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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

martes, 22 de julio de 2014

Memorias de un desmemoriado

"Ventana abierta"


Memorias de un desmemoriado

Esta historieta está basada en un escritor, del genial Álvaro de la Iglesia.


Hacía ya tiempo que las editoriales me tentaban a escribir mis memorias, aunque siempre me parecía demasiado pronto para relatarla.
Me había ganado a pulso el reconocimiento en el mundo de las letras hasta convertirme en un prócer, que en el escalafón cultural es el grado más alto. Era una especie de general de la cultura.
Ahora ya cumplidos los ochenta sentí llegada la hora de ponerme a ello, pues aunque pensaba vivir muchos años más, nunca se sabe que nos depara el destino.

Pensaba escribir con absoluta sinceridad, sin omitir ningún detalle. No suavizaré los pasajes más crudos ni omitiré los más escabrosos. Porque si las memorias no son completas y absolutamente sinceras, no vale la pena escribirlas.
Mi avanzada edad me sitúa a mucha distancia de todos los hechos que viví, lo cual me permite tener de ellos una amplia y sosegada perspectiva.
Los recuerdos, lo mismo que los cuadros, se ven mejor cuando se miran desde lejos. Y desde muy lejos iba a mirarlos yo.

Yo nací en la bella ciudad de... de... ¡Caramba! ¿Cómo se llamaba la bella ciudad donde nací? Recuerdo que su nombre empezaba con "s". Pero no era Segovia, ni tampoco Santander. Quizá fuera Soria, aunque me parece que tenía más sílabas...
¡Ya está!: ¡Sotillo! Allí nací; aunque, pensándolo bien, ese nombre no me suena demasiado. Por otra parte Sotillo no es una ciudad, sino un pueblo. Y yo estoy casi seguro de que mi nacimiento tuvo lugar en una ciudad. Claro que también es posible que fuera un pueblo y que a mí, por ser un niño pequeño, me pareciese grande como una ciudad. Pero es igual: en la duda, dejaré en blanco este dato y ya lo rellenaré cuando me acuerde.

En la ciudad donde nací vivió siempre mi padre, que se llamaba Joaquín. No, no: Joaquín era un hermano de mi madre, y por lo tanto mi tío. Mi padre se llamaba José María... ¿O era mi madre la que se llamaba María José? Me consta que uno de los dos tenía un nombre compuesto, pero no puedo precisar si era él o ella. Por más que hago memoria, no logro recordarlo.
Lo que si recuerdo es mi querido perro... ¿O era un gato?...

Y llego bruscamente a una conclusión espantosa: ¡por esperar hasta una edad tan avanzada para escribir mis recuerdos, ahora resulta que ya no recuerdo nada!
¡Estúpido de mí! ¿Cómo no tuve en cuenta que la memoria es lo primero que se pierde al envejecer, y que habiéndola perdido por completo es imposible que escriba mis memorias? Maldita memoria la mía que me abandona dejando en blanco los recuerdos de tan insigne prócer. 

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