"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
Para entrar en la presencia del Espíritu Santo hay que tener ansias, hay que sentir la necesidad de él, de su luz, de su amor, de su gloria, de su paz. Hace falta presentir que todo lo maravilloso del universo es una chispa que despierta esos anhelos interiores de Dios. Decía San Agustín:
“¿Qué es el universo entero o la inmensidad del mar, o el ejército de los ángeles? ¡Yo tengo sed del Creador, tengo hambre y sed de él!”.
En el fondo, es necesario reconocer un deseo que ya está dentro de nosotros; ese deseo que el Espíritu Santo ha puesto en nuestro interior, pero que hemos dejado escondido debajo de miles de preocupaciones y angustias. Luego de su conversión, Agustín reconocía que detrás de todas sus ansias estaba aquel deseo oculto de Dios:
“Ardía en deseos de amar… quería ser amado… Tenía hambre intensa de ese alimento que en realidad eras tú, mi Dios”.
Por eso Agustín nos enseña que la clave para el encuentro con Dios es reconocer ese deseo, y despertarlo, alimentarlo, hacerlo crecer hasta que se haga más fuerte que cualquier otra necesidad:
“¡Enamórate de Dios, arde por él! Anhela a aquel que supera todos los placeres”.
Porque el Espíritu Santo no obra en nosotros sin algún consentimiento de nuestra parte, y ese consentimiento brota del deseo. Pidamos al Espíritu Santo que él mismo despierte nuestro deseo.
Oración inspirada en la reflexión de Los Cinco Minutos del Espíritu Santo del 20 de julio
"Espíritu Santo, en medio del
ruido del mundo y de las múltiples preocupaciones que a veces apagan mi alma,
hoy quiero despertar ese deseo profundo de Ti que ya habita en mí. Siento sed
de tu presencia, hambre de tu amor, necesidad de tu luz. Reconozco que nada en
este mundo puede saciarme como lo haces Tú, y por eso te pido que avives ese
fuego interior que me llama hacia el Creador.
Enséñame, como a San Agustín, a descubrir que detrás de todos mis anhelos está
ese deseo profundo de Dios que aún no he dejado crecer del todo. Ayúdame a
enamorarme de Ti, a arder en deseo por tu gloria, y a consentir libremente tu
acción en mi vida. Quiero que mi necesidad de Ti sea más fuerte que cualquier
placer o necesidad pasajera. Espíritu Santo, despierta mi alma, y llénala de
ansias verdaderas de Dios.
Amén".
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