"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SI TE HUMILLAS, TE ENSALZARÁN
1 Y sucedió que,
habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer,
ellos le estaban observando.
7 Notando cómo los
invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:
8 « Cuando seas
convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que
haya sido convidado por él otro más distinguido que tú,
9 y viniendo el que os convidó a
ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar
avergonzado el último puesto.
10 Al contrario,
cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que,
cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más
arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que
estén contigo a la mesa.
11 Porque todo el que
se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
12 Dijo también al que
le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea
que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa.
13 Cuando des un
banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos;
14 y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos.» Lc. 14, 1.7-14)
¡Oh la humildad, qué virtud más
rara! Y, sin embargo, yo conocí a una persona que formuló: “Sólo sé
que nada sé”. ¡Y eso que no había leído ni conocido al gran
filósofo Sócrates que fue quién dijo, muchos siglos antes, esta
misma frase, reconociéndose ignorante y con muchos límites en lo
intelectual!. Pero, esta persona era naturalmente
humilde, porque siempre tuvo presente que la sabiduría no le era
natural, no así la ignorancia de infinitas cosas
que rodeaban su vida. Por esto, su comportamiento era siempre
moderado y exento de ostentación. Su trato, era dulce y paciente…
Pero, saltando de estos ejemplos humanos a
la Palabra de Dios, veamos cómo Jesús, que se
definió a Sí mismo como “manso y humilde de Corazón” nos
proponía algo que conocía bien, porque no hubo nadie en la tierra que
pudiera llamarse “el Humilde”, ¡y
lo era!. Jesús no hizo alarde de su divinidad, sino
que se abajó, ¡y en verdad era Dios! Jesús lo dio
todo, se dio a Sí mismo y nosotros, damos, no de lo
nuestro, pues no lo tenemos, sino de lo que nos es dado, por
esto: ¿por qué tanto gloriarnos? ...
Luego, si los bienes que tengo, de naturaleza y
de gracia, no son míos sino prestados, seamos inteligentes con
la Sabiduría de Dios y negociemos con ella cuando todavía
hay tiempo. No busquemos nuestra complacencia sino agradar
a Dios devolviéndole sus dones
centuplicados. Este será “el lote de mi heredad
y mi copa” y, con confianza, podremos “poner
nuestra suerte en su mano”. Así, en el Día grande, preguntaremos: “¿Cuándo, Señor, te vi desnudo
y hambriento y en la cárcel y vine a verte? ¡No reconozco estas
obras de amor!”. Y es que las reconocería si fueran mías. Pero no, Dios
infundió en mi corazón su amor y pude, como ÉI, realizar cosas
divinas.
Jesús, yo soy naturalmente soberbio e
insolente. ¡Esto es lo que ha dejado en mí esa tendencia mala
que es el pecado! ¡Para salir de esta cárcel, oro y oro y te pido desde mi
abismo que me liberes, que ilumines mi vida para confesar a boca
llena: “¡yo soy la que no soy y Tú Eres el que Eres!” ¡
Santa Catalina de Siena se lo repetía de continuo y así
supo mantenerse siempre en la humildad y parecerse a
Jesús, su Amor.
¡Señor mío Jesucristo, infunde en mi
corazón sentimientos y pensamientos humildes que salga de mi interior, como con
naturalidad, el “tened siempre por superiores a los
demás”! ¡Pero, no será el compararme con mis hermanos lo que me
dará la impronta humilde, sino sólo mirándote a Ti, contrastando mi
pobreza natural con tu riqueza sublime y tu Sabiduría que rompe siempre mi
mucha ignorancia de los bienes del cielo! ¡Ven y vence en mí lo que me
hace desemejante a Ti! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
¡Quizás os preguntéis quién era esa persona tan especial en su humildad! ¡Sí, era mi madre!"
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