¡Hola amig@s, saluditos desde nuestra común "Ventana abierta".
Cuéntase de un Santo -San Bernardo al parecer- que en una Iglesia llena de fieles entregados a sus oraciones, tuvo la visión que se va a referir.
A la vera de cada orante vio un Ángel que con mucha atención trazaba unas letras:
Unas las trazaba de oro.
Otras de plata.
Otras negras como la pez.
Y no faltaban los que lo hacían con agua para que nada se viese.
El Santo meditó sobre esta visión y le pareció haber descubierto al fin la escondida significación de las angélicas apariciones.
Creyó ver en las letras de oro que los Ángeles escribían, la mucha estima de Dios por las oraciones de los que rezaban atentos a lo que decían y encendidos de amor al Todopoderoso.
En las de plata, una consideración no tan crecida por los que lo hacían atendiendo sólo al sentir literal de las preces y con el corazón frío; si bien con alguna voluntad de honrar a Dios.
Las letras en negro eran la somera distinción que merecen los que sólo rezan por rezar, sin fijarse en lo que dicen, en lo que musitan entre dientes las oraciones de una manera mecánica.
Mientras al trazar letras con agua, significa el provecho nulo de los que acuden a la Iglesia para pasar el tiempo pensando en otras cosas, a lo mejor harto distantes de las eternas.
Es preciso rezar con fervor y recogimiento.
Dios recompensará y oirá nuestras oraciones según el fervor, tiento y amor que en ellas pongamos.
Procuremos ser fervorosos en nuestras preces, especialmente ante otras personas a las que edificaremos con nuestro proceder.
Fijémonos en Jesús, Él nos enseña a orar.
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