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sábado, 30 de abril de 2011

Las molestias de la partida.

María creyó y dijo "Sí".



Todo fue precisamente por haber creído, porque le dijo al Señor "Sí" en aquel mediodía de los tiempos.


Apenas el Señor bajó a tu pobreza comenzaron tus partidas.
El ángel  se alejó y Tú te fuiste sin demora a una montaña de Judá.
Allí hiciste felices a Isabel tu prima, y al hijo que llevaba en sus entrañas.



Cumplida tu tarea regresaste sencillamente a tu casa.


Otro día cuando esperabas en tu silencio de Nazaret, te llegó otra orden de partida a Belén de Judá, la ciudad de David, porque allí en la "Casa del Pan" había de nacer el Niño.


Tu partida costosa fue el preanuncio de la Salvación que ya llegaba a la primera Nochebuena de los siglos.


Una noche, inesperadamente el Ángel del Señor le habló a tu esposo, y José se levantó, tomó de noche al Niño y a su Madre y se fue a Egipto.


Fué la tercera vez que pedían tu partida.

Y más tarde todavía, cuando ya te habías acostumbrado a lo previsorio del destierro, otra vez el Ángel del Señor habló a José y le dijo:
"Levántate, toma al Niño y a su Madre y regresa a la tierra de Israel".


Tu vida estaba señalada por las despedidas.



Pues tenemos que pedir a María:
Que nos ayude de verdad a ser valientes.
A saber también nosotros ponernos en camino siempre y en todo momento.
A tener ese coraje de partir, de no instalarnos.


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