"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
VENID EN
POS DE MÍ, Y LO SIGUIERON
14 Después que
Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de
Dios:
15 « El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva. »
16 Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón
y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran
pescadores.
17 Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré
llegar a ser pescadores de hombres.»
18 Al instante, dejando las redes, le
siguieron.
19 Caminando un poco más adelante, vio a
Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca
arreglando las redes;
20 y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él. (Mc. 1, 14-20)
El mensaje de Jesús en Galilea, donde
comenzó su ministerio, es claro: al estar tan cerca el Reino de
Dios, todos los hombres que quieran entrar en él, han de convertirse y
creer la Palabra de Jesús. Porque, esta Palabra de Dios, no
es arbitraria, sí que es gratuita, pero sólo dará
fruto en aquellos corazones nobles y sencillos, a ejemplo de la Virgen
María que, antes de concebir a Jesús en su seno, lo acogió en su
mente y en su corazón. Es que, Dios se deja prender
tan sólo, donde encuentra un ser humilde y dócil que, no le
interroga a Dios con inútiles divagaciones.
La conversión a Dios, es
condición indispensable para que, nuestros oídos se abran a
la Palabra: es cambiar los criterios del mundo por la oferta del amor de
Dios que, nos llega a través de
la Persona de Jesús y de su Palabra poderosa. Hasta la
llegada de Jesús a la tierra, los discursos y sabiduría de los
hombres, conducentes a la vida eterna, eran inútiles y
vanos. Sólo Jesús, nos habla de “las cosas de lo
alto” porque Él, viene de “allá” y sabe bien todo lo
que dice: “vosotros sois de la tierra, Yo, no soy de la
tierra, Yo vengo del Cielo y todo lo que he oído a mi Padre, os
lo he dado a conocer”. Sus Palabras, son Palabra de Dios y
como traídas de lo alto, hemos de recibirlas con gratitud y
veneración.
Y comienza Jesús junto al mar de Galilea
a “echar sus redes” del amor y la llamada. Sabemos que, los
primeros discípulos, fueron cautivados desde el principio por la mirada y
la voz de Jesús. Y, en un pasaje más
adelante, los oímos decir: “¡Señor, ¿a quién vamos a
acudir?: Tú tienes palabras de vida eterna, por esto, creemos y sabemos
que, Tú, ¡eres el Santo consagrado por Dios!”. “Inmediatamente”, dice
el Evangelio que, “dejándolo todo, lo siguieron”. En
esto, nos trae a la memoria la prontitud con la que la Virgen
María acogió el mensaje de parte de Dios y se puso “aparte” para
que Él actuara en Ella como gustase. Y, su
diligencia, trajo al Verbo de Dios a nuestra tierra.
¿Es que, no hemos oído en nuestra
vida, en algún momento, su Voz que nos decía: “¡ven,
sígueme”; “deja eso que me aparta de ti”; “ven a Mí, para
ser consolado y llenado de mi gracia”? Y, tantas otras voces que, me
devolvían la esperanza o el amor perdido. Dios, siempre nos está
provocando para que, no sólo vivamos de Él, sino
con Él, porque Él, nos trae la Vida y la Paz.
¡Pidamos a estos seguidores tan rápidos que, ellos que, experimentaron en su vida lo que era “dejarlo todo”, nos ilustren y nos cuenten el gozo de este encuentro decisivo con Jesús! ¡Él, que lo hizo con ellos, así lo puede también hacer en nosotros! ¡Amén! ¡Amén!
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