"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
PASIÓN DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN
1 Dicho esto, pasó
Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un
huerto, en el que entraron él y sus discípulos.
2 Pero también Judas,
el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí
muchas veces con sus discípulos.
3 Judas, pues, llega allí con la
cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con
linternas, antorchas y armas.
4 Jesús, que sabía todo lo que
le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?»
5 Le contestaron: «A Jesús
el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le
entregaba, estaba también con ellos.
6 Cuando les
dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra.
7 Les preguntó de
nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús
el Nazareno».
8 Respondió Jesús: «Ya os
he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»
9 Así se cumpliría lo
que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.»
10 Entonces Simón
Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y
le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.
11 Jesús dijo a
Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre,
¿no la voy a beber?»
12 Entonces la
cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron
13 y le llevaron primero a casa
de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.
14 Caifás era el que aconsejó a
los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.
15 Seguían a Jesús
Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y
entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote,
16 mientras Pedro se quedaba
fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del
Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.
17 La muchacha portera
dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese
hombre?» Dice él: «No lo soy. »
18 Los siervos y los
guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban.
También Pedro estaba con ellos calentándose.
19 El Sumo Sacerdote
interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.
20 Jesús le
respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado
siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no
he hablado nada a ocultas.
21 ¿Por qué me preguntas?
Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he
dicho. »
22 Apenas dijo esto,
uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús,
diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?»
23 Jesús le
respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he
hablado bien, ¿por qué me pegas?»
24 Anás entonces le envió atado
al Sumo Sacerdote Caifás.
25 Estaba allí Simón
Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus
discípulos?» Él lo negó diciendo: «No lo soy.»
26 Uno de los siervos
del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le
dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?»
27 Pedro volvió a
negar, y al instante cantó un gallo.
28 De la casa de
Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el
pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.
29 Salió entonces
Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este
hombre?»
30 Ellos le
respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos
entregado.»
31 Pilato
replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.»Los judíos
replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.»
32 Así se cumpliría lo
que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
33 Entonces Pilato
entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de
los judíos?»
34 Respondió Jesús: «¿Dices
eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»
35 Pilato respondió: «¿Es
que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué
has hecho?»
36 Respondió Jesús: «Mi Reino
no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido
para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»
37 Entonces Pilato le
dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices,
soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para
dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
38 Le dice
Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los
judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él.
39 Pero es costumbre
entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues,
que os ponga en libertad al Rey de los judíos?»
40 Ellos volvieron a
gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!»Barrabás era un salteador.
Cap.19
1 Pilato entonces tomó a Jesús y
mandó azotarle.
2 Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un
manto de púrpura;
3 y, acercándose a él, le
decían: «Salve, Rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.
4 Volvió a salir
Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no
encuentro ningún delito en él.»
5 Salió entonces Jesús
fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles
Pilato: «Aquí tenéis al hombre.»
6 Cuando lo vieron los
sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo,
crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle,
porque yo ningún delito encuentro en él.»
7 Los judíos le
replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir,
porque se tiene por Hijo de Dios.»
8 Cuando oyó Pilato
estas palabras, se atemorizó aún más.
9 Volvió a entrar en
el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?»Pero Jesús no le dio
respuesta.
10 Dícele Pilato: «¿A mí no
me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?»
11 Respondió Jesús: «No tendrías
contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que
me ha entregado a ti tiene mayor pecado.»
12 Desde entonces
Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a
ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César.»
13 Al oír Pilato estas
palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado
Enlosado, en hebreo Gabbatá.
14 Era el día de la
Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los
judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey.»
15 Ellos gritaron: «¡Fuera,
fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a
crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «Notenemos más rey que
el César.»
16 Entonces se lo
entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,
17 y él cargando con su cruz,
salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,
18 y allí le crucificaron y con
él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Pilato redactó también una
inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el
Nazareno, el Rey de los judíos.»
20 Esta inscripción la
leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús
estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.
21 Los sumos
sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: "El Rey
de los judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy Rey de los
judíos".»
22 Pilato
respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»
23 Los soldados,
después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron
cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin
costura, tejida de una pieza de arriba abajo.
24 Por eso se
dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le
toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos,
han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de
Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y
María Magdalena.
26 Jesús, viendo a su madre y
junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí
tienes a tu hijo.»
27 Luego dice al
discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el
discípulo la acogió en su casa.
28 Después de esto,
sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura,
dice: «Tengo sed.»
29 Había allí una
vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en
vinagre y se la acercaron a la boca.
30 Cuando tomó Jesús
el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza
entregó el espíritu.
31 Los judíos, como
era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el
sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les
quebraran las piernas y los retiraran.
32 Fueron, pues, los
soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
33 Pero al llegar a
Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
34 sino que uno de los soldados
le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
35 El que lo vio lo
atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que
también vosotros creáis.
36 Y todo esto sucedió
para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.
37 Y también otra
Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
38 Después de esto,
José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los
judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se
lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.
39 Fue también
Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con
una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.
40 Tomaron el cuerpo
de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre
judía de sepultar.
41 En el lugar donde había sido
crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que
nadie todavía había sido depositado.
42 Allí, pues, porque era
el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a
Jesús.
(Jn. 18, 1- 19, 42)
He aquí el relato de la Pasión
de Jesús, tal como la vivió San Juan, el discípulo amado por
el Señor. Su relato sobrio en los términos, rezuma amor que había
recibido especialmente de Jesús, su Maestro. Juan, nos invita a
una oración silenciosa y contemplativa donde todo lo hizo Jesús: lo que
habló; sus silencios hechos Palabra; lo que soportó de
parte de los pecadores; el amor y la paciencia con la que “se hizo
pecado” por amor a sus hermanos. ¡Jesús aquí, es Señor
para gloria de Dios-Padre!
Fue Jesús “obediente hasta la
muerte y, una muerte de Cruz”. Y, esta obediencia, nos
es un Misterio a nosotros los mortales pues: “¿quién conoció la mente
del Señor o, quién fue su consejero?”... ¡A Él la
gloria por los siglos! Sólo podemos, al acercarnos a
la Pasión de Cristo, achicarnos y postrarnos en adoración,
no para entender más a Dios sino para tener más fe en todo lo
que Dios hace o deja de hacer. Aquí los ojos no nos
ayudan, si miramos las atrocidades que hicimos sufrir
a Nuestro Señor, con nuestras infidelidades.
Mirar con amor sí, pero mirar para desentrañar
el Misterio, acabando en un juicio irreverente, ¡eso no! ¡Nunca
lo permitas Dios mío!
Juan, debió de vivir todo el sufrimiento
de Nuestro Señor con mucho asombro contemplativo. Él, era
el menor de los Apóstoles y sin embargo, Jesús, le
confió el tesoro de
su Corazón, su Madre Santísima para que la cuidara
y amara como Él mismo la amó y sostuvo en
tan penoso sufrimiento. Y Juan, fue fiel a este deseo
de Jesús y, “la tomó como algo suyo”. Pero no
sólo suyo, sino que, Juan representa la Iglesia que
acoge a María en su seno y, a su vez, Ella tomó para sí a
sus hijos todos: “ahí tienes a tu hijo".
Junto a la Cruz de Jesús, estaba
su Madre, María Magdalena y otras dos mujeres y, por
supuesto, san Juan. Todos, vieron el brutal gesto de la lanzada
traspasando el Corazón de Cristo que, un soldado le clavó
en el pecho. Sobre todos, cayó la Sangre y el Agua de
su Corazón, ya inerte. Este testimonio de lo que vieron, no
es sólo por tanto de Juan sino también
de María, su Madre y de otras pocas mujeres.
Y “esto es para que creáis”. Hasta después de
muerto, Jesús no deja de entregársenos para que creamos cada vez
más firmemente que ¡Él es el Hijo de Dios, el Hijo del
Altísimo! y, ¡no hay otro Dios fuera de Él!
El relato de la Pasión,
es Palabra viva de Dios y se nos ha dado con amor para
que, también la recibamos con el mismo amor con
que el Espíritu Santo nos la ha dado.
¡Señor, que, al acercarnos a los relatos culminantes de tu Vida Muerte y Resurrección, lo hagamos con gran reverencia y devoción! ¡Qué nos sintamos junto a tu Madre y los demás, bajo la Cruz sagrada donde brotó nuestras Salvación, no sólo para nosotros sino para el mundo entero y mil mundos posibles! ¡Todas tus acciones, Jesús, son de valor infinito y son ya el Cielo que esperamos, ahora por la fe, luego por la visión! ¡Llena nuestro corazón de gratitud y amor encendido! ¡Amén! ¡Amén! ¡Qué así sea!
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