"Ventana abierta""
Archidiócesis de sevilla
JUEVES DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA
La enfermedad
espiritual más perniciosa en nuestro tiempo es la desesperación, el desaliento,
la pérdida de confianza en uno mismo, en la vida y hasta en Dios y en la
Iglesia. En estos días no faltan quienes creen que Dios nuestro Señor nos ha
abandonado, que ha abandonado a la humanidad a su suerte. No es así. En estos
días terribles no podemos perder la esperanza ni la confianza en Dios, que nos
sigue queriendo, que vela por nosotros y que permite esta prueba para nuestro
bien.
La vida es imposible sin esperanza. Se acaba la vida
cuando se acaba la esperanza. La esperanza es milagrosa. Cuando renace en un
corazón, todo es diferente, aunque nada haya cambiado. Cuando renace la
esperanza renace la alegría. San Pablo escribe que los creyentes son «salvados en esperanza» (Rm 8, 24). Nuestra
esperanza es el Señor.
En la encíclica Spe
Salvi, el papa Benedicto nos brindaba el testimonio de la santa
sudanesa Josefina Bakhita, canonizada por Juan Pablo II, vendida cinco veces
como esclava, torturada y azotada múltiples veces, como atestiguan las 144
cicatrices que se descubrieron en su cuerpo tras su muerte. Después de conocer
y sufrir a cinco terribles amos, llegó a conocer un Amo totalmente diferente:
el Dios vivo, el Dios de Jesucristo, señor de los señores, la bondad en
persona, alguien que le había llamado a la existencia, la conocía, la amaba, se
había dejado crucificar por ella y ahora la esperaba a la derecha del Padre. “En este momento –nos dice el Papa- tuvo «esperanza»; no sólo la pequeña esperanza de encontrar
amos menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda
lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través
del conocimiento de esta esperanza ella fue «redimida», ya no se sentía
esclava, sino hija libre de Dios” (n. 3).
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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