"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
EL QUE SIGUE EL DESEO DE MI PADRE, ESE ES MI MADRE
46 Todavía estaba
hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera
y trataban de hablar con él.
47 Alguien le dijo:
«¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.»
48 Pero él respondió
al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
49 Y, extendiendo su mano
hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.
50 Pues todo el que
cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi
madre.» (Mt. 12, 46-50)
Jesús habla a las gentes por la
fuerza del Espíritu Santo que lo habita. Pero la Madre de Jesús
y sus parientes, son llevados hasta Él por la fuerza de la sangre, como
familia que es y no porque son sus discípulos y se acercan para
escucharlo. Ellos vienen para “hablar con Él”. ¿Qué querían decirle
que fuera más importante que el anuncio del Reino de Dios que es lo que
les traía Jesús a sus vidas?
Pero Jesús no se
deja arrastrar por estos vínculos tan humanos y les dice
abruptamente: “¿quiénes son mi madre y mis
hermanos?”. María, que conservaba toda las Palabras de
su Hijo en el corazón, recordaría de inmediato el
episodio de Jesús cuando tenía tan sólo doce años
y se perdió en el Templo por tres días: “¿no sabíais que yo
debía de estar en las cosas de mi Padre?”. Jesús es para el Padre como
el Padre es absolutamente para su Hijo.
Y Jesús extendió la mano señalando a
sus discípulos: “estos son mi madre y mis hermanos”, porque ellos
hacen la voluntad de mi Padre. Y es que el Padre está en los
cielos y no es de la tierra, así como Jesús está en el Padre y
el Padre en ÉI. ¿Por qué queremos que Jesús
sea sólo de la tierra? Por este camino nunca lo conoceremos
y menos entraremos en la vida
eterna. Y, en esto, no niega en absoluto la bondad de
los vínculos familiares, pero ÉI los supera, va más
allá, y nos muestra muy claramente el Camino para ir
al Padre, ir al cielo: “buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios,
aspirad a los bienes de arriba no a los de la tierra”.
Nuestro Señor quiere, lo
primero, que busquemos la gloria
de Dios que es el Amor. Él hará de nosotros
verdaderos discípulos suyos, pues ¿qué otra cosa nos ha
traído Jesús desde el cielo sino el Amor del Padre que
es el Espíritu Santo? Y también Dios tiene un
plan en nuestra vida que es su santa voluntad. Ella nos hace ser
hermano y hermana y Madre de Jesús. ¡Qué palabras más fuertes,
pero qué consoladoras al oírlas de los mismos labios de Jesús! Él no nos
manda nada que antes no lo haya hecho vida en Sí mismo.
“¡Sí, para esto he venido, para hacer tu voluntad! “.
En la oración del Padre-Nuestro, ya nos lo propuso Jesús: “hágase
tu voluntad en la tierra de nuestra alma, así
como se hace en el cielo del alma
de Jesús, del Hijo”. Y esto es lo que glorifica
el Padre y Él se glorifica en su Hijo y en
todos aquellos que lo siguen fielmente.
¡Oh Señor, no nos dejes caer en la tentación de buscar otros “quereres” que no sea el tuyo y es que cualquier deseo por encima del tuyo, te hace agravio y es una especie de idolatría! ¡Digamos a Jesús: “lo que tú quieras, cuando tú quieras, como tú quieras y esto ahora y siempre!”. “¡Habítanos, Señor, y todo lo que nos mandas nos será suave y gozoso y estará lleno de acción de gracias y Amor divino! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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