"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
El que se empeña en encontrar su fortaleza, se
va vaciando cada vez más por dentro, y va creando una horrorosa debilidad
interior. Eso le hará experimentar
cada vez más el miedo, y la desesperación porque todo se le acaba. Al mismo
tiempo, va creciendo un tremendo rechazo por todo lo que sea límite o dolor.
Por eso, en realidad sufre mucho más por el miedo a la enfermedad que lo que
sufriría por la enfermedad misma.
Pero el hombre lleno del Espíritu, que se deja llevar por la existencia con el impulso de vida del Espíritu Santo, está cada vez más vivo, y así pierde todo temor al desgaste y al paso del tiempo.
Cada vez experimenta una seguridad mayor, vive cada día más "gozo y paz en el Espíritu Santo" (Rom 14,17).
Por eso, el que ha ido creciendo con el poder del Espíritu Santo, cuando tiene
cuarenta años no aceptaría jamás volver a los quince o a los veinte, porque no
desea volver a la inseguridad, a los temores, a la fragilidad interior, a la
inestabilidad afectiva de los años jóvenes. Prefiere la firme vitalidad que le
ha ido dando el Espíritu Santo con el paso de los años, y "en la
vejez seguirá dando fruto, y estará frondoso y lleno de vida" (Sal
91,15). Cada día que pasa es crecimiento, es adquirir una nueva riqueza que lo
hace feliz.
Por eso ya no le teme al paso del tiempo, al desgaste. Al contrario, el tiempo que pasa le va dejando un tesoro, y sabe que cada desafío lo hará crecer más todavía en una vida que nunca se acaba.
Oración de meditación inspirada en la reflexión del domingo 2 de febrero de 2025
“Ven Espíritu Santo, y lléname con tu fuerza. A
veces temo el paso del tiempo, me aferro a mis seguridades y busco sostenerlo
todo con mis propias fuerzas, olvidando que solo en ti encuentro la verdadera
estabilidad.
Dame la gracia de soltar mis miedos y abrazar
cada etapa de mi vida como un camino de crecimiento. Que tu presencia en mí me
ayude a aceptar mis límites sin temor, confiando en que cada día es una
oportunidad para madurar en la paz y el gozo que solo tú puedes dar.
No quiero vivir angustiado por lo que cambia o
se acaba, sino con la certeza de que, en tu amor, todo cobra sentido. Espíritu
Santo, enséñame a vivir con plenitud, con la seguridad de que en la vejez
seguiré dando frutos y mi vida tendrá aún más valor, porque tú eres mi fuente
inagotable de vida.
Ven Espíritu Santo, hazme fuerte en ti y
lléname de tu paz.
Amén”.
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