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sábado, 21 de junio de 2025

RINCÓN PARA ORAR. "TODOS QUEDAMOS SACIADOS CON TU CUERPO Y SANGRE". Sábado, 21 - Junio - 2025.

"Ventana abierta"

RINCÓN PARA ORAR


SOR MATILDE

TODOS QUEDAMOS SACIADOS CON TU CUERPO Y SANGRE

11 Pero las gentes lo supieron, y le siguieron; y él, acogiéndolas, les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados.

12 Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan  a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado. »

13 El les dijo: «Dadles vosotros de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces;  a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. »

14 Pues había como 5.000 hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta.»

15 Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos.

16 Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente.

17 Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.

En este Evangelio, Jesús, da de comer a tres mil hombres y, más, hasta quedar saciados. El hambre material de los que escuchan la Palabra de Dios, es signo y señal de otra hambre mucho más voraz que, acosa al hombre durante toda su vida: el hambre de Dios: “Mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”. Esto cantaba el salmista y, eso que no había recibido todavía la plenitud de la Salvación en Jesús, el Hijo de Dios. “¡Este es en verdad el Mesías, el que tenía que venir al mundo!”. Y en el tiempo de Dios,  esto se ha cumplido.

Pero Jesús, tenía reservado un tiempo en el que nos daría a comer su Cuerpo y a beber su Sangre. Éste es el día en el que instituyó el Sacramento de su Eucaristía.  Porque, decía Jesús a los suyos: “con ansia, he deseado comer esta comida Pascual con vosotros, antes de padecer”. El “ansia” de Dios por darnos a Sí mismo, a cada hombre y a muchos, es un deseo más voraz que el del salmista, porque ¿quién podrá escudriñar esa ansia de Dios sino el Espíritu Santo que, habita en Él?

Hoy, celebramos el encuentro inaudito de nuestra carne mortal con la Carne Sacramental y Resucitada del Señor Jesús, Señor Nuestro. Y, esto lo llamamos Sacramento porque es sagrado, no profano, del cielo y no de la tierra. “Jesús, en la noche en que lo iban a entregar, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros, haced esto, en memoria mía. Y, del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz y dando gracias, de nuevo dijo: tomad y bebed todos de ÉI porque Éste es el cáliz de mi Sangre”...

Jesús, es Dios y Hombre verdadero, por ello, pudo hacer estas maravillas. Pero, como este Misterio de Amor, lo hizo a favor nuestro, está como “con gran deseo” habitar en cada uno que lo recibe con fe y devoción. Y, sobre todo, con el mayor amor que hemos concebido en nuestro corazón. Así, hay una promesa de Dios para sus amadores: “al que me ama lo amará mi Padre y, lo amaré yo y, 1/ me manifestare a él. Y, 2/ haré mi morada en él”.

¿Qué más pudimos desear y añorar de nuestro Buen Dios? Él, se nos ha dado totalmente y, ¿no nos partiremos y entregaremos allí donde Él habita con predilección: en los pobres? Los pobres, son el mejor y más transparente lugar para manifestar el manjar de vida eterna que nos es dado según nuestra ansia y nuestro deseo voraz de Dios, de eternidad, de ver nuestro cuerpo transformado en cuerpo glorioso como el de Jesús y, con él mismo Jesús. Es la promesa que Él ha hecho a los que comen su Cuerpo y deben su Sangre.

¡Señor Dios, danos a comer tu Cuerpo y a beber tu Sangre, cada día y siempre hasta que podamos contemplar tu Rostro en el cielo donde Tú con el Padre y el Espíritu Santo habitas eternamente, recibiendo adoración de todas tus criaturas, por los siglos de los siglos! ¡Amén! ¡Amén!

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