"Ventana abierta"
Símbolos
de la imagen de la Virgen Nuestra Señora de la Reconciliación
Sodalicio de Vida
Cristiana
Sodalitium Christianae Vitae
Dulce y sereno que expresa la grandeza del
espíritu de la Mujer de la fe, aquella en cuyo favor ha hecho maravillas el
Poderoso (Lc 1, 49)
Invita en forma franca y directa al encuentro
personal y sitúa a quien la observa en una comunicación de tierna paz, de
serenidad, de esperanza intensa.
Abierto, como invitándonos a cobijarnos bajo él, es una manifestación de la protección de Santa María ante el peligro, ante las insidias del Enemigo.
Atravesado por una espada, es una señal de
dolor en medio de la expresión serena de la inmaculada. La alegría del triunfo
de la reconciliación llega con el dolor de la pasión y muerte del Hijo,
preámbulo de la Pascua de Resurrección.
A esto se le añade la alegría de un corazón
fulgurante en llamas de amor. Las llamas vivas que denotan la presencia
transformante del Espíritu Santo, “llena eres de gracia”, el Señor está
contigo”(Lc 1, 28). Se va descubriendo en todo esto la invitación a percibir en
la imagen una plástica referencia a la pedagogía divina del dolor-alegría.
Las llamas que brotan del corazón —símbolo de
su mismidad— manifiestan su calor, que en la viveza de su ardor iluminan la
realidad de nuestra Señora y expresan cómo su misma presencia sirve al anuncio
del evangelio.
Las mismas llamas muestran también el amor
gozoso del Inmaculado Corazón, ante todo amor a Dios Padre en su Hijo por el
Espíritu Santo, y amor a toda la humanidad, así como amor al designio divino
que se expresa en su Plan.
La mirada al corazón amante de María trae a la
memoria su pronta y ardorosa salida al encuentro de su prima Isabel para
realizar el paradigmático servicio de la evangelización y de la promoción
humana.
Aparece también rodeado de una corona de rosas
blancas. Corona que alude a la corona de espinas del Reconciliador, que trae a
la mente los momentos de dolor al pie de la Cruz, los momentos de triunfo, de
la victoria. Pero la alusión implícita no se queda en eso, hay una sutil
alusión al misterio reconciliador y su triunfo manifiesta ese futuro admirable
que fue la inmaculada Concepción de María, preanuncio de la victoria del Señor,
primicia adelantada. Muestran también la ternura y la pureza del amoroso
corazón de María Virgen.
Muestra el Estado de Buena Esperanza de Santa
María. Ella es portadora de nuestra salvación. El misterio de la
Anunciación-Encarnación es aludido por ese delicado signo que da unidad y
sentido pleno a toda composición. María evangelizadora, portadora del Evangelio
vivo en su vientre inmaculado. Así, la presencia de Jesús en el corazón
inmaculado y doloroso de María, es magnificada por la presencia del Señor en su
vientre virginal. Es la imagen de María que porta al Señor Jesús en su seno.
Expresa también el misterio de
Cristo Cabeza y manifiesta así su divina maternidad, se expresa también el
misterio de María Madre de Iglesia, que precisamente es el Místico Cuerpo del
Señor. Así pues María aparece como Madre de Dios y Madre de los hijos de la
Iglesia. Existe también una invitación a que sigamos el mismo camino,
configurándonos con Él, y a que incorporados a su linaje anunciemos la Buena
Nueva y luchemos contra todo aquello que en el mundo sea obstáculo para su
Triunfo Final.
Muestra el Estado de Buena Esperanza de Santa
María. Ella es portadora de nuestra salvación. El misterio de la
Anunciación-Encarnación es aludido por ese delicado signo que da unidad y
sentido pleno a toda composición. María evangelizadora, portadora del Evangelio
vivo en su vientre inmaculado. Así, la presencia de Jesús en el corazón
inmaculado y doloroso de María, es magnificada por la presencia del Señor en su
vientre virginal. Es la imagen de María que porta al Señor Jesús en su seno.
Expresa también el misterio de
Cristo Cabeza y manifiesta así su divina maternidad, se expresa también el
misterio de María Madre de Iglesia, que precisamente es el Místico Cuerpo del
Señor. Así pues María aparece como Madre de Dios y Madre de los hijos de la
Iglesia. Existe también una invitación a que sigamos el mismo camino, configurándonos
con Él, y a que incorporados a su linaje anunciemos la Buena Nueva y luchemos
contra todo aquello que en el mundo sea obstáculo para su Triunfo Final.
Que apunta a su corazón muestra bien la
capacidad modélica de la maternidad de María. Cumpliendo con el “Haced lo que
Él os diga” (Jn 2, 5), que puso en el horizonte humano como clave de plenitud
en las bodas de Caná, la Madre en un gesto elocuente nos viene a repetir lo que
el Señor Jesús enseña. En esta fina orientación está plasmado lo que el Señor
desde la Cruz anunció: “He ahí a tu Madre”(Jn 19, 27), invitándonos a recorrer
el camino del amor filial y a acogernos al dinamismo de la amorización. María
señala el camino para poder alcanzar la plenitud. Y es que todo en la Madre
apunta a Jesús.
Que con manifestación de gran ternura se dirige
hacia sus hijos en el mundo, invita a vivir toda la riqueza de la fe que la
imagen representa, y junto con ese don hace tomar conciencia de que Ella, la
Madre, es la intercesora por excelencia que según el divino designio nos
obtiene las gracias para nuestras necesidades en el cristiano peregrinar. Y que
Ella está a la expectativa, deseosa que sus hijas e hijos la inviten a
interceder.
La Virgen que aparece ante nosotros llevando al
Triunfador sobre el mal en su inmaculado seno. La imagen muestra el delicado
pie de la Madre pisando la serpiente, mientras que ésta, de fauces abiertas y
lengua extendida, la amenaza.
En el umbral de la historia de los orígenes, en
el lugar de la caída, el Altísimo prometió a la mujer que su linaje obtendría
la victoria sobre el maligno y sus obras. Con gran fuerza la imagen, portando
al reconciliador en su seno, trae a nuestra mente el cumplimiento de esa
promesa: tu linaje aplastará la cabeza maligna de la serpiente (Gen 3, 15). El
pie maternal de quien porta la victoria como que expresa plásticamente la
cooperación de María a la redención del género humano. Une así a la figura de
la Madre. El Simbolismo de la estatua constituye un clamor para confiar, un
alegato de fe en las promesas divinas (ver 2Pe 1, 4).
La enemistad entre la Mujer y su linaje, y el
triunfo de Éste —su linaje— sobre el maligno, se muestran en la composición
artística donde la unidad de los misterios invita a acogerlos vitalmente en el
propio corazón. El lenguaje de los símbolos trasciende la mera categorización y
la sucesión temporal para transmitir una experiencia unitaria y vital de
Evangelio vivido.
“Vuestro enemigo el diablo anda como león
rugiente buscando a quien devorar”(1 Pe 5, 8-9). Aparece así la conciencia de
la propia fragilidad, la memoria de la asechanza continua. Ambas realidades
unidas: triunfo en la historia personal concreta de cada persona, y al mismo
tiempo la dolorosa señal de peligro.
Nuestra Señora de la Reconciliación presenta,
pues, una síntesis viva y elocuente de misterios centrales de la fe de la
Iglesia. Destaca la unidad de los misterios de la Anunciación-Encarnación y de
la Reconciliación en el misterio del Calvario. Una vez más los símbolos de la
imagen ofrecen ocasión para integrar y, más aún, para expresar sintéticamente
la unidad de los misterios del Salvador, Verbo Eterno hecho Hijo de Mujer para
la reconciliación de los seres humanos. Otros signos invocan el maternal servicio
de anuncio y el de intercesión. El conjunto exhorta a acoger y vivir esos
misterios de la fe impulsados por la Madre que a ello nos invita.
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