"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
JUAN PREPARA EL CAMINO ANTE MÍ
2 Juan, que en la cárcel había oído hablar
de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle:
3 « ¿Eres tú el que ha de venir, o
debemos esperar a otro? »
4 Jesús les respondió: «Id y
contad a Juan lo que oís y veis:
5 los ciegos ven y los cojos andan, los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a
los pobres la Buena Nueva;
6 ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en
mí!»
7 Cuando éstos se marchaban, se
puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto?
¿Una caña agitada por el viento?
8 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre
elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios
de los reyes.
9 Entonces ¿a qué salisteis? ¿A
ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.
10 Este es de quien está escrito:
He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu
camino.
11 « En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. (Mt. 11, 2-11)
Juan Bautista, acabó su misión y no lo hizo
ante el aplauso de los hombres y menos de los poderosos como Herodes. Un
profeta tan veraz y fiel, denuncia con su vida y su palabra la
molicie y la mediocridad de los que buscan el poder y la felicidad en los
bienes de este mundo. Se sienten incómodos teniendo a Juan delante de ellos y
como pueden, sojuzgan su palabra y la hacen
desaparecer, encarcelándola en una oscura mazmorra.
Juan Bautista, está aquí entre hierros, y
no sólo su persona física sufre estos tormentos, sino que su
alma también es puesta a prueba: y surge la zozobra de la
duda: “¿eres tú Jesús, el que ha de venir, o tenemos que esperar
a otro?”. Y podríamos objetar a Juan: ¿pero no has vivido
toda tu vida esperando esta manifestación de Jesús, como el Enviado
del Padre y que se te apareció en el Jordán, con una voz: “Este es mi
Hijo amado, ¿en quién tengo mis complacencias” ?; “¿Y el Espíritu Santo en
forma de paloma, descender sobre Jesús?”.Si, todo esto es
verdad, pero Dios permitió una noche, más lóbrega que la de
la cárcel, que todavía se cerniera sobre el espíritu de Juan.
Y la Palabra de Jesús, no le llegó a Juan como
un: “¡Sí soy Yo!”, sino que puso a prueba su fe, al tener
que adherirse sin titubear a las obras de amor que realizaría el
Mesías, según habían anunciado los profetas: “los ciegos, ven
los sordos oyen... Y a los pobres les es anunciado el Evangelio”. Y
le pidió que, no se escandalizara de la presencia de un
Mesías pobre y humilde que no venía arrasando y destruyendo el mal a
su paso, sino un Ungido de Dios que, llega perdonando y
curando, amando y devolviendo la vida a los que yacen
en las tinieblas: “¡Y, dichoso el que no se escandalice de mí!”.
Porque Jesús, es escándalo, piedra de tropiezo
para los que desean del Mesías signos majestuosos, como aquellos que
Satanás le pidió a Jesús al comienzo de su ministerio, en las tres
terribles y diabólicas tentaciones. Pero Jesús, aquí y
siempre, remite a la Palabra de Dios escrita y revelada en la Sagrada
Escritura. ¿O es que no fue anunciado también en Zacarías: “he
aquí que tu rey viene a ti manso y montado sobre un asno?”. Jesús, viene
al hombre como un manso cordero, no atemorizando, sino atrayendo
suavemente hacia su Corazón.
Y es que Juan Bautista, no sólo preparó el
camino de los corazones hacia Jesús, sino que en la vida y en la
muerte, fue su perfecto Precursor. Juan, un hombre
bueno, entregado totalmente a Dios y a los hombres, fue asesinado por
un rey malvado, sin haber hecho nada que mereciera la muerte, a no ser, porque
se entregó a la Verdad, hasta morir por Ella.
Porque Jesús, es la Verdad, y en
esto, siguió a Juan Bautista, hasta ser llevado a la cruz y
dado muerte de forma ignominiosa.
¡Oh Señor, infúndenos tu Espíritu Santo para asemejarnos en la fidelidad y en el amor a TÍ, como fue el mártir Juan, que te amó más que a sí mismo y sin haber gozado todavía de tu predicación, supo cumplirla en todo, fielmente! ¡Hazlo Señor en mí! ¡Así sea! ¡Amén!
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