"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
NO SON DEL MUNDO, PORQUE TAMPOCO YO SOY DEL MUNDO
11b Padre santo, cuida en tu
nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
12 Cuando estaba yo
con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por
ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se
cumpliera la Escritura.
13 Pero ahora voy a
ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría
colmada.
14 Yo les he dado tu
Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del
mundo.
15 No te pido que los
retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.
16 Ellos no son del
mundo, como yo no soy del mundo.
17 Santifícalos en la
verdad: tu Palabra es verdad.
18 Como tú me has
enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.
19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. (Jn. 17, 11b-19)
La oración
de Jesús al Padre, intercediendo por sus discípulos, es
infalible: hace lo que
dice. Jesús, en otra ocasión, les dijo: “os mando
como ovejas en medio de lobos”. El peligro de sus fieles a ser arrastrados por
el mundo, por la mundanidad y la frivolidad, es real. De aquí la
oración intensa de Jesús para que sean fuertes y fieles. Y
el escudo contra las seducciones es el don potente de su Palabra. Ella, en
boca de sus discípulos, son dardos que rompen el mal en bien.
Pero Jesús les habla
claro, porque su Palabra, en el mundo, hace odiar a los
fieles de Jesús que tendrán que sufrir la persecución y a veces hasta
la muerte por causa de Jesús. Porque Él es signo
de contradicción”: o a favor de ÉI, o en
contra. De aquí lo importante y necesaria que nos es la
oración de Jesús al Padre: “líbralos del Maligno, aunque
no los saques del mundo. Y también “que nos
guarde en su Nombre”. En los salmos se nos dice: “su Guardián no duerme.
No duerme ni reposa el Guardián de Israel”. ¡Su protección nos
está asegurada, pues su Palabra siempre se cumple porque es
la Verdad!
Y todo este desvelo en
la Trinidad, por nosotros, es para que seamos uno, como
las Tres Divinas Personas son Uno.
El Amor de Dios es el que da la unidad en
la Trinidad. Porque, en otro
momento, ruega Jesús que
el Padre les revista del Amor de su Espíritu Santo y
ello para que sean Uno en Él. La unidad de corazones y
voluntades es el mayor deseo de Jesús porque “la unidad hace la
fuerza” y “en esto conocerán todos que sois discípulos míos, en
que os amáis unos a otros” y os juntáis
todos, apretadamente, como una piña donde se estrellan los dardos
del Maligno, del mal.
Y es que, “nada nos podrá separar
del Amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús”, en su oración omnipotente ante el Padre. ¡Qué
alegre seguridad nos da en la vida el saber que tenemos un intercesor tan
poderoso! ¡Seamos agradecidos a este desvelo que tiene Jesús por
sus pequeñas ovejas, y por las más pobres y débiles más! ¡Quiere
Jesús que todos seamos santos como Dios es Santo y esto es posible porque Jesús
anda de por medio en esta, la más grande obra que Dios nos ha
regalado! ¡No se ha reservado nada
para Sí, porque nos ha entregado lo que ÉI más
ama: ¡su Hijo Querido! ¡Y es que, “el Padre, juzgó conveniente para
llevar muchos hijos a la gloria, consagrar con sufrimientos al Guía de su
salvación, por esto el Santificador y los santificados proceden todos del
mismo, ¡así no se desdeña de llamarnos hermanos!”.
¡Oh, qué extraña misericordia la de nuestro Dios, pues no lo hizo con sus hijos porque fuéramos santos, sino cuando todavía éramos pecadores! ¡Dios mío, que vivamos en una continua acción de gracias por tu Bondad tan inaudita! ¡Cómo nos amaste y cómo no amarte Dios mío! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!".
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