"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA DÉCIMA NOVENA SEMANA DEL T.O. (1)
Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a
mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.
“En aquel tiempo, le acercaron unos niños a
Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos
los regañaban. Jesús dijo: ‘Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí;
de los que son como ellos es el reino de los cielos’. Les impuso las manos y se
marchó de allí”.
En este corto evangelio que leemos en la
liturgia para hoy (Mt 19,13-15), Jesús vuelve a insistir en que si queremos
entrar al Reino de los cielos, tenemos que ser como los niños. Ya en el
evangelio que hubiésemos leído el pasado martes, de no haber coincidido con la
Fiesta de San Lorenzo (Mt 18,1-5.10.12-14), Jesús había dicho: “Os aseguro que,
si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Hoy
nos dice: “no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es
el reino de los cielos”.
Jesús no nos está diciendo que tenemos que
asumir una actitud infantil respecto a las cosas del Reino. En ambas instancias
Jesús nos está diciendo que tenemos que ser “como” los niños; es decir, sin
dobleces, espontáneos, sencillos, sin estar contaminados con las ínfulas de
grandeza que produce el orgullo. Solo un alma sencilla es capaz de abrir su
corazón a Dios sin condiciones, sin “peros”, con la sonrisa que solo un niño
puede mostrar cuando alza sus brazos para que su padre lo levante. Es la
actitud de ese niño o niña que está consciente de su pequeñez al compararse con
su padre, pero que sabe que si estira sus bracitos hacia él, él le levantará y
entonces podrá mirarlo cara a cara, y confundirse en un abrazo amoroso.
Jesús nos está señalando la actitud que tenemos
que seguir frente a Dios y las cosas de Reino. Tenemos que ser capaces de
maravillarnos, ver las cosas sin dobleces, actuar espontáneamente, sin segundas
intenciones ni agendas ocultas, ser capaces de acercarnos a Dios con la
confianza y la inocencia de un niño: “de los que son como ellos es el reino de
los cielos”.
Lo que Jesús nos pide es que, para ser
acreedores del Reino, tenemos que poder experimentar la misma sensación de
pequeñez que Santa Teresita del Niño Jesús cuando oraba diciendo: “Lo que
agrada a Dios de mi pequeña alma es que ame mi pequeñez y mi pobreza…”
Meditando sobre este pasaje, viene a mi mente
la imagen de cuando mis hijas eran pequeñas y se les rompía un juguete. Inmediatamente
me lo traían, y en su mirada se reflejaba la certeza de que yo era quien único
podía repararlo.
En este día, oremos al Padre para que nos
conceda un corazón simple y transparente como el de los niños, para confiar
plenamente en él y simplificar nuestra vida; para poder confiarle nuestros
problemas con la misma seguridad del niño que entrega su juguete roto a su
padre, con la certeza de que solo él puede repararlo.
Que pases un hermoso fin de semana, y recuerda,
si llevas tu “juguete roto” a la Casa del Padre, Él es quien único puede
repararlo. Y, además, tiene un Hijo que te ha prometido: “Vengan a mí todos los
que estén cansados y cargados, que yo los aliviaré (Mt 11,28). Él también está
allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario