"Ventana abierta"
María es verdaderamente Madre de Dios
“Madre de Dios” es el
título dogmático principal y más generalizado de la Virgen en la Iglesia
Católica. De él dependen todos los demás títulos y privilegios que ella tiene.
Ella es Madre de Jesús, Dios y hombre verdadero. Es además el título más
antiguo.
“¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios no tiene
principio?”.
María no engendró a Dios desde la eternidad. María comienza a ser Madre de Dios
cuando el Hijo Eterno se encarnó en sus entrañas (la Encarnación). Se
llama “madre” la mujer que engendra un hijo/hija. Es madre de la persona que
ella engendró.
-Si reconocemos que María
engendró y dio a luz a Jesús, entonces reconocemos que María es madre de Jesús.
-Si además reconocemos que
Jesús es una persona divina (la Segunda Persona de la Trinidad), entonces
reconocemos que María, por ser madre de esa Persona (Jesús) es verdaderamente
Madre de Dios.
En el credo profesamos que
el Hijo es engendrado (eternamente), no creado por Dios. Dios no tenía
necesidad de hacerse hombre pero quiso hacerse. Quiso tener madre
verdaderamente. Gálatas 4,4: “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios
a su Hijo, nacido de mujer”. Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios, por
ende María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.
Dios no necesitaba tener
madre pero la quiso tener para acercarse a nosotros con infinito amor. Dios es
el único que pudo escoger a su madre y, para consternación de algunos y gozo de
otros, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será siempre la Madre de
Dios.
Cuando la Virgen María
visitó a su prima Isabel (Visitación), ésta, movida por el Espíritu Santo, la
reconoció como Madre de Dios al llamarle “Madre de mi Señor” (Cf. Lucas 1,
39-45).
La verdad de que María es
Madre de Dios es parte de la fe de todos los cristianos ortodoxos (de doctrina
recta). Fue proclamada dogmáticamente en el Concilio de Éfeso en el año 431 y
es el primer dogma Mariano. Negar que María es madre de Dios es negar que el
Verbo se hizo hombre (negar la Encarnación de Dios Hijo).
“El Conocimiento de la
verdadera doctrina católica sobre María, será siempre la llave exacta de la
comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia” -Papa Pablo VI
“Y la Madre de Dios es mía,
porque Cristo es mío” -S. Juan de la Cruz.
Saludamos a la Virgen
(Antífona de entrada de la Misa): “Salve, Madre santa, Virgen, Madre del Rey”
Santa María es la madre,
llena de gracia y de virtudes, concebida sin pecado, que es Madre de Dios y
Madre nuestra, y está en los cielos en cuerpo y alma. Después de Cristo,
Ella ocupa el lugar más alto y el más cercano a nosotros, en razón de su
maternidad divina.
La ortodoxia (doctrina
recta) enseña:
-Jesús es una persona divina (no dos personas)
-Jesús tiene dos naturalezas: es Dios y Hombre verdaderamente.
-María es madre de una persona divina y por lo tanto es Madre de Dios.
María es Madre de Dios.
Este es el principal de todos los dogmas Marianos, y la raíz y fundamento de la
dignidad singularísima de la Virgen María.
María es la Madre de Dios,
no desde toda la eternidad sino en el tiempo. El dogma de María Madre de
Dios contiene dos verdades:
1) María es verdaderamente madre: Esto significa que ella
contribuyó en todo en la formación de la naturaleza humana de Cristo, como toda
madre contribuye a la formación del hijo de sus entrañas.
2) María es verdaderamente madre de Dios:
Ella concibió y dio a luz a la segunda persona de la Trinidad, según la
naturaleza humana que El asumió.
El origen Divino de Cristo
no le proviene de María. Pero al ser Cristo una persona de naturalezas divina y
humana. María es tanto madre del hombre como Madre del Dios. María es Madre de
Dios, porque es Madre de Cristo quien es Dios\hombre.
La misión maternal de María
es mencionada desde los primeros credos de la Iglesia. En el Credo de los
Apóstoles: “Creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único hijo,
nuestro Señor que nació de la Virgen María”.
Benedicto XVI, 2008
“El título de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las festividades
navideñas, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad
de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen santísima.
Expresa muy bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los
demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del
Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la
salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.
Y todos sabemos que estos
privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al
contrario, para que estuviera más cerca. En efecto, al estar totalmente con
Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como madre y
como hermana. También el puesto único e irrepetible que María ocupa en la
comunidad de los creyentes deriva de esta vocación suya fundamental a ser la
Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, María es también la Madre del
Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Así pues, justamente, durante el
concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó
solemnemente a María el título de “Madre de la Iglesia”.
Precisamente por ser Madre
de la Iglesia, la Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos
miembros del Cuerpo místico de Cristo. Desde la cruz Jesús encomendó a su Madre
a cada uno de sus discípulos y, al mismo tiempo, encomendó a cada uno de sus
discípulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y
sugestivo relato con las palabras: “Y desde aquella hora el discípulo la acogió
en su casa” (Jn 19, 27).
Así es la traducción española
del texto griego: εiς tά íδια; la acogió en su propia realidad, en su propio
ser. Así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla
en la propia vida (εiς tά íδια) es el testamento del Señor. Por tanto, en el
momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno
de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen María. –
Benedicto XVI, 2008.
¿Cómo puede ser que la
Virgen sea la madre de Dios, si Jesús sólo es parte de Dios , las otras partes
son el Padre y el Espíritu Santo?
En Dios no hay partes. Hay
un solo Dios, una sola esencia divina y tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Este es el misterio de la Santísima Trinidad, revelado en las Sagradas
Escrituras. Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad. Él no es “parte” de
Dios sino que es de la misma naturaleza que el Padre y el Espíritu Santo.
María es verdaderamente la
Madre de Dios porque una madre no es sólo madre del cuerpo de su hijo sino
también de toda la persona. Por ejemplo, Dios creó tu alma en el momento de la
concepción. Tu alma no viene de tu madre ni de tu padre. Sin embargo tu madre
es madre tuya porque eres una persona con cuerpo y alma.
Pues bien, ciertamente la
Persona JESÚS existió siempre porque Él Es, como decimos en el credo, “DIOS
VERDADERO DE DIOS VERDADERO” desde toda la eternidad. El quiso encarnarse en el
tiempo y escogió a María para ser su madre. He aquí la maravilla que celebramos
en Navidad: El Dios eterno se hizo hombre, quiso tener madre y ser como nosotros
en todo menos en el pecado.
Muéstreme dónde en la Biblia dice que María es madre de Dios.
Para empezar le cito Lucas 1,43: ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor
venga a mí?
Son las palabras de Isabel refiriéndose a María como “madre de mi Señor”. Si
crees que María es la madre de Jesús y crees que Jesús es Dios, entonces María
es la Madre de Dios
Hay quienes rechazan el
reinado de María Santísima alegando que ella no puede ser reina ya sólo Jesús
es rey. Estos hermanos no comprenden la naturaleza del Reino. El reino de María
Santísima no es un reino aparte al de su Hijo. Es el mismo reino. Donde Jesús
reina, María Su Madre reina también.
Se trata de dos corazones
eternamente unidos en el amor divino. Dios ha dispuesto que así fuese. María,
lejos de quitarle al reinado de su Hijo, lo propicia. Ella es la más sumisa, la
más fiel en el reino y por eso también la más exaltada.
Lucas 1:48 “porque ha
puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada”
¿Acaso Jesús no honró a su madre?
Cómo entender cuando Jesús pregunta “¿Quien es mi madre?” Mateo 12:47-48.
Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean
hablarte.» Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes
son mis hermanos?» Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos
son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre
celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»
Lucas 11:27-28: Una mujer
de entre la gente, le dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te
criaron!» Pero él (Jesús) dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de
Dios y la guardan.»
En ambos pasajes (Mateo
12:47-48; Lucas 11:27-28) Jesús incluye en su familia a todos los que hacen la
voluntad del Padre. Su reino va más allá de los lazos de sangre, aún mas allá
del pueblo judío. Jesús vino al mundo para reconciliarnos a todos con el Padre
y restaurarnos en la familia como hijos. Todos éramos hijos pródigos y llegamos
a ser familia de Dios gracias a Jesús. Pero debemos responder cumpliendo la
voluntad del Padre, fieles a la alianza de amor.
Jesús no rechaza la honra a
su madre. Más bien enseña que todos podemos participar en su dicha si somos
fieles como ella. Podemos ser entonces incluidos en la familia de Jesús y ser
hijos de Dios e hijos de María.
La razón más profunda por
la que María merece ser honrada es su fe al recibir la Palabra. María cumplió
perfectamente la voluntad de Dios viviendo la alianza de amor. Por eso Dios
pudo hacer maravillas en ella (Cf. Lc 1,49).
San Lucas afirma que María
guardaba la Palabra en su corazón: “María, por su parte, guardaba todas
estas cosas, y las meditaba en su corazón” Lucas 2:19
“(Jesús) vivía sujeto a
ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.” Lucas
2:51
Jesús con frecuencia
utiliza un lenguaje difícil de entender para el hombre de hoy.
Ejemplo: Lucas 14:26 “Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su
madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su
propia vida, no puede ser discípulo mío.”
Este fuerte lenguaje sólo
se entiende en el contexto de toda la enseñanza de Jesús. Él enseña que
honremos a nuestros padres. Él vino para que reine el amor y no el odio. Pero
el amor a Dios debe ser lo primero en nuestro corazón y todo amor debe fluir e
interpretarse en este amor. Nada puede anteponerse a Cristo. Hay que renunciar
a todo apego familiar que obstruya la llamada del Señor.
Es esencial interpretar
correctamente. Por eso necesitamos a la Iglesia. Ella enseña a la luz de los
Padres de la Iglesia que vivieron en los primeros siglos y conocen la
interpretación original. San Agustín, Padre de la Iglesia (siglo IV), comenta
sobre el pasaje de arriba referente a María: “De ahí que María es dichosa
también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el
cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo.
Los fundadores del
protestantismo, Martín Lutero, Juan Calvino y Ulrich Zwingli reconocían la
virginidad perpetua de María como enseñanza bíblica, tal como lo ha reconocido
siempre la Iglesia Católica. Pero en la actualidad muchos protestantes niegan
la virginidad perpetua de María. Se basan en una mala interpretación de Mateo
1,24-25: “Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había
mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un
hijo, y le puso por nombre Jesús”.
Los protestantes alegan que
este pasaje da dos razones para afirmar que María no fue siempre virgen:
1)- La palabra “hasta”. La
Biblia dice que José no “conocía” a María (no tuvo relaciones sexuales con
ella) “hasta” que ella dio a luz. Según los protestantes el uso de la palabra
“hasta” implica que José y María tuvieron relaciones después de ella dar a luz.
Pero esto es una errada interpretación del lenguaje bíblico. Hay muchos pasajes
de la Biblia en que la palabra “hasta” NO indica un cambio posterior de estado.
Por ejemplo, 1 Corintios
15,25: “Porque debe él (Jesús) reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo
sus pies.” Obviamente Cristo NO dejará de reinar después de vencer a sus
enemigos. Más bien será entonces cuando su reino se haga evidente a todos. La
Biblia nos dice que “Cristo reinará para siempre” (Lc 1, 32-33). Otros ejemplos
del uso de la palabra “hasta” sin cambio posterior de estado: A.T: Gen 8, 5y
49,10; Sam 20,3; Judit 12,14 y 16,23. En el N.T.: Mat 28,20; 1 Tim 4,13 y 6,14;
Rom 8,22; Fil 1,5.
Mateo quiso especificar que
el parto de Jesús fue virginal. No especificó lo que ocurrió después. Pero,
igual que en 1 Cor 15,25, se entiende que el reinado de Jesús continúa después
de poner a sus enemigos bajo sus pies, también en Mateo podemos deducir que
María, habiendo dado a luz al Verbo virginalmente, por obra del Espíritu Santo,
se mantuviera siempre virgen, según su propósito expresado en Lc 1,34. Esta es
la fe de la Iglesia de los primeros siglos atestiguada por los padres, como
verá más adelante en este artículo.
2)- En algunas traducciones
del texto dice “dio a luz a su primer nacido” (la Biblia de Jerusalén traduce
“un hijo”). Los protestantes deducen que si Jesús fue el “primer nacido”,
entonces otros hermanos vendrían después. Esto es su error. El “primer nacido”
era un título de privilegio y por eso se hablaba en la cultura judía de “primer
nacido” aunque no tuviese hermanos. Una vez más vemos el error de traducir e
interpretar sin conocer el lenguaje, la cultura y el contexto de aquellos
tiempos.
Ejemplos: David es llamado
el “primer nacido” (salmo 89,28) aunque es el octavo hijo (1 Sam 16). Jesús es
llamado el “primer nacido” de toda la creación (Col 1,15) aunque muchos
nacieron en la carne antes que Él. San Pablo quiere indicar la primacía de
Jesús. Según la ley del A.T., los varones primeros en nacer debían ser
redimidos 40 días después del nacimiento (Ex 34,20). Estos eran “primeros en
nacer” sin saberse si serían o no hijos únicos.
La Biblia nos habla de los
“hermanos de Jesús” pero jamás menciona otros hijos de María sino sólo a
Jesucristo. Es necesario entender que el arameo, lenguaje de Jesús y de los
Apóstoles, utilizaba la misma palabra para referirse a hermanos, como a
parientes y miembros del clan familiar.
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