"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA VIGÉSIMA SEMANA DEL T.O. (2)
Les gustan los primeros puestos en los
banquetes y los asientos de honor en las sinagogas…
El relato evangélico correspondiente a la
liturgia de hoy es el preámbulo de las “siete maldiciones” que Jesús lanza
contra los escribas y fariseos, recogidas en el capítulo 23 de Mateo. El pasaje
nos muestra a Jesús hablando a un público numeroso (“habló a la gente y a sus
discípulos”) denunciando los excesos de estos personajes que habían usurpado la
“cátedra de Moisés”, que por derecho le correspondía a los sacerdotes, quienes
eran los llamados por la ley de Moisés a interpretar las escrituras.
Dos cosas critica Jesús a los escribas y
fariseos. En primer lugar, que habían interpretado la ley de Moisés de tal
manera que habían establecido una serie de preceptos que habían convertido los
diez mandamientos originales en 613 preceptos (la llamada Mitzvá), que constituían una verdadera camisa de
fuerza para el pueblo, “fardos pesados e insoportables [que le] cargan a la
gente en los hombros, pero [que] ellos (los escribas y fariseos) no están
dispuestos a mover un dedo para empujar”. Una carga creada por mentes humanas,
no por Dios; carga que contrasta grandemente con el “yugo suave y la carga
ligera” (Mt 11,30) propuesta por Jesús.
En segundo lugar, Jesús critica el protagonismo
y elitismo, y el deseo de reconocimiento que habían desarrollado los escribas y
fariseos, quienes pretendían ocupar siempre los primeros puestos en todo, y
exigían que se les rindiera pleitesía (¡cuántos de esos vemos a diario!). Por
eso Jesús advierte a los que le escuchan que hagan y cumplan lo que les digan
los escribas y fariseos, pero que no hagan lo que ellos hacen, “porque ellos no
hacen lo que dicen”. Esa actitud es la que llevará a Jesús a referirse a ellos
más adelante como “sepulcros blanqueados” (Mt 23,27); actitud que contrasta con
el mensaje de humildad, sencillez y pobreza apostólica recogido en las
Bienaventuranzas (Mt 5), y con su aseveración de que “si alguno de ustedes
quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos”, porque
“el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir” (Mt 20,27-28).
El mensaje de Jesús es claro, pero sobre todo
consistente. Y lo que le da sentido, el “pegamento” que le da esa consistencia,
es el Amor. El Amor abundante e incondicional que Él nos profesa, y que
nosotros venimos llamados a “derramar” con la misma abundancia sobre nuestro
prójimo, sobre nuestros hermanos; el mismo Amor que llevó a Jesús a lavar los
pies de sus discípulos (Jn 13,12-15).
Cuando nos decidamos servir al Señor,
asegurémonos de ser humildes y misericordiosos con todo el que se nos acerque,
y pidámosle al Señor nos libre de caer en la tentación del orgullo o la
ostentación que nos impida ser verdaderos servidores de nuestro prójimo como lo
hizo el Maestro. “El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Más claro no
puede ser el mensaje.
En este fin de semana que comienza, recordemos que el Padre nos espera con la mesa dispuesta para que nos sentemos junto a Él a disfrutar del banquete de la Palabra y la Eucaristía. ¡Anda, anímate!
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