"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
SIEMPRE HAY CURACIÓN PARA TODOS
24 Y partiendo de
allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo
supiese, pero no logró pasar inadvertido,
25 sino que, en seguida,
habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu
inmundo, vino y se postró a sus pies.
26 Esta mujer era
pagana, siro fenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al
demonio.
27 El le decía:
«Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los
hijos y echárselo a los perritos.»
28 Pero ella le
respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de
los niños.»
29 El, entonces, le dijo:
«Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.»
30 Volvió a su casa y
encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido. (Mc. 7, 24-30)
La gracia de Dios no es tacaña a
la hora de derramarse entre los hombres. Es verdad
que Él se eligió en un principio a unos destinatarios, un pueblo
pequeño e insignificante donde depositó todos sus bienes de naturaleza y de
gracia divina. Pero, a partir de este menguado grupo, se ofreció a todos
los hombres porque todos ellos, creados por Dios con amor, son el
objeto de sus desvelos y deseos de salvarlos a todos.
Esta mujer, extraña al pueblo judío, así lo
entendió por una inspiración del Espíritu Santo. Y
dijo: “no sólo hay “pan” para los hijos, también
están “las migajas” que caen de la mesa del Señor, “los
perrillos”también tienen derecho a comer, así que ¡echa el demonio de
mi hija!, ¡cúrala!”. Y su fe arrancó del Señor el milagro
que estaba pidiendo.
¡Qué poderosa es la fe en Jesús, ella obtiene todo lo que se espera de Él! Si confiamos poco, poco recibiremos. Si esperamos mucho, a veces lo imposible, Jesús nos dirá: “¡qué grande es tu fe! ¡Que sea como has creído!”.
¿Y nuestra fe? ¿Está siempre a punto,
sin mirar las trabas y dificultades, para que se realice
el milagro? Por esto es importante que oremos siempre: “¡Señor,
aumenta mi fe! ¡No me dejes en mi natural indolencia y adormecimiento
pues esto es lo que da mi naturaleza caída!”. Porque sabemos que la
fe es un don grandísimo que Dios me regaló en el bautismo. Pero
podemos tenerla inactiva, allá en el rincón de nuestra alma, “sin
usar”. “¡Que no sea esto así, Señor!”. Sabemos que la
oración diaria mantiene todo nuestro ser espiritual sin desajustes
que chirrían. Necesitamos orar, nos es vital para no romper ese hilo
de gracia que está de continúo llamando a la puerta de nuestra
alma. Porque, no sólo llama, sino que consigo trae su
recompensa. Lo nuestro es orar, hablar sin cesar con Jesús. No
importa lo que le digamos o cómo, lo importante es hacerla.
Unas veces iremos con quejas o pidiendo como un pordiosero.
Otras, le daremos gracias y alabaremos su misericordia. Y las
más, le expondremos toda nuestra pobreza porque, en verdad que, “no
sabemos pedir lo que nos conviene”. Pero
el Espíritu Santo, nuestro fiel Abogado, intercede ante Dios
con nuestros gemidos salidos de lo hondo del corazón: “¡acuérdate de
mí, Señor!, ¡escucha, Señor!, ¡atiende, Señor! ¡actúa
sin tardanza, por tu honor y tu gloria que llevan
tu Nombre!”.
Habrá momentos en nuestra vida que nos sentiremos fuertes en la fe, audaces como esta mujer extranjera. Entonces, elevemos el corazón a Dios dándole gracias, porque esta fuerza no viene de nosotros sino del Espíritu Santo que, en un instante, sopla sobre nuestra alma y la hace volar en la confianza ciega, en el poder de la Palabra de Jesús. Sea como sea, esté nuestro espíritu siempre presto para darle gracias, pues ÉI se conmueve con la gratitud de su criatura. ¡Esto es ser verdadero hijo de Dios! ¡Que así sea siempre en nosotros!, “y sed agradecidos”! ¡Amén! ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario