"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
VIERNES DE LA QUINTA SEMANA
En nuestra
peregrinación cuaresmal hemos llegado ya al Viernes de Dolores. El culto a la
Virgen de los Dolores surge en Alemania en el primer cuarto del siglo XV, pero
es a partir del siglo XVIII, cuando se propaga por toda la cristiandad la
devoción a los Siete Dolores de la Santísima Virgen, que ella experimenta en
las horas que transcurren desde la noche de Jueves Santo, hasta la mañana de
Pascua florida. En ellas, vive con dolor indescriptible la traición de Judas y
el prendimiento, el abandono de los Apóstoles, el simulacro de juicio de los
sumos sacerdotes, la cobardía cómplice de Pilatos, la coronación de espinas, la
tortura en el Pretorio, el camino hacia el Calvario, la crucifixión, la larga
agonía y la muerte de su Hijo.
Algunos Padres de la Iglesia
de los siglos IV y V asignan a María un doble alumbramiento: el primero sin
dolor, sin llanto ni gritos, sin mancha y sin sangre, el alumbramiento virginal
de la madre de Dios en Belén. El segundo es doloroso y cruento. Tiene lugar en
el Calvario, donde todos nosotros hemos nacido como hijos de la Virgen. A este
segundo alumbramiento se refiere el Apocalipsis cuando nos narra la portentosa
visión de la mujer rodeada de sol, con la luna por pedestal, coronada con doce
estrellas, que grita con los dolores de parto (Apoc 12,1-2). Es el dolor
inaudito de María que sabe que está dando a luz una muchedumbre incontable de
hijos, convencida además de que este alumbramiento tiene un precio, la sangre
preciosa de su Hijo unigénito.
A la Virgen de los Dolores
encomendamos en este día el dolor inmenso de la Humanidad en esta hora. Que
ella se apiade de nosotros e interceda ante su Hijo para que acelere el final
de la tragedia que estamos viviendo.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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