"Ventana abierta"
El día que se cayó de
su caballo me encontraba observándolo hacer sus piruetas y sus ejercicios de
trote. Allí charlando junto a una buena amiga y su hijo ya adulto, también con
autismo, veo como en segundos se desliza y cae a tierra. Mi reacción
instintiva fue correr hacia él, pero mi amiga me detuvo: “No fue grave, déjalo!
él lo puede hacer solo”.
En medio de mi
angustia lo veo sacudirse, mirarse sus rodillas, sus brazos y volver a montar
su animal con la ayuda serena del mejor instructor que haya conocido. Porque a
él no le gusta quedarse en el suelo, este chico es de retos.
Los demás caballos,
cinco si mi memoria no me falla, se acercaron en un signo que en principio
interpreté como curiosidad. Agacharon sus cabezas y rascaron la tierra con sus
patas.
Luego me dijeron que
eso en “lenguaje de caballos” significa que este pequeño se había ganado el respeto
y la admiración de ellos, de sus amigos, los caballos.
Sólo me acerqué a
tomar la imagen que ven abriendo esta entrada. La evidencia de una fábula que
me dejó muchas lecciones aprendidas.
Ese día reconocí al
valiente, al guerrero, al invencible.
Me sentí un poco
sorprendida al ver a estos humildes y a la vez imponentes animales reconocer
esa valentía antes que yo.
Quizá así es esta
sociedad, así es el mundo…Todo en el autismo se ve desde la dificultad y el
defecto de obligatoria corrección. Olvidamos la fortaleza con la cual vienen
dotados para compensar las dificultades innegables de la condición. Nos
perdemos de admirar su valentía cegados por su aparente vulnerabilidad.
Y como toda fábula
debe cerrar con moraleja…
Estén atentos a las
lecciones que la vida les enseña a través de estos seres maravillosos, nuestros
hijos y observemos desde el corazón sin tanta razón, así como lo hace la
naturaleza. Esa que los ve como son: Perfectos.
Extraído del blog
“Burbujitas de Esperanza”
Autismo con corazón
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