"Ventana abierta"
Páginas
▼
domingo, 31 de mayo de 2020
Oración de Comunión Espiritual. Domingo, 31 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Oración de Comunión Espiritual
Con el Espíritu Santo podemos decir: Jesús es Señor.
Ese Jesús que nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre, todos los amigos y amigas que siguen este blog "Seguir la Senda" y a través de éste, podemos hacer ahora juntos, si así lo quieren, la Comunión Espiritual. Es nuestro deseo de recibir el Cuerpo de Cristo que sana nuestros dolores, sufrimientos y angustias.
"Ven, Espíritu Santo, con tu brisa suave, despierta en nuestro corazón el amor que nos haga capaz de superar todos los obstáculos que presentan los miedos humanos capaz de romper todas las barreras de la prudencia miope, capaz de hacernos testigos del Resucitado.
Espíritu Santo, Esplendor de belleza, Luz que brota del seno de la Luz. ¡Ven!
Espíritu Santo, Fuerza creadora del infinito Amor, dulce huésped de las almas. ¡Ven!
Espíritu Santo, artífice de Paz, vínculo que une y nunca divide. ¡Ven!
Espíritu Santo, Divino Consolador, bálsamo que cura toda herida. ¡Ven!
Espíritu Santo, Crisma celestial que nos consagras como templos donde habitas. 'Ven!
Espíritu Santo, Canto de alegría en el corazón de la Iglesia, esposa siempre rejuvenecida por la gracia.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor".
BARRO ANIMADO POR EL ESPÍRITU. Pentecostés. Domingo, 31 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn (20,19-23)
José Antonio Pagola
Jn (20,19-23)
BARRO
ANIMADO POR EL ESPÍRITU
Juan ha cuidado mucho la escena en que Jesús va
a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien claro qué es lo
esencial. Jesús está en el centro de la comunidad, llenando a todos de su paz y
alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús no los ha convocado
solo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el mundo.
Jesús los «envía». No les dice en concreto a
quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: «Como el
Padre me ha enviado, así también os envío yo». Su tarea es la misma de
Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el
mundo lo que ha sido él.
Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha
tratado a los más desvalidos, cómo ha llevado adelante su proyecto de humanizar
la vida, cómo ha sembrado gestos de liberación y de perdón. Las heridas de sus
manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los envía ahora para
que «reproduzcan» su presencia entre las gentes.
Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más
de una vez ha quedado sorprendido de su «fe pequeña». Necesitan su propio
Espíritu para cumplir su misión. Por eso se dispone a hacer con ellos un gesto
muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los
enfermos y los pequeños: «Exhala su aliento sobre ellos y les dice:
Recibid el Espíritu Santo».
El gesto de Jesús tiene una fuerza que no
siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con
«barro»; luego sopló sobre él su «aliento de vida»; y aquel barro se convirtió
en un «viviente». Eso es el ser humano: un poco de barro alentado por el
Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu
de Jesús.
Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos
de barro, teólogos de barro, sacerdotes y obispos de barro, comunidades de
barro… Solo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva. Las zonas donde
su Espíritu no es acogido quedan «muertas». Nos hacen daño a todos, pues nos
impiden actualizar su presencia viva entre nosotros. Muchos no pueden captar en
nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo. No hemos de bautizar
solo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No solo hemos de hablar de
amor, sino amar a las personas como él.
‘Pentecostés, día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla. 29 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
‘Pentecostés, día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica’
Queridos hermanos y
hermanas:
Dirijo esta carta semanal a los miembros de los grupos
apostólicos de la Diócesis. Envío mi saludo más cordial al Delegado Diocesano
de Apostolado Seglar y a todos los militantes cristianos que participaréis en
la Vigilia de Pentecostés reviviendo la efusión del Espíritu Santo sobre la
comunidad apostólica reunida en el cenáculo, congregada y presidida por María,
la madre de Jesús. En Pentecostés la Iglesia, bajo el impulso del Espíritu
Santo, inaugura la misión encomendada por su Señor de predicar el Evangelio
hasta los últimos confines de la tierra.
La acción del Espíritu ocupa un lugar destacado en los
grandes acontecimientos de la Historia de la Salvación. Antes de los tiempos,
en el seno de Dios, el Espíritu unge a Jesús como Mesías, profeta, sacerdote e
hijo amado del Padre. En la Encarnación, inunda a María y, gracias a su sombra
fecunda, el Verbo toma carne en sus purísimas entrañas. En los inicios del
ministerio público de Jesús, el Espíritu le lleva al desierto, se manifiesta en
su bautismo y habla por Él en la sinagoga de Nazareth. En los instantes
supremos de la vida del Señor, la acción del Espíritu hace perfecta y agradable
al Padre su obra redentora; y en Pentecostés se manifiesta en todo su
esplendor.
En Pentecostés “rompe el Espíritu el techo de la tierra y una lengua de fuego
innumerable purifica, renueva, enciende y alegra las entrañas del mundo” (Himno
de Tertia). Desde
entonces, el Espíritu es el alma de la Iglesia porque la unifica, dinamiza y
vivifica. Él es el manantial de los carismas, los dones, funciones y
ministerios (1 Cor, 12,4-6); y es también el corazón de la vida personal de
cada cristiano, hasta el punto de que no podemos decir “Jesús es el Señor, si no es
bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). El Espíritu es
quien deposita en nuestras almas el amor y el anhelo de santidad.
En Pentecostés, el Espíritu se manifiesta como la “la fuerza que pone pie a la
Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo”. A
partir de Pentecostés, los apóstoles, fortalecidos con la fuerza de lo alto,
comienzan a anunciar a Jesucristo en Jerusalén, en Judea, Samaría, Galilea y
hasta los confines del mundo. Desde entonces han sido innumerables los
cristianos laicos que, habiendo escuchado el mandato misionero de Jesús, lo han
mostrado a sus hermanos, con coraje y valentía, con la palabra y, sobre todo,
con el testimonio luminoso de su vida. Por todo ello, Pentecostés es la fiesta
del Apostolado Seglar. También los laicos están destinados al apostolado. Se
trata de una obligación orgánica, que brota de nuestro bautismo, en el que
quedamos incorporados a la misión profética de Cristo, obligación que se acrecentó
al recibir el don del Espíritu en la confirmación.
También vosotros, queridos militantes seglares, estáis
llamados a ser heraldos de la Buena Noticia, a compartir con vuestros hermanos
vuestro mejor tesoro, Jesucristo; a proclamar que vuestro encuentro con Él es
lo más grande que os ha sucedido, porque en Él habéis hallado la luz, la vida,
la esperanza y la alegría. Como los Apóstoles después de Pentecostés, habéis de
acercaros a tantos hombres y mujeres que se debaten en el marasmo de la
desesperanza, del nihilismo y de la infelicidad, para ser testigos del Dios
vivo, de su amor, de la alegría cristiana, de la paz y la esperanza que nacen
de la Buena Noticia del amor de Dios por la humanidad. El testigo es quien
habla con la vida. Así deben ser los sacerdotes ante sus fieles, los padres
ante sus hijos, los educadores ante sus alumnos, y cada uno de vosotros, laicos
cristianos, en el barrio, en el trabajo, en el ocio y en el tiempo libre;
también en la parroquia, implicados en la catequesis, en el acompañamiento de
niños y jóvenes y en los catecumenados de adultos, dispuestos siempre a dar
razón de vuestra fe y de vuestra esperanza.
La solemnidad de Pentecostés es también la fiesta de la
Acción Católica, que de forma asociada, como un cuerpo orgánico, unida
estrechamente al ministerio jerárquico, al obispo, a los sacerdotes, a la
Diócesis y a la parroquia, tantos frutos de evangelización, de santidad y
apostolado ha dado a la Iglesia.
Un nuevo acicate en nuestro compromiso apostólico son
las conclusiones del reciente Congreso de Laicos, que se nos van a recordar en
la Vigilia del próximo día 30. En ella pediremos al Espíritu Santo que su fuego
nos convierta y purifique, que su calor funda el témpano de nuestras tibiezas,
temores y cobardías, que su luz caldee nuestros corazones en el amor de Cristo
y que su fuerza nos ayude a todos a perseverar en nuestra tarea primordial,
anunciar a Jesucristo a nuestro mundo con la palabra y con el testimonio
luminoso de nuestra vida.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Arzobispo de Sevilla. DOMINGO DE PENTECOSTÉS. 31 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
La acción del
Espíritu ocupa un lugar destacado en la Historia de la Salvación. Antes de los
tiempos, el Espíritu unge a Jesús como Mesías, profeta, sacerdote e hijo
bienamado del Padre. En la Encarnación, el Espíritu inunda a María y el Verbo
toma carne en sus purísimas entrañas. En los inicios del ministerio público de
Jesús, el Espíritu le lleva al desierto, se manifiesta en su bautismo y habla
por Él en la sinagoga de Nazareth. En los instantes supremos de la vida de
Jesús, la acción del Espíritu hace perfecta y agradable al Padre su obra
redentora; y en Pentecostés, verdadera eclosión del Espíritu sobre la primera
comunidad de Jerusalén, se manifiesta en todo su esplendor.
Es lógico, pues, que
en la Iglesia invoquemos al Espíritu al comenzar toda obra buena y, muy
especialmente, en la confección y administración de los sacramentos. Gracias a
su acción, los pobres elementos humanos que constituyen la materia de los
sacramentos, se convierten en signos eficaces de gracia.
En Pentecostés, como
rezamos cada día en el himno de Tercia, “rompe el Espíritu el techo de la tierra y una lengua de fuego
innumerable purifica, renueva, enciende y alegra las entrañas del mundo”. Cristo
resucitado nos envía en Pentecostés el Espíritu Santo y nos regala la gracia
salvadora merecida en su Misterio Pascual.
Desde entonces, el
Espíritu es el alma de la Iglesia porque la unifica, dinamiza y vivifica. Él es
también el corazón de la vida de cada cristiano, hasta el punto de que no
podemos decir “Jesús es el Señor, si no es
bajo la acción del Espíritu Santo”. Él es quien deposita
en nuestras almas el amor y el anhelo de santidad y es el motor de nuestra
fidelidad.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Comentarios a la Palabra de Dios. DOMINGO DE PENTECOSTÉS CICLO A - LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO - 31 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
DOMINGO DE
PENTECOSTES
CICLO
A
-
LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO -
I Cor. 12, 3b-7; 12-13
3b
Nadie puede decir: « ¡Jesús es Señor! » sino con el Espíritu Santo.
4
Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo;
5
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo;
6
diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos.
7 A
cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común,
12
Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos
los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo
cuerpo, así también Cristo.
13
Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que
un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu.
(v. 3b) -
La fórmula “Jesús
es el Señor” constituye
la primitiva confesión fundamental de cristianismo: KYRIOS
JESÚS afirma la vinculación total a Él y como es solo posible
vincularse a Dios pues éste nos le ha dado para ser eso: Señor (Fp.
2, 5s.). Así le proclamamos en nuestra liturgia sin mermar nada a Dios y hacer
ésto, de ver en Jesús, tanto al Jesús ambulante en Galilea, como al Crucificado
por Pilato, verle como Señor es obra de un milagro de
iluminación del Espíritu Santo.
(v. 4-6) - Y
ahora pasa S. Pablo a lo concreto de la vida de la comunidad de Corinto, con
una multiplicidad de dones. La vida divina había irrumpido en la Comunidad de
Corinto y el resultado es esta floración primaveral de dones. Pero
una sola es la fuente de la que toda plenitud fluye. Para dar expresión a esta
plenitud formula tres veces la afirmación en versos paralelos, que presentan
una progresión no tanto al designar los efectos del Espíritu
Santo sino como - dones (carismas), ministerios (diakonía) y operaciones (energemata) - determinación de su fuente:
el Espíritu Santo. el Señor, Dios (fuente
trinitaria) = “Dios
lo produce todo en todos”. No es casual que el ministerio esté vinculado al Señor
Jesucristo. La actividad “ad extra”, en el orden de la gracia, es siempre común a las Tres
Personas.
(v. 7)
- Pero todos estos fenómenos pneumáticos tienden sin
excepción al bien espiritual de la comunidad. Este es el punto que
le interesa para aplicarlo a los Corintios, que en los dones sólo habían
buscado su provecho o su solaz o su gloria.
(v. 12) -
Pablo recurre ahora a una imagen para expresar la necesidad y también la
plenitud de la unidad en la diversidad: la unidad del cuerpo. Esta
comparación aparece ya en la literatura antigua (Jenofonte, Tito Livio,
Cicerón, Marco Aurelio, Epicurio),. pero éstos lo aplican a la organización de
un Estado y Pablo al orden de la gracia. Es la Iglesia la
magnitud en la que convergen todas las funciones en la unidad (la Iglesia no la
nombra hasta 12, 28) y la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, es Cristo
mismo.
(v. 13) -
Pablo fundamenta la unidad de esta Iglesia, del cuerpo, en la unidad
del Espíritu que a su vez se recibe por la iniciación
sacramental. Este es el origen de la Iglesia, no viceversa cuando se
reúnen, sino que los creyentes en Cristo se hacen miembros de Cristo porque al
recibir al único Espíritu, se hacen un solo cuerpo. Primero es el Espíritu
Santo en cada fiel.
HOY EL RETO DEL AMOR ES ENTREGAR A JESÚS TODO “TU ARMARIO”. Domingo, 31 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
UN “CAMBIO DE ARMARIO”
Ayer por la tarde, aproveché para hacer el cambio de
armario. Con estos calores tan raros en un pueblo como Lerma, tiene pinta de
que nos aguarda un verano caluroso. Así que, aunque dicen eso de que “hasta el
40 de mayo no te quites el sayo... “, ayer me abalancé a retirar lo de invierno
y cambiarlo por lo de verano.
Llega un momento en el que todo sobra: los jerseys, las
mantas en la cama, las sábanas de franela... y, cuando llega la ropa de verano,
de pronto es súper apetecible, fresquita y cómoda. ¡Hasta uno mismo se siente
más ligero!
Después, cuando llegué a la oración, me acordé de que
estábamos en vísperas de Pentecostés, y el Señor me regaló entender que, lo que
hace el Espíritu Santo en nosotros, es eso mismo. Al llegar, como en un nuevo
Pentecostés, nos inunda y realiza ese “cambio de armario” en nosotros.
Él realiza la obra de regalarnos dejar atrás nuestra
antigua mentalidad, nuestras ideas invernales, nuestras capas y capas... y da
paso a una nueva Vida.
Es lo que les sucedió a los apóstoles: vieron a Jesús
morir, y esto ya les rompió sus esquemas, pero después se les apareció
Resucitado, y así fueron comenzando a dejar atrás lo antiguo, el modo antiguo
de vivir...
De manera que ellos fueron dejando que Jesús les vaciara
sus armarios, y esperaron que el Espíritu llegara con todo nuevo, con un aire
fresco. De pronto comprendieron todo, se dejaron cambiar de vida, y ya no
tenían ningún miedo al frío, porque llevaban el calor, el Amor de Dios, en sus
corazones.
Hoy el reto del amor es entregar a Jesús todo “tu
armario”: tu mente y sus razones, todas tus vivencias, tus miedos e
inseguridades, y dejes que el Espíritu Santo llene de nuevo tu vida con un
nuevo aliento de Vida.
VIVE DE CRISTO
https://www.facebook.com/Noviciado-Dominicas-Lerma-244473686123476
¡Feliz día!
©Producciones es El- Vive de Cristo (Dominicas Lerma)
Prohibido cualquier reproducción para uso comercial.
Sólo se permite un uso para actividades de evangelización
siempre que se publiquen sin ningún tipo de modificación.
https://www.instagram.com/noviciadodominicaslerma/
https://www.facebook.com/Noviciado-Dominicas-Lerma-244473686123476
http://dominicaslerma.es/
¡Feliz día!
©Producciones es El- Vive de Cristo (Dominicas Lerma)
Prohibido cualquier reproducción para uso comercial.
Sólo se permite un uso para actividades de evangelización
siempre que se publiquen sin ningún tipo de modificación.
La Paz del Señor. Domingo, 31 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
La Paz del Señor
En el Espíritu de Cristo resucitado, démonos amigos/as., fraternalmente la Paz.
Es mi deseo de Paz para todos.
La Paz de Cristo resucitado, en especial para vosotros: los enfermos, los ancianos, y los que os halláis pasando por cualquier tipo de dificultad.
La Paz que nos llega por el Espíritu prometido.
sábado, 30 de mayo de 2020
Hoy los santuarios rezan con el Papa. Sábado, 30 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Hoy los santuarios rezan con el Papa
Inicio / Vaticano
ReligiónenLibertad
El rezo del Rosario se producirá hoy 30 de mayo a las 17.30 en la gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos
El Papa Francisco, unido a los santuarios del mundo, rezará un Rosario para el fin de la pandemia
El Papa Francisco rezará a las 17.30 horas un rosario online desde la gruta de Lourdes de los Jardines del Vaticano para pedir ayuda y su intercesión frente a la pandemia de coronavirus. Con una sola voz unida en oración a la Virgen se ha invitado a participar a todos los santuarios del mundo para que desde todos los rincones se pida junto al sucesor de Pedro la intervención de la Madre de Dios ante tanto sufrimiento.
La intención de este Rosario pasa por pedir consuelo a la Virgen. Y para ello, el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, ha enviado una carta a los rectores de los santuarios que hay en el mundo.
La iniciativa del Rosario encabezado por el Santo Padre, organizado por este Pontificio Consejo, tiene como lema una cita de los Hechos de los Apóstoles (1, 14): "Todos se unieron constantemente en oración, junto con María".
De este modo, Fisichella explica que “a la luz de la situación de emergencia causada por la pandemia de coronavirus que ha provocado la interrupción de la actividad normal de todos los santuarios y la interrupción de todas las peregrinaciones, el Papa Francisco desea expresar un gesto de cercanía a cada uno de ustedes con la recitación del Santo Rosario”.
En esta carta, la Santa Sede pide a los santuarios católicos que participen en este acto de oración que encabezará el Papa recitando su propio Rosario a la misma hora del acto en Roma, siempre de acuerdo con las medidas de seguridad e higiene.
Del mismo modo, monseñor Fisichella ha pedido a estos santuarios que en la medida de sus posibilidades retransmitan ellos mismos vía satélite y lo compartan con el Vaticano para que las imágenes del rezo del Rosario en los distintos santuarios puedan compartirse durante el acto presidido por el Papa.
En principio este hecho no será un problema pues debido a la pandemia muchos de estos santuarios tuvieron que cerrar sus puertas y retransmitir las celebraciones y oraciones vía streaming.
Arzobispo de Sevilla. SOLEMNIDAD DE SAN FERNANDO. Sábado 30 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
SOLEMNIDAD DE SAN FERNANDO
Celebramos hoy la
fiesta de san Fernando, que nos recuerda a todos, una verdad fundamental
declarada por la Iglesia, que él vivió, la llamada universal a la santidad.
Todos, sacerdotes, consagrados y laicos, solteros y casados, como el santo Rey,
jóvenes y mayores, estamos llamados a la santidad más alta. Todos estamos
llamados a participar de la vida y santidad del Padre, que nos ha engendrado;
santidad que nos ha merecido Jesucristo, el Hijo, con su sacrificio redentor;
santidad que es el mismo Espíritu Santo, recibido como huésped y don en
nuestras almas.
El empeño por la santidad no es para una élite o para
una minoría selecta. Nos urge a todos los bautizados. Por ello, sería un
contrasentido contentarse con una religiosidad liviana y superficial. En el bautismo
fuimos consagrados a Aquel que es por excelencia el Santo, el tres veces Santo. En aquel día, sin duda el
más importante de nuestra vida, entramos en la órbita de la santidad de Dios
por medio de la inserción en Cristo y la habitación del Espíritu Santo.
La santidad es el sentido último de toda la actividad
de la Iglesia, de la vida de una parroquia, del trabajo del sacerdote y de toda
programación pastoral. Es la meta final de la educación cristiana en la
familia, de la catequesis, de la enseñanza religiosa escolar, de todas las
instituciones eclesiales, de los consejos, hermandades, cofradías, movimientos
y asociaciones. Ningún otro objetivo, ni la caridad y el servicio a los más
pobres, debe anteponerse a este empeño que constituye la finalidad casi única
de la Iglesia, porque sin el fundamento de la santidad de vida los mejores
impulsos de fraternidad terminan agostándose por falta de raíces, pues sólo los
santos han amado hasta el final.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Archidiócesis de Sevilla. Homilía del Arzobispo en la Vigilia de Pentecostés 2020. Sábado, 30 - Mayo - 2020
"Ventana abierta"
Homilía del Arzobispo en la
Vigilia de Pentecostés 2020
Comienzo mi homilía
dando gracias a Dios que nos permite a los pastores y a los grupos y
movimientos de Apostolado Seglar y de Acción Católica reunirnos un año más para
actualizar el misterio de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre
los Apóstoles, reunidos en oración en el cenáculo con María la Madre de Jesús,
(Hch1,14). El día de Pentecostés la fuerza y el fuego del Espíritu les unge con
sus dones. A partir de ese momento, robustecidos con la fuerza de lo alto,
inician su misión en las calles y en las plazas anunciando las maravillas de
Dios.
En esta tarde, como María y los Apóstoles en el primer
Pentecostés, nos hemos reunido en nuestra catedral para invocar al Espíritu.
Necesitamos que su fuego nos convierta y purifique. Necesitamos que su calor
funda el témpano de nuestra tibieza, temores y cobardías. Necesitamos que su
luz caldee nuestros corazones en el amor de Cristo. Necesitamos los dones y los
frutos del Espíritu en este momento crucial, en el que no podemos sustraernos
al dolor de nuestro pueblo.
En la primera lectura, el profeta Ezequiel contempla
una inmensa llanura llena de huesos secos, una descripción metafórica de la
situación del pueblo de Israel abatido en el destierro de Babilonia, que no
cesa de repetir: Se
ha desvanecido nuestra esperanza, todo se ha acabado para nosotros. Estamos
perdidos. El Señor le responde con estas palabras: He aquí que yo abro vuestros
sepulcros; os haré salir de vuestros sepulcros… Infundiré mi espíritu en
vosotros y viviréis. Se refiere aquí el profeta no a la
resurrección de los muertos al final de los tiempos, sino a la resurrección
actual de los corazones. Aquellos cadáveres, gracias al Espíritu se reanimaron,
se pusieron en pie y formaron -nos ha dicho Ezequiel- un enorme, inmenso ejército.
Era el pueblo de Israel que volvía esperanzado, tras el exilio.
En realidad, se puede estar muerto, incluso antes de
morir. No hablo sólo de la muerte del alma a causa del pecado. Hablo sobre todo
de la ausencia total de alegría, de energía, de esperanza, de deseo de luchar y
de vivir, que no es otra cosa que la muerte del corazón. Estamos viviendo meses
de muchísimo sufrimiento y de estupor ante algo que antes ni habíamos conocido
ni esperábamos. A causa de la epidemia que nos ha cercado, muchos estamos
sumidos en una situación psicológica y espiritual de temor, de infinita
tristeza, de desesperanza, con miles de muertos sin el consuelo y la cercanía
de sus familiares, muchos de ellos ancianos que nos han legado su sudor y su
trabajo para que tuviéramos una España mejor, con centenares de miles de
enfermos, con el dolor de los trabajadores que se han quedado sin trabajo y no
saben cómo van a sacar adelante a sus familias…
Por todos ellos en estas semanas hemos levantado los
brazos al cielo, pidiendo que cese tanto sufrimiento. Es posible que más de uno
hayamos recordado el grito de Jesús en los instantes postreros de su vida: Dios mío, Dios mío, por qué me
has abandonado, pregunta que muchos hemos repetido al Señor en
estos días ante la desventura que aflige a nuestro mundo. Para todos nosotros,
el relato de los huesos secos que reviven gracias a la acción del Espíritu de
Dios nos llega como un repique de campanas en la mañana de Pascua porque hay
quien puede brindarnos la resurrección del corazón.
Dios nuestro Señor, que de los males saca bienes, por
medio de su Espíritu, al que en esta tarde y siempre invocamos, quiere
convertir esta tragedia en un acontecimiento de gracia. El papa Francisco nos
decía hace dos meses que el coronavirus ha puesto al descubierto nuestra
vulnerabilidad y las falsas y superfluas seguridades con las que hemos
construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades. El Papa
aseguraba que la pandemia nos muestra lo mucho que nos habíamos alejado del
Señor, olvidándonos de Él y organizando nuestra vida al margen de Él y de su
amor, de quien da fuerza y consistencia a nuestra vida y nos da la inmunidad
necesaria para hacer frente a la adversidad.
En los últimos decenios, la Humanidad se ha sentido
fuerte y orgullosa de sus triunfos técnicos, se ha sentido capaz de todo, se ha
dejado seducir por el progreso material, abandonando la espiritualidad. Nos
hemos sentido fuertes y, ante los avances de la medicina, casi invulnerables.
Hemos desoído el grito de los pobres y las llamadas del Señor. Un ser
microscópico nos ha despertado del sueño prometeico del progreso infinito y nos
ha devuelto a nuestra realidad de criaturas limitadas e indigentes.
La epidemia que
estamos padeciendo es una llamada apremiante del Espíritu a la conversión,
condición inexcusable para anunciar a Jesucristo, pues sin cristianos
convertidos no es posible la evangelización. El Espíritu Santo nos regala en
esta vigilia de Pentecostés los dones de la sabiduría, del consejo, la
fortaleza, la piedad y el temor de Dios, para que renovemos nuestra fe, nuestra
confianza y nuestra entrega a Él. De este modo, este tiempo de prueba se
convertirá en un tiempo de gracia, tiempo de enderezar el rumbo de nuestra vida
y de convertirnos al Señor y a nuestros hermanos.
En la segunda lectura nos ha dicho san Pablo que el
Espíritu Santo gime en nuestro interior. Gime por tantos hijos de Dios que
yacen llenos de heridas en las cunetas de la vida social, los pobres de
Torreblanca, de los Pajaritos, de las Tres mil Viviendas o del Vacie, los
pobres que piden en las puertas de las iglesias o que duermen en los cajeros o
en las calles, los descartados de los que tantas veces nos ha hablado el Papa.
Que, como el Buen Samaritano, no pasemos de largo ante el dolor de la
humanidad.
El Papa nos ha invitado a luchar contra el egoísmo, no
consintiendo que nos golpee el peor de los virus, el virus de la indiferencia,
sino que nos sintamos miembros de una única familia que se sostienen mutuamente
y que no dejan atrás a ninguno de los suyos. Que seamos instrumentos humildes
en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, que manifestemos de
forma concreta y palpable la ternura y la misericordia de Jesús, haciendo que
la persona que sufre se sienta amada.
No olvidemos la misteriosa identificación de Jesús con
sus predilectos, los pobres. Cuando servimos a los pobres, servimos al Señor.
Cuando vemos y tocamos a los pobres y enfermos estamos tocando la carne de
Cristo. Así lo encarecía el venerable Miguel Mañara, un laico sevillano como
vosotros, a sus hermanos de la Santa Caridad de Sevilla al pedirles que
asistieran a los enfermos no desde el hieratismo de un podio, sino desde la
cercanía y la inmediatez corporal, lavando, curando y besando sus llagas, pues “debajo de aquellos
trapos –escribe Mañara- está Cristo pobre, su Dios y Señor”.
Soy consciente de que
estoy hablando a los responsables del apostolado seglar de nuestra
Archidiócesis, a los que no es necesario recordar la íntima relación que existe
entre evangelización y promoción humana, entre anuncio salvífico y desear,
buscar y cuidar el bien de los demás. A todos os recuerdo que la evangelización
se legitima a través del amor misericordioso y compasivo. La vida de la Iglesia
es auténtica y creíble su mensaje cuando hace de la misericordia su razón de
ser.
En la secuencia hemos invocado al Espíritu Santo como
padre amoroso del pobre. Pidámosle que nos regale sus dones y frutos, la
piedad, la caridad, la generosidad, la bondad y la benignidad con los hermanos.
Que Él libere a la humanidad de la epidemia y que nos ayude a todos a cumplir
la misión prioritaria de la Iglesia, que nunca debe cansarse de ofrecer
misericordia, estando siempre dispuesta a confortar, compartir y servir. Así
sea.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla