"Ventana abierta"
La Buena Semilla
Escogería antes estar a la puerta de la casa de
mi Dios, que habitar en las moradas de maldad.
Salmo 84: 10
Una cosa he demandado al Señor, esta buscaré;
que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida.
Salmo 27: 4
Más precioso que una medalla de
oro
En relación con los versículos de hoy, el
predicador británico Spurgeon dijo: “Incluso en las circunstancias más
favorables, los placeres de la tierra no son comparables a la milésima parte de
las delicias del servicio de Dios”.
El atleta escocés Eric Liddell (1902-1945) ilustró
esta afirmación. Era un gran deportista, pero también un ferviente cristiano.
En 1924, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos en París, aunque era el
favorito para la prueba de los 100 metros, rehusó correr porque se realizaba un
domingo: su prioridad era reunirse con otros cristianos para alabar a Dios.
Poco después ganó la medalla de oro de la prueba de los 400 metros.
En la cumbre de la gloria deportiva renunció a
los honores y a las ventajas que el deporte le ofrecía. Se fue a China como
misionero. Su obra fue de corta duración, pero para la gloria de Dios. Empezó
la guerra y los japoneses lo capturaron. Su misión estuvo limitada a un campo
de concentración en donde continuó enseñando la Palabra de Dios, animando a los
detenidos, organizando estudios y deportes para los más jóvenes. Un compañero
de prisión dijo: “Eric me enseñó a amar a mis enemigos y a orar por ellos”.
Gravemente enfermo y todavía prisionero, su Salvador lo llevó a su presencia en
el año 1945.
No todos los creyentes tienen una vocación así,
pero todos pueden vivir cerca de Dios, cultivar una relación estrecha con él y
servirle. Entonces también estarán listos para serle útiles en el lugar a donde
él los envíe, para misiones concretas.
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