"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
DOMINGO DE LA QUINTA SEMANA DE
PASCUA
Hablándonos de la
primera comunidad cristiana de Jerusalén, nos dice el libro de los Hechos que
“la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie
consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común” (Hech
4,32-37). El compromiso fraterno de los primeros cristianos suscitó la
admiración de los paganos que, como atestigua Tertuliano hacia el año 200 en su
Apologeticus, afirmaban: “¡Mirad cómo se aman! Mirad cómo están dispuestos a
morir el uno por el otro”.
La primera lectura de este domingo quinto de Pascua nos
informa que en ocasiones hubo algunas tensiones. El libro de los Hechos nos
dice que, al crecer el número de discípulos en la Iglesia de Jerusalén, los
discípulos de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea porque en
el servicio diario no se atendía a sus viudas. Por ello, los Apóstoles,
conscientes de que ellos no podían abandonar la oración y la predicación,
eligen para el servicio de las mesas a siete diáconos, entre los que sobresale
Esteban, para que se dediquen al servicio de las viudas, los huérfanos, los
esclavos y los enfermos, es decir, los más abandonados por la sociedad de
entonces (Hch 6,1-6).
Este texto nos ayuda a comprender que la vida cristiana
es un misterio de servicio a nuestros hermanos, que todos estamos llamados a
ser siervos y servidores de los más débiles, de los más despreciados y
necesitados, acogiéndoles y cuidándoles con el estilo de Jesús. Todos nos
debemos comprometer en primera persona en la caridad hacia los pobres, que hoy
la pandemia multiplica, acogiéndoles cómo les acogería el Señor, sabiendo que
detrás de la persona que sufre está el Señor que se identifica misteriosamente
con los más necesitados.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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