"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
PENTECOSTÉS EN UN TIEMPO ESPECIAL
Para nuestra fe, Pentecostés es la conmemoración del
descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, marcando el nacimiento de la
Iglesia y la propagación del mensaje de Jesús, el quincuagésimo día después de
la Resurrección.
En Hechos de los Apóstoles, 2, 1-4, podemos leer: Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el
mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de
viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban
sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían,
posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu
Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
manifestarse.
El Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles
reunidos en el cenáculo con María, la Madre de Jesús, y los robusteció para
iniciar la misión de la propagación del Evangelio, la fuerza
transformadora del mundo y sus realidades.
El laicado asociado de Sevilla y los grupos de Acción
Católica se dieron cita el sábado 30 de mayo en la Catedral de Sevilla para
celebrar la vigilia diocesana de Pentecostés presidida por el Arzobispo D. Juan
José Asenjo, que nos recordó el sentido de este día y la importancia que tiene
hoy en las especiales condiciones que estamos viviendo donde se han puesto a prueba
muchas de nuestras convicciones, y los tiempos que vendrán donde seguiremos
precisando su luz ante la incertidumbre. Por ello necesitamos la fuerza y el
fuego del Espíritu Santo, y las palabras de D. Juan José Asenjo tienen ambos
principios inductores para nosotros, bajo la convicción de la luz del Espíritu
que recibimos en la invocación a la que nos ha convocado.
Manifestó nuestro Arzobispo que necesitamos que el fuego del Espíritu Santo nos convierta y
purifique. Necesitamos que su calor funda el témpano de nuestra tibieza,
temores y cobardías. Necesitamos que su luz caldee nuestros corazones en el
amor de Cristo. Necesitamos los dones y los frutos del Espíritu en este momento
crucial, en el que no podemos sustraernos al dolor de nuestro pueblo.
Vivimos momentos difíciles, hay mucha gente que sufre por pérdida de familiares
o por carencias vitales que los transporta al espacio de los desgraciados y
descartados, que han aumentado en este tiempo de epidemia y posiblemente
seguirán incrementando.
Habló D. Juan José de la muerte del alma, un grave
peligro al que se puede llegar por diferentes caminos. Decía el Arzobispo: Hablo sobre todo de la ausencia total de alegría, de energía, de
esperanza, de deseo de luchar y de vivir, que no es otra cosa que la muerte del
corazón. Estamos viviendo meses de muchísimo sufrimiento y de estupor ante algo
que antes ni habíamos conocido ni esperábamos. A causa de la epidemia que nos
ha cercado, muchos estamos sumidos en una situación psicológica y espiritual de
temor, de infinita tristeza, de desesperanza, con miles de muertos sin el
consuelo y la cercanía de sus familiares. Recordó D. Juan José
como esta pandemia se ha cebado de personas mayores, los que han contribuido a
la España que tenemos. Es terrible que no hayamos podido prever que este virus
atacaría especialmente a los más débiles. Esta sociedad debería meditar este
hecho. Necesitamos la luz del Espíritu Santo.
Recordó D. Juan José que el Papa Francisco decía hace
dos meses que “el coronavirus ha puesto al descubierto nuestra vulnerabilidad y
las falsas y superfluas seguridades con las que hemos construido nuestras
agendas, proyectos, rutinas y prioridades, la pandemia nos muestra lo mucho que
nos habíamos alejado del Señor”. El Arzobispo nos recordaba como la humanidad
se ha sentido orgullosa de sus progresos y su tecnología, seducida por el
progreso material, olvidando el grito de los pobres.
Don Juan José Asenjo, en su homilía de este día
esencial, nos recuerda que estamos recibiendo una
llamada apremiante del Espíritu Santo a la conversión, luchando contra el
egoísmo y la indiferencia. Existe una
intima relación entre evangelización y promoción humana. De
nuevo, el Evangelio como fuerza trascendente transformadora. Acompañados del
Arzobispo de Sevilla, bajo la inspiración de sus palabras, el Espíritu Santo
descendió sobre todos los presentes dando fuerzas para construir juntos un
necesario futuro común donde nadie se quedará atrás. Pidamos que la luz del
Espíritu Santo inspire a los que toman decisiones y tiene el poder económico y
financiero para vivir ese futuro.
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