DÍA DE LAS MADRES
Se llamaba Roberto. Era un muchacho de diez años alegre y cariñoso.
Bueno, había oído hablar de que los proveedores de su casa: lechería, tienda de comestibles, etc… pasaban a cobrar la factura de los alimentos que llevaban de la tienda; y él se decidió a presentarle a su madre sus cuentas por los servicios que realizaba en la casa.
A la hora de la comida, se encontró la madre en su plato un papel escrito en el que se leía:
Mamá debe a su hijo Roberto por varios recados: 20 pesetas.
Por ir a las compras: 30 pts.
Por su buen puesto en el colegio: 40 pts.
Por haber ido a por el pan: 10 pts.
Total: 100 pts.
La madre leyó en silencio la factura.
A la hora de cenar, Roberto encontró junto a su plato las 100 pesetas como pago por todos los servicios; y cuando alegremente se las metía en el bolsillo, se encontró también otra factura que decía:
Roberto debe a su madre:
Por más de cien noches en vela sin dormir junto a él cuando estaba enfermo: Nada.
Por diez años pasados felices en casa: Nada.
Por diez años de atenciones, de inquietudes, de alimentos, de consejos, de paciencia: Nada.
Por vestirle cuando era pequeñito, llevarle de paseo, cuidarle:
Total: Nada.
Roberto al leer esta nota de su madre quedó confuso y, avergonzado, abrazó a su madre y le pidió perdón; y sacando el dinero de su bolsillo se lo entregó a su madre.
¡Una madre nunca debe nada a sus hijos!
Pero no olvidemos:
¡Tampoco un hijo tiene que estar en actitud de agradecimiento constante!
Que pongamos en proyección en esta fiesta del Día de las Madres, en este primer domingo del mes de mayo, a María Santísima.
Ella nos protege.
Ella nos vela.
Ella nos lleva a Jesús.
Y que al mirarle, busquemos imitar sus virtudes.
Conociéndola, la imitaremos.
Imitándola, amaremos a Jesús por encima de todas las cosas, hasta dar la vida todos los días por Él.
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