor. Pero su designio amoroso de salvación no quedó frustrado: “salieron los enviados de Dios a todos los caminos e invitaron a todos, malos y buenos, a la boda de su Hijo”. He aquí el momento glorioso de la entrada de los gentiles, su Iglesia, al banquete de boda. Y todo era acción de gracias y alegría, porque en esta comida no se sirven viandas de la tierra sino alimento celestial: ¡el mismo Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios! ¡Él es quien nos invita! ¡Él es la mesa-altar en que se nos sirve la comida! ¡Y ÉI mismo es el alimento que nos nutre para la vida eterna!
Y el banquete se llenó de comensales. ¡Todos con hambre y sed de Dios, con ansia de estar para siempre con Cristo en el Reino de los Cielos!
Pero, entre los que eran “no pueblo”, hubo alguno que quiso disfrutar de la boda sin llevar el vestido de fiesta, es decir, sin purificarse de sus malas acciones y manteniéndose en su mala vida. Y éste no fue aceptado en la comunión con Dios porque no se convirtió. ¡Las “reglas del juego” las pone Dios y no nosotros! ¡Él es el Señor de todos los corazones y nos pide pureza y santidad porque éstas nos las ha ofrecido Él primero en nuestra vida!
¡Seamos sencillos y buenos y trabajemos a favor de la gracia! ¡Busquemos hacernos un espíritu con su Espíritu Santo y todo será alegría y júbilo! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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