"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
JOSÉ, HIZO TODO LO QUE EL ÁNGEL LE HABÍA MANDADO
16 y Jacob engendró a José, el
esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo.
17 Así que el total de
las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde
David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la
deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
18 La generación de
Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y,
antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del
Espíritu Santo.
19 Su marido José,
como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en
secreto.
20 Así lo tenía
planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José,
hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en
ella es del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» (Mt. 1, 16- 21)
Ante la persona de José, uno se siente
como un párvulo en la escuela. Éste no sabe nada y se sienta en el
pupitre para que se lo muestren todo. Está ávido de
saber y su docilidad a las enseñanzas no viene de su propia virtud sino de este
afán por saber y profundizar que Dios ha puesto en su corazón.
Así, ante José, nos plantamos
silenciosos, bebiendo su propio silencio. Pero, este silencio
está lleno de contemplación: “guardaba todo y lo meditaba en su
corazón”, un silencio contemplativo, lleno
de Misterio y Amor, ante lo que Dios ha puesto en sus manos
para que lo custodie. El amor pregunta poco porque no
gusta de elucubrar, sino que su vida es reposar en
este Seno que es más divino que humano.
¡Enséñanos José, para que, a tu
lado, aprendamos a abrirnos a la Sabiduría de Dios que siempre será
misteriosa, como misteriosa fue María y
tú mismo! Allí, donde Dios se manifiesta, nos hace
sentirnos parvulitos en sus caminos y deseos.
José fue un hombre simple e
ignorante, según los saberes de este mundo, pero vivió en su corazón
toda la gracia que Dios quiso darle y fue un hombre sabio y prudente a los ojos
de Dios y ante el mundo. Leyendo en la Sagrada Escritura no aparece una
sola palabra de este santo. Si sabemos de él es por su actuar, por su gran
temor de Dios que busca en todo agradarle; y, cuando Dios se le
insinúa, cómo corre sin demora a cumplir su voluntad. Y eso
que lo que le dice el ángel de parte de Dios, es tan impensable
y subido que cualquiera se habría tomado tiempo para pensar el anuncio, con
su mandato de hacer lo contrario a lo que su prudencia justa había
planeado. Pero es que José es muy sencillo y pobre, y Dios se
complace en los que tienen un corazón de niño.
Esta vida de San José nos está invitando a una
imitación: tantas veces, ante lo que supera nuestra capacidad, opongamos
el silencio respetuoso, ante quien “sí sabe lo que dice, lo que
permite en mí o me manda”. “Dejar a Dios que sea Dios en mí”, para
que su plan de salvación se realice en nuestro corazón y en nuestro mundo y la
voluntad de Dios, como faro de Luz, dé vida a todas las
cosas. ¡Éste es su deseo!
Pero admiramos en José, sobre todo el
amor que tenía a María, respetando su silencio. Ni él le pidió
explicaciones, ni ella le habló para justificar su estado escandaloso. Se
limitaron a elevar sus ojos al cielo y esperar a que el Señor fuera
desvelando poco a poco lo que superaba su capacidad: “no pretendo
grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis
deseos como un niño en brazos de su madre”. Pero, ¡qué difícil se nos hace esta
invitación de José! Él, lo hacía sin violencia, con la
abundancia de la gracia de Dios, que benévolamente lo
envolvía. Nosotros es con mucha oración y súplica, para despertar en
nuestro corazón una confianza y abandono ilimitados. ¡Pero Dios nos los
quiere conceder, así que perseveremos en la plegaria humilde que deja
colgadas en Dios todas nuestras expectativas!
¡Qué ambos a dos, María y José, intercedan por nosotros para ser imitadores suyos como ellos lo fueron de Jesús, ¡su Hijo y su Señor! ¡Dios lo puede hacer en nosotros! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!
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