"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
VOSOTROS, ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?
13 Llegado Jesús a la
región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del hombre?»
14 Ellos dijeron: «Unos,
que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los
profetas.»
15 Díceles
él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»
16 Simón Pedro
contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»
17 Replicando Jesús le
dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha
revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo a mi vez te
digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella.
19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y, lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos. (Mt. 16, 13-19)
Jesús, les pone un reto a sus discípulos
para que manifiesten quién creen ellos que es ÉI. Primero, les pide
la opinión general sobre su identidad: unos
que Juan el Bautista, otros que Elías o Jeremías
o uno de los profetas o, “un profeta poderoso en obras y palabras”. Todo esto
muestra la ambigüedad de la opinión humana que, si no está iluminada por
el Espíritu Santo, fallan radicalmente en sus apreciaciones.
Pero Pedro, sintiéndose iluminado por
el Espíritu Santo le confiesa a Jesús el
primero: “Tú, eres el Mesías, el Hijo del Dios
vivo”. Confesión veraz de la que vivimos todos los fieles
de Jesús: Él, es el Hijo de Dios que tenía
que venir al mundo, según las Escrituras. Y ante
estas Palabras del Espíritu Santo en boca
de Pedro, Jesús, le confiesa a su vez
como Piedra sobre la que se asentará su Iglesia. Él,
es la Cabeza y todos los
fieles serán el Cuerpo de esta Iglesia.
Es muy importante la Palabra de
Jesús, sobre el poder de su Iglesia sobre todos los
poderes del mal que habitan en el mundo: “el poder del
infierno, no la derrotará”. Podrá haber infidelidades y pecados en
este Cuerpo de Cristo, pero en ÉI, está
asegurada su pureza y santidad. Allí donde el Maligno no podrá entrar
y hacer estragos en las almas de los hombres. Su infalibilidad, cuando Pedro les
hable a sus fieles de la fe y las costumbres, está asegurada: “lo que
ates en la tierra, quedará atado en el cielo”. Es decir, las
decisiones de la Iglesia sobre admisión o rechazo, perdón o
castigo, son reconocidas y válidas ante Dios.
¡Tremenda responsabilidad la del Papa y los
obispos, como sucesores de los apóstoles para cuidar, lo primero, su vida santa
o deficiente ante Dios pues, esta autoridad, les obliga a una fidelidad a
Cristo que, les mantiene en la humildad de un servicio que, siempre será por
amor! Al igual que Cristo que, se entregó del todo por amor a la
voluntad infalible del Padre. Sólo, en la adhesión
a Jesús y a su Palabra y, en la oración
continua al Espíritu Santo, podrán ejercer ese sagrado
ministerio que salva a sus hermanos y, lo primero a sí mismos.
Este Evangelio, nos está
urgiendo a los cristianos a orar insistentemente
a Dios para que los obispos y sacerdotes sean
santos, como Dios es Santo. La oración intensa de los fieles, protege
a los ministros de Dios de tantos peligros como acecha el mundo con
sus seducciones. Mientras haya un solo fiel que, interceda ante
el Padre con el Único intercesor, Jesús,
la Iglesia, se mantendrá fiel a Dios y a su voluntad porque
esta Iglesia, es la Esposa de Cristo y, Ella, es
santa con la santidad de su Cabeza que
es Jesús de Nazaret, el Mesías, el Hijo
de Dios.
“¡Seamos santos en Él porque, Nuestro Señor es Santo!” ¡Que así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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