"Ventana abierta"
Domingo 24. Ciclo A.
Feadulta
PERDONAR DE CORAZÓN
El domingo pasado, Jesús hablaba a sus
discípulos de la forma de corregirse fraternamente. Hoy aborda el tema del
perdón a nivel individual y personal, el que afecta a la inmensa mayoría de las personas.
Argumentos para perdonar (Eclesiástico
27,33-28,9)
La primera lectura está tomada del libro
del Eclesiástico, que es el único de todo el Antiguo Testamento cuyo autor
conocemos: Jesús ben Sira (siglo II a.C.). Un hombre culto y estudioso, que dedicó
gran parte de su vida a reflexionar sobre la recta relación con Dios y con el prójimo. En su obra trata
infinidad de temas, generalmente de forma concisa y proverbial, que no se
presta a una lectura precipitada. Eso ocurre con la de hoy a propósito del
rencor y el perdón.
El punto de partida es desconcertante. La
persona rencorosa y vengativa está generalmente convencida de llevar razón, de
que su rencor y su odio están justificados. Ben Sira le obliga a olvidarse del enemigo y pensar en sí mismo:
«Tú también eres pecador, te sientes pecador en muchos casos, y deseas que Dios
te perdone». Pero este perdón será imposible mientras no perdones la ofensa de
tu prójimo, le guardes rencor, no tengas compasión de él. Porque «del vengativo
se vengará el Señor».
Si lo anterior no basta para superar el
odio y el deseo de venganza, Ben Sira añade dos sugerencias: 1) piensa en el
momento de la muerte; ¿te gustaría llegar a él lleno de rencor o con la alegría
de haber perdonado? 2) recuerda los mandamientos y la alianza con el Señor, que
animan a no enojarse con el prójimo y a perdonarle. [En lenguaje cristiano: piensa en la enseñanza y el ejemplo de Jesús,
que mandó amar a los enemigos y murió perdonando a los que lo mataban.]
Pedro y Lamec
Lo que dice Ben Sira de forma densa se
puede enseñar de forma amena, a través de una historieta. Es lo que hace el
evangelio de Mateo en una parábola exclusiva suya (no se encuentra en Marcos ni
Lucas).
El relato empieza con una pregunta de
Pedro. Jesús ha dicho a los discípulos lo que deben hacer «cuando un hermano
peca» (domingo pasado). Pedro plantea la cuestión de forma más personal: «Si mi
hermano peca contra mí»,
«si mi hermano me ofende».
¿Qué se hace en este caso? Un patriarca anterior al diluvio, Lamec, tenía muy
clara la respuesta:
«Por un cardenal mataré a un hombre,
a un joven por una cicatriz.
Si la venganza de Caín valía por siete,
la de Lamec valdrá por setenta y siete» (Génesis 4,23-24).
Pedro sabe que Jesús no es como Lamec.
Pero imagina que el perdón tiene un límite, no se puede exagerar. Por eso,
dándoselas de generoso, pregunta: «¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta
siete veces?». Toma a Caín como modelo contrario:
si él se vengó siete veces, yo perdono siete veces.
Jesús le indica que debe tomar como
modelo contrario a Lamec:
si él se vengó setenta y siete veces, perdona tú setenta y siete veces. (La
traducción litúrgica, que es la más habitual, dice «setenta veces siete»; pero
el texto griego se puede traducir también por setenta y siete, como referencia
a Lamec). En cualquier hipótesis, el sentido es claro: no existe límite para el perdón, siempre hay que perdonar.
La parábola (Mt 18,21-35)
Para justificarlo propone la parábola de
los dos deudores. La historia está muy bien construida, con tres escenas: la
primera y tercera se desarrollan en la corte, en presencia del rey; la segunda,
en la calle.
1ª escena
(en la corte): el rey y un deudor. Se subraya: 1) La enormidad de la deuda;
diez mil talentos equivaldrían a 60 millones de denarios, equivalente a 60
millones de jornales. 2) Las duras consecuencias para el deudor, al que venden
con toda su familia y posesiones. 3) Su angustia y búsqueda de solución: ten
paciencia. 4) La bondad del monarca, que, en vez de esperar con paciencia, le
perdona toda la deuda.
2ª escena
(en la calle): está construida en fuerte contraste con la anterior. 1) Los
protagonistas son dos iguales, no un monarca y un súbdito. 2) La deuda, cien
denarios, es ridícula en comparación con los sesenta millones. 3) Mientras el
rey se limita a exigir, el acreedor se comporta con extrema dureza:
«agarrándolo, lo estrangulaba». 4) Cuando escucha la misma petición de
paciencia que él ha hecho al rey, en vez de perdonar a su compañero lo mete en
la cárcel.
3ª escena
(en la corte): los compañeros, el rey y el primer deudor. 1) La conducta del
deudor-acreedor escandaliza e indigna a sus compañeros, que lo denuncian al
rey. Este detalle, que puede pasar desapercibido, es muy importante: a veces,
cuando una persona se niega a perdonar, intentamos defenderla; sin embargo, sabiendo lo mucho que a esa persona
le ha perdonado Dios, no es tan fácil justificar su postura. 2) La frase
clave es: «¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve
compasión de ti?"
Con esto Jesús no sólo ofrece una
justificación teológica del perdón, sino también el camino que lo facilita. Si
consideramos la ofensa ajena como algo que se produce exclusivamente entre otro
y yo, siempre encontraré motivos para no perdonar. Pero si inserto esa ofensa
en el contexto más amplio de mis relaciones con Dios, de todo lo que le debemos
y Él nos ha perdonado, el perdón del prójimo brota como algo natural y
espontáneo. Si ni siquiera así se produce el perdón, habrá que recordar las
severas palabras finales de la parábola, muy interesantes porque indican
también en qué consiste perdonar setenta y siete veces: en perdonar de
corazón.
La diferencia entre la 1ª lectura y el
evangelio
Ben Sira enfoca el perdón como un
requisito esencial para ser perdonados por Dios. La parábola del evangelio nos
recuerda lo mucho que Dios nos ha perdonado, que debe ser el motivo para
perdonar a los demás.
De mi cosecha:
P. Leonardo
Poco. Estoy
impresionado del perdón de Dios en mi vida.
Y de mi falta de coherencia y
agradecimiento
¡Qué difícil me lo pones, Señor!
Si la semana pasada veía que yo disfruto
corrigiendo, criticando e incluso murmurando a traición y que me cuesta
renunciar a ese placer, ahora me lo pone más difícil…
Si no me ayudas..
Si no me dejas caer en la tentación… te lo agradeceré… y procuraré cambiar.
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