"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
El Espíritu Santo es el que puede transformar
nuestros corazones con su soplo, con su fuego, con su poder y su luz. Con su
fuerza podemos cambiar poco a poco nuestras actitudes llegando a ser personas
renovadas. Siempre es posible cambiar con el auxilio del Espíritu. Si no
cambiamos no es porque él no puede, sino porque nos respeta delicadamente. No
nos obliga ni nos invade. No actúa allí donde nosotros no se lo permitimos.
Respeta nuestras decisiones, y también nuestra debilidad.
Pero si dejamos que el Espíritu Santo actúe en
nosotros, si lo invocamos, si le permitimos que él nos impulse, entonces la
vida se llena de actos de amor a Dios y a los hermanos, y así nos convertimos
en seres "espirituales", es decir, conducidos por la fuerza del
Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos va renovando, y así ya no nos amargamos
el corazón con rencores, celos, envidias. Ya no estamos inmovilizados por la
indiferencia y el egoísmo, y ya no somos esclavos de los vicios y los malos
apegos. Al contrario, nos llenamos de esperanza, de fortaleza, de alegría en
medio de las dificultades, y nos sentimos verdaderamente libres, "nuevas
criaturas" (1 Corintios 5,17).
La Biblia nos habla bellamente de los frutos que produce el Espíritu cuando lo dejamos actuar, y los resume en nueve: "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de uno mismo" (Gálatas 5, 22-23). No le pongamos obstáculos, para que él pueda producir esos frutos en nuestra vida.
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