"Ventana abierta"
Padre Ottorino
Hijos míos, no crean que han agradado al Señor
porque dicen sus oraciones, porque han ido a la misa. No, la oración no es algo
separado de la vida, sino algo que debe empaparnos, acompañándonos de lleno de
la mañana a la noche.
Puede suceder que un día no puedan ni decir las
oraciones. Pueden prescindir de determinadas prácticas de piedad, pero no de
rezar las veinticuatro horas del día, porque si se detiene el corazón, termina
todo, y si se detiene este contacto con Dios, ¡es un desastre!
Una forma de lograr este contacto con el Señor,
puede ser el hacer un hábito de ofrecer los sufrimientos al Señor. He
encontrado esta manera de mantenerme siempre unido al Señor. Alguien podría
encontrar otra, no importa cuál. Empecé temprano, siendo niño: Si algo me
pasaba, por ejemplo un cuatro en la escuela, un frase griega que no lograba
traducir, decía: “Bueno, Señor, sea todo para ti y para los hermanos, de lo
contrario son problemas”, y comenzaba de nuevo. A veces, al principio, sucedía,
que al hacer el examen de conciencia, encontraba que durante el día había
perdido la oportunidad de ofrecer el sufrimiento al Señor y ni siquiera había
ofrecido uno y, entonces los ofrecía por la noche.
Si comienzas de a poco a hacer tu oferta por la
noche, después de siete u ocho meses, en un momento dado, te acuerdas al menos
una vez al día, y también por la noche. Hasta que, lentamente, al final cuando
te pase cualquier cosa, eres capaz de ofrecerle al Señor. Ahora bien, debiendo
ofrecer con frecuencia al Señor lo que te cuesta, cuando estás con él te
detienes un poco y también hablas con Él.
En un momento determinado llegas a establecer una serie de contactos con Él, porque cruces las hay continuamente. Este contacto con Dios les llevará despacito a respirar a Dios. Hermanos míos, nosotros valemos por cuanto sabemos sufrir y orar, o sea porque sabemos sufrir por amor a Dios y sabemos mantenernos en contacto con Dios.
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