"Ventana abierta"
ÁNGELUS
Significado de las Invocaciones y Títulos Marianos
REINA DE LOS PROFETAS
Significado de las Invocaciones y Títulos Marianos
REINA DE LOS PROFETAS
El principal sentido que la Sagrada Escritura da al nombre de Profeta, es el de
persona enviada por Dios, la cual, por ilustración divina, conoce con la máxima
certeza y por divina inspiración predice cosas o sucesos futuros, que no se
pueden conocer por ningún medio humano. Solo Dios es el autor de las profecías.
María es llamada Reina de los Profetas por dos razones:
• Porque Ella fue mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos
la preanunciaron con palabras, figuras y símbolos.
• Porque Ella misma, dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo muchas
cosas futuras.
El objeto central y primario de las antiguas profecías es el Redentor
prometido: Jesucristo.
Todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá
la estrella de Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo,
el lugar y las circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las
humillaciones, dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de
la Iglesia.
Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la gran
Señora que le había de engendrar en su Seno Purísimo.
Todas las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan,
implícitamente de la Virgen y Madre: pero son muchas las que tratan
expresamente de Ella. Recordemos algunas de las principales:
• El primer profeta de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer
pecado, el pecado original, Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de
una mujer.
• Los Padres, unánimemente, y a ellos hacen eco todos los expositores, ven
expresada en la Mujer a María y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.
• En el Salmo 44, el Rey Profeta canta a la Virgen María que es Ella el objeto
de las complacencias del Rey, la Virgen admirable. En este Salmo mesiánico está
delineada la excelsa Madre del Redentor.
Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular privilegio de María de juntar
a un tiempo la divina maternidad con la más pura virginidad: "la Virgen
concebirá y dará a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios con
nosotros".
La Encarnación del Verbo es el fundamento de la fe cristiana. De la misma
manera que quiso Dios, después de la Encarnación de su Hijo, multiplicar las
pruebas de este misterio, así, antes del nacimiento prometido y esperado con
creciente deseo, quiso multiplicar las predicciones para disponer a la
humanidad al asentimiento de la fe.
La Iglesia invoca a María como Reina de los Profetas no sólo porque Ella fue
objeto de sus profecías, sino porque poseyó este don, en la forma más excelsa.
A Ella le fueron mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue
revelada la economía de la Encarnación, de la Redención, de la obra divina de
Cristo; aquello que los Profetas conocieron en fragmentos, María lo conoció
enteramente.
Si una sola hora de la presencia de Cristo encerrado en el seno materno bastó
para ungir al Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y una vida de
treinta y tres años, para hacer de María una singular Profetisa y la Reina de
los Profetas?
Después del glorioso mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de
Isabel, que la llama bendita entre todas las mujeres, porque el fruto bendito
de su vientre la había ensalzado tan extraordinariamente, María Santísima
responde entonando el cántico del MAGNIFICAT, en el cual, teniendo presente su
indignidad (respecto de Dios), proclama su altísima dignidad y su futura gloria
y todo lo atribuye a la bondad y al poder de Dios. En este himno inmortal la
Santísima Virgen se eleva a la cumbre de lo creado y con inspiración profética
canta la gloria de Dios y su propia grandeza.
¡Oh Virgen Madre de Dios! REINA DE LOS PROFETAS, alcánzanos la gracia de vivir la verdadera HUMILDAD, que es la base de todas las virtudes!"
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