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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

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Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

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Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

lunes, 26 de agosto de 2019

La caja de Pandora

"Ventana abierta"


La Caja de Pandora


Miguel Ángel Torrado

La historia de la caja de Pandora comienza con la historia de «Zeus, Prometeo y Epimeteo».

Pandora, de Jules Joseph Lefebvre.

Prometeo y su hermano Epimeteo eran Titanes, pero prometieron lealtad a Zeus y a los Olímpicos, ya que Prometeo tenía el poder de la profecía y sabía que Zeus vencería a los Titanes finalmente.

Zeus recompensó a Prometeo y Epimeteo por su lealtad y les concedió el honor de crear a las primeras criaturas que habitarían la Tierra. 
Epimeteo creó a los animales y les dio a cada uno una habilidad especial y les otorgó duros pelajes con los que protegerse en las noches y regular la temperatura de su cuerpo. 
Prometeo se tomó demasiado tiempo moldeando al hombre, y no pudo hacerse con ningún pelaje ya que Epimeteo había utilizado todos los existentes. 
Prometeo sabía que el hombre necesitaba alguna forma de protección y le preguntó a Zeus si podía permitir que el hombre tuviera fuego. 
Zeus se negó. El fuego era sólo para los dioses.

Prometeo ignoró a Zeus y le entregó el fuego al hombre de todos modos. Por esto, Prometeo fue castigado. 

Zeus lo ató con cadenas a una roca en las montañas del Cáucaso, donde nadie lo encontraría. 
Todos los días, Zeus enviaba un águila para que le devorase el hígado, que le volvía a crecer todos los días para hacerle soportar esta tortura eternamente.
Aunque todo terminó cuando Heracles encontró a Prometeo y mató al águila, dejando libre al titán.


Según la versión de Hesíodo, cuando los mortales e inmortales se separaron, Prometeo urdió un engaño para que, en adelante, cuando los hombres sacrificaran animales para los dioses, sólo les reservaran los huesos y pudieran aprovechar para sí mismos la carne y las vísceras.


Zeus, irritado por el ardid, les negó el fuego a los hombres, pero Prometeo, hurtándolo, se los restituyó (Teog. 535-570; Trabajos y días, 47-58).

La tortura del águila a Prometeo no fue suficiente castigo para Zeus, quien también creía que los humanos deberían ser castigados por aceptar el regalo prohibido del fuego de Prometeo. 

Para castigar al hombre, Zeus ordenó crear a una mujer, a la que llamó Pandora. Ella fue moldeada por Hefesto, con arcilla, a imagen y semejanza de la hermosa diosa Afrodita. Recibió los dones de la sabiduría, la belleza, la amabilidad, la paz, la generosidad y la salud de los dioses.

Prometeo, Mercurio y Pandora.

Zeus ordenó a Mercurio que la enviase a la tierra, con la idea de entregársela a Epimeteo como esposa. Aunque Prometeo, su hermano, le había advertido sobre el engaño de Zeus y le había dicho que no aceptara los regalos de los dioses, Epimeteo estaba demasiado fascinado con la belleza de pandora y no pudo rechazarla.

William-Adolphe Bouguereau-Pandore

De los dones que los dioses otorgaron a Pandora, el propio Hermes, se encargó de sembrar en su ánimo mentiras, curiosidad y un carácter inconstante. Ello, sumado a los otros dones, configuraba un «bello mal», un don tal que los hombres se alegren al recibirlo, aceptando en realidad una desgracia.

Como regalo de bodas, Zeus le dio a Pandora una caja (en la antigua Grecia esto se llamaba ánfora o jarra, por eso aparece a veces con esa forma en representaciones. 



La expresión «caja de Pandora» es una deformación renacentista) pero le advirtió que no la abriera.

Pandora, que fue creada para eso, no pudo mantenerse alejada de la caja y la curiosidad de abrirla pudo con ella.
Cosas horribles salieron volando de la caja entonces… La codicia, envidia, odio, dolor, enfermedad, hambre, pobreza, guerra y la muerte; entre otros males de la vida…


Arthur Rackham

Todas esas miserias  habían sido dejadas salir al mundo.

Pandora volvió a cerrar la tapa de la caja rápidamente. Pero lo último  que quedaba dentro de la caja era la esperanza.
Desde entonces, los humanos han podido aferrarse a esta esperanza para sobrevivir a la maldad que Pandora había liberado.

 Hohn William Waterhouse-Pandora,1896

Otras versiones del mito relatan que en realidad la jarra (o caja) contenía los bienes y no los males. La apertura de la jarra ocasionó que los bienes volaran regresando a las mansiones de los dioses, sustrayéndose de la vida de los hombres, que en adelante sólo viven afligidos por males. Lo único que pudieron conservar de aquellos bienes es la esperanza. 


Otra versión

Los dioses encargaron a los hermanos Prometeo y Epimeteo que crearan a los animales y al hombre y que les dieran los recursos necesarios para sobrevivir. 
Epimeteo creó a todos los animales. 
Prometeo modeló cuidadosamente a los hombres con una mezcla de tierra y agua, procurando que se parecieran a los dioses.


Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese distribuir las cualidades de los animales:
- Una vez que yo haya hecho la distribución -le dijo- tú la revisas.


Epimeteo, con el permiso de Prometeo, comenzó el reparto. A unos les daba fuerza, pero no rapidez, que se la daba a los más débiles, a otros armas, a los que proporcionaba un cuerpo pequeño les daba alas para volar, a otros un cuerpo grande para que pudieran defenderse. Así, de forma equitativa, fue distribuyendo todas las facultades para que todas las especies pudieran sobrevivir. Después los cubrió de pelo espeso y piel gruesa para protegerlos del frío del invierno y del calor del verano. Para que pudieran moverse con comodidad a algunos les puso en los pies cascos y a otros una piel gruesa. Para que se alimentaran a unos les dio hierbas de la tierra; a otros frutos de los árboles y a otros raíces y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. A los animales que eran comidos por otros animales les concedió una gran fecundidad para evitar que su especie desapareciera.

Epimeteo, que no era muy listo, gastó, sin darse cuenta, todas las cualidades en los animales más brutos y dejó a la especie humana sin facultades.

Cuando llegó Prometeo para revisar el trabajo de Epimeteo vio a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo y sin armas para defenderse.


Se acercaba el día en el que los hombres debían vivir en la tierra y Prometeo que amaba a los hombres les concedió el fuego para que pudieran sobrevivir y les enseñó a respetar a los dioses. Los hombres, como estaban hechos a semejanza de los dioses, adquirieron la capacidad de articular sonidos, vocales, palabras y nombres, inventaron viviendas, vestidos, calzado y aprendieron a obtener alimentos de la tierra.

Un día Prometeo sacrificó un gran toro a los dioses e intentó, como siempre, favorecer a los hombres, aunque tuvo que engañar a los dioses. Para conseguirlo hizo dos partes con el asado. En un montón escondió la carne bajo una capa de huesos y tendones, en el otro montón puso el resto de los huesos y los cubrió con apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió el plato de huesos y Prometeo se quedó con el plato de carne para los hombres.
Zeus, enfadado por el engaño, quitó a los hombres el fuego.


Prometeo, apenado por los hombres, trepó al monte Olimpo y robó a Atenea la sabiduría de las artes y a Hefesto el fuego de su forja. De este modo recibieron los hombres los conocimientos y los recursos necesarios para conservar la vida.



Para vengarse de Prometeo por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que creara la primera mujer de la tierra.

Hefesto modeló con arcilla una bellísima mujer que se llamó Pandora. 

Cuando Zeus le infundió vida la belleza de Pandora impresionó a todos los dioses del Olimpo y cada dios le fue concediendo una cosa: 
Atenea la dotó de sabiduría, Hermes de elocuencia y Apolo de dotes para la música. 
El regalo de Zeus consistió en una hermosa caja, que se suponía contenía tesoros para Prometeo, pero le dijo a Pandora que la caja no podía abrirse bajo ningún concepto, lo que Pandora prometió a pesar de su curiosidad.


Pandora y su caja fueron ofrecidos a Prometeo, pero éste no se fiaba de Zeus y no quiso aceptar los regalos. 

Para que Zeus no se ofendiera Prometeo entregó ambos regalos a su hermano Epimeteo y le dijo que guardara bien la llave de la caja para que nadie pudiera abrirla. 

Cuando Epimeteo conoció a Pandora se enamoró locamente y se casó con ella, aceptando la caja como dote.


Un día Pandora, que era muy curiosa, no pudo aguantar más, le quitó la llave a Epimeteo y abrió la caja, de la que salieron cosas horribles para los seres humanos como enfermedades, guerras, terremotos, dolor, hambre y otras muchas calamidades.



Al darse cuenta de lo que había hecho, Pandora intentó cerrar la caja, pero sólo consiguió retener dentro la esperanza que, desde entonces, ayuda a todos los hombres a soportar los males que se extendieron por toda la tierra.


El castigo de Prometeo fue horrible. Zeus ordenó a Hefesto que lo encadenara a una roca del monte Cáucaso, donde todos los días enviaba a un águila, hija de los monstruos Tifón y Equidna, para que se comiera el hígado de Prometeo. Como Prometeo era inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día. 



Este castigo debía de durar toda la eternidad pero cuando habían transcurrido treinta años, Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides y mató con una flecha al águila. 


Zeus perdonó a Prometeo aunque le condenó a llevar las cadenas y la roca durante toda la eternidad.

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