"Ventana abierta"
LA ALEGRÍA
Web católico de Javier Olivares
Si se observa
cualquier reunión humana, es muy típico detectar que siempre hay una
personalidad más relevante que las demás, alrededor de la cual se centra la
atención. La atención la suele acaparar no el más sabio, ni el más inteligente,
sino la personalidad que más alegría irradia. El rostro sinceramente alegre
parece que produce un efecto imán en los jóvenes y en los niños. ¿Por qué?
La alegría genuina se caracteriza por tres rasgos: proviene
del interior, ilumina, y es sencilla. En el interior del ser humano es donde se
enfrenta la vida y se eligen las actitudes. Una vida llena de sentido es la que
contesta cada mañana a la pregunta ¿Vale la pena el día de hoy?, con un SÍ
entusiasta, porque responde pensando en alguien. El sentido de la vida se
descubre cuando se ve el rostro feliz de aquel a quien se ama.
Por ello la alegría proviene del interior, de la decisión
personal de donarse a alguien. Y todos los que alguna vez han hecho la prueba,
tienen que aceptar que el resultado es positivo. Hay mas alegría en dar que en
recibir. Hace seis años tuve la ocasión de conocer a una adolescente de 14 años
a quien detectaron leucemia. En una carta que me escribía desde Estados Unidos,
donde fue internada, decía: El hospital es un lugar muy bonito, todas las
paredes son blancas. Todo está muy limpio y es moderno. La habitación es
preciosa, llena de luz y desde la cama veo las nubes. Las enfermeras son todas
buenas y amables conmigo. He tenido mucha suerte con los médicos porque me lo
paso muy bien con ellos. En la planta donde estoy hay muchos niños, y a veces
podemos hablar, y eso es muy entretenido. El resto del tono de la carta era
semejante, pero... ¿desde cuando un hospital es un lugar muy bonito? ¿Cómo es
posible que le hiciera ilusión solamente ver pasar las nubes? ¿Por qué todo el
mundo era maravilloso para ella?
Volví a leer, unos años mas tarde, aquellas líneas, cuando
Alejandra, que así se llamaba, ya había fallecido, y aprendí entonces que quien
era maravillosa era ella, porque aunque murió pronto, aprendí la lección
fundamental de la vida: vivió hacia fuera, olvidada de sí, e irradió por donde
pasó la alegría que la envolvía. La tristeza, el negativismo y el egoísmo crean
ambientes oscuros. La alegría agranda el espacio e invita a aventurarse en la
esperanza. La alegría como la luz, no hace ruido, pero en su silencio
transforma la realidad.
Por último, la alegría viene siempre de la mano de la sencillez.
Nada de montajes artificiales, de simular posturas para aparentar más de lo que
uno es, ni de complicar las situaciones con novedades excéntricas. El espíritu
alegre lo es porque se conoce tal cual es, se acepta y no se compara con los
demás.
Su felicidad no proviene del tener más o menos, sino de una
decisión de querer ser, y valorarse a sí mismo por las decisiones que puede
tomar, como la de amar más y amar mejor. Quien vive desde la perspectiva del
amor descubre que la vida es muy sencilla.
El anhelo por alcanzar la alegría sigue escrito en el corazón
del hombre con signos indelebles, pero se nos invita a buscarla donde el
corazón no la puede encontrar: en el ambiente exterior, en la acumulación de
objetos materiales, en licores, en placeres de un momento.
La alegría es posible, y está al alcance de todos, pero recordemos, la alegría genuina viene del interior, ilumina serenamente y se acompaña de la sencillez.
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