Páginas

lunes, 30 de mayo de 2011


“Ventana abierta”.

Mientras duermes.

Es un placer saludar a quienes pasen por mi “Ventana

abierta” y la vuestra.





Mi querida hija, llevo un rato observando el suave ritmo de tu
respiración mientras duermes.
Por la mañana te he regañado porque consideré que te vestías con

lentitud.
Luego en el desayuno, te llamé torpe al ver los cereales
desparramados, que recogí entre bufidos.
Cuando abrías la puerta para salir al colegio no te he despedido con
un beso, sino que te acusé de no saber cómo se mira un reloj. Tú
me has sonreído dócilmente y me has dicho: “Adios mamá”.
Por la tarde yo hablaba por teléfono mientras tú jugabas en el
salón, cantando y gesticulando, con tus muñecos distribuidos por el
suelo. Impaciente te he pedido que dejases de hacer ruido y te he

ordenado con tono de sargento:
 “Haz los deberes ahora mismo y deja de perder el tiempo”. Luego
pasé más de una hora al teléfono mientras tú hacías los deberes en
silencio.
Por la noche yo continuaba ocupada en lo mío. Te has acercado con
paso vacilante. “Mamá” –me has llamado-.
“¡Qué pasa ahora!” –resoplé mirando al techo creyéndome una
víctima importante.
“Mamá, ¿leemos un cuento?”
“¿Acaso no sabes que estoy trabajando?”
Al verte inmóvil junto a mí, he destruido el rescoldo de tus
esperanzas diciéndote abruptamente:
Tu cuarto continúa desarreglado y desordenado. ¿Cuántas veces
tengo que decírtelo? ¡Vete a recogerlo ahora mismo!”
Te alejaste cabizbaja hacia tu habitación.

Al cabo de un ratito has asomado la cabeza por la puerta:

“¿Es que todavía sigues aquí?” –te reñí enfadada-.

Tú sin decir palabra, te has acercado y, echándome los brazos al

cuello, me has besado en la mejilla:

 “Buenas noches, mamá. Te quiero mucho”-has dicho-.

Y luego, tan silenciosamente como apareciste, te has marchado.

Yo me he quedado durante un rato con la mirada fija, invadida por

el remordimiento, preguntándome en qué momento del día he

perdido la orientación.

Tú no eres la causa de mi mal humor, sólo eres una niña ocupada

en la tarea de crecer mientras yo, perdida en un mundo de adultos,

te he exigido que aguantases la alteración de mi carácter y mi falta

de ternura.

A pesar de todo, me has regalado un beso.

Y ahora, al verte dormir, deseo que el día vuelva a empezar para

ofrecerte:

Una sonrisa en la mañana.

Una palabra de aliento por la tarde.

Un cuento antes de dormir.

Y sobre todo, para permitirme el lujo de disfrutar siendo tu mamá.



¡Besitos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario