Años después, su hermano pequeño Hugo conoció su historia y la llevó de vuelta al hogar paterno. Sin embargo, su padre, preso de un arrebato de ira, mató a su hermano y obligó a Otilia a vivir con los sirvientes de su castillo. Al alcanzar la juventud, su padre decidió prometerla en matrimonio lo que provocó que Otilia, que había jurado los votos monásticos en secreto, huyera y se refugiara en un monte de la Selva Negra. Allí construyó un altar del que brotó un manantial que pronto atrajo a multitud de peregrinos, ya que se decía que curaba las enfermedades de los ojos. Su fama se extendió rápidamente y llegó a oídos de su padre que viajó en su busca para convencerse al fin de su santidad. Por ello le regaló el castillo de Hohenburg (hoy conocido como Odilienberg o Mont Saint Odile) para transformarlo en un monasterio del que Otilia sería primera abadesa y que se regiría por la orden benedictina. Junto al monasterio fundó un hospital y la iglesia de San Juan Bautista, templo donde falleció el 13 de diciembre del año 720 d.C. y donde se conserva y venera su cuerpo.
Los primeros documentos en los que se evidencia el culto a Santa Otilia datan del siglo IX d.C. Su iconografía incluye el hábito de abadesa benedictino y un libro en la mano (Sagradas Escrituras o Regla benedictina) sobre el que descansan dos ojos (Figura 2), a semejanza de la bandeja de Santa Lucía. Fue canonizada el 17 de diciembre de 1050 por el papa León IX y el papa Pío XII la nombró patrona de Alsacia en 1946 (otros autores dicen que ya lo era desde 1807), donde hoy se la venera, como también en Alemania, como patrona d e los enfermos de la vista.
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