"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
El Espíritu Santo es el silencioso artista del mundo.
Los que queremos vivir en su presencia no podemos ignorar su obra. Tenemos que contemplar lo que el Espíritu Santo siembra en nuestra familia, en nuestro barrio, en el mundo, en todas partes, aun en aquellos que no tienen fe. ¿Qué aportamos con nuestro pesimismo? Mejor aportemos ideas y acciones positivas, sabiendo que nada es inútil. Pero si permanentemente estamos mirando y destacando lo negativo, llega un momento en que se nos cierran los ojos y somos incapaces de valorar las cosas buenas que hace Dios.
El Espíritu Santo nos invita también a descubrir los signos de esperanza que hay a nuestro alrededor. No todo está podrido, porque el Espíritu Santo actúa siempre y en todas partes. Aun a pesar del rechazo de los hombres, él siempre se las ingenia para provocar algo bueno donde todo parece perdido.
Una persona llena del Espíritu ayuda a los demás a descubrir y alentar los signos de esperanza. De hecho, eso es lo que hizo Juan Pablo II en su carta sobre el tercer Milenio:
"Es necesario que se estimen y profundicen los signos de esperanza... a pesar de las sombras que frecuentemente los esconden a nuestros ojos" (TMA 46).
Ojalá cada uno de nosotros pueda reconocer lo que ha sembrado el Espíritu Santo en sus amigos, en sus vecinos, en su lugar de trabajo, en su comunidad; y sea capaz de fomentar esos signos de esperanza con palabras de aliento y de estímulo.
Podemos hacer mucho bien si somos capaces de descubrir y de estimular las cosas buenas que hay a nuestro alrededor. Nadie nos ha pedido que gastemos la vida mirando las sombras, sino que nos desvivamos por alimentar la luz.
Oración inspirada en la reflexión de Los Cinco Minutos del Espíritu Santo del 1 de mayo
Líbrame del pesimismo que apaga el alma y enséñame a ver lo que tú haces en medio de la oscuridad. Dame sensibilidad para reconocer las semillas de esperanza que tú siembras aun en los corazones más heridos.
Hazme portador de palabras que animan, de gestos que consuelan, de acciones que encienden la luz. Que mi presencia en el mundo no sume más sombras, sino que refleje tu amor y tu fuerza transformadora.
Espíritu Santo, que nunca te cansas de crear belleza, haz de mí un instrumento de aliento y confianza. Y si mis ojos se cierran a lo bueno, vuelve a tocarme, para que vuelva a ver con claridad la obra viva de Dios.
No permitas que me acomode en la queja ni en la crítica estéril, sino que
me lance con pasión a descubrir y cuidar la luz que tú enciendes. Te doy
gracias, Espíritu Santo, porque puedo colaborar contigo en la construcción de
un mundo más lleno de fe, de esperanza y de amor.
Amén".
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