"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
SOLEMNIDAD DE SAN FERNANDO
Celebramos hoy la
fiesta de san Fernando, que nos recuerda a todos, una verdad fundamental
declarada por la Iglesia, que él vivió, la llamada universal a la santidad.
Todos, sacerdotes, consagrados y laicos, solteros y casados, como el santo Rey,
jóvenes y mayores, estamos llamados a la santidad más alta. Todos estamos
llamados a participar de la vida y santidad del Padre, que nos ha engendrado;
santidad que nos ha merecido Jesucristo, el Hijo, con su sacrificio redentor;
santidad que es el mismo Espíritu Santo, recibido como huésped y don en
nuestras almas.
El empeño por la santidad no es para una élite o para
una minoría selecta. Nos urge a todos los bautizados. Por ello, sería un
contrasentido contentarse con una religiosidad liviana y superficial. En el bautismo
fuimos consagrados a Aquel que es por excelencia el Santo, el tres veces Santo. En aquel día, sin duda el
más importante de nuestra vida, entramos en la órbita de la santidad de Dios
por medio de la inserción en Cristo y la habitación del Espíritu Santo.
La santidad es el sentido último de toda la actividad
de la Iglesia, de la vida de una parroquia, del trabajo del sacerdote y de toda
programación pastoral. Es la meta final de la educación cristiana en la
familia, de la catequesis, de la enseñanza religiosa escolar, de todas las
instituciones eclesiales, de los consejos, hermandades, cofradías, movimientos
y asociaciones. Ningún otro objetivo, ni la caridad y el servicio a los más
pobres, debe anteponerse a este empeño que constituye la finalidad casi única
de la Iglesia, porque sin el fundamento de la santidad de vida los mejores
impulsos de fraternidad terminan agostándose por falta de raíces, pues sólo los
santos han amado hasta el final.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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