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miércoles, 1 de junio de 2022

RINCÓN PARA ORAR. "SANTIFÍCALOS EN TU PALABRA". Miércoles de la Séptima Semana de Pascua, 1 - Junio - 2022

 "Ventana abierta"

RINCÓN PARA ORAR

SOR MATILDE


SANTIFÍCALOS EN TU PALABRA


Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.

12 Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.

13 Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.

14 Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.

15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.

16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.

17 Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.

18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.

19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. (Jn. 17, 11b-19)

Antes de la hora suprema, Jesús, ora al Padre, su Padre. Y le pide por sus apóstoles que, como una coraza, los guarde y custodie, como el mismo Jesús hizo cuando los fue recibiendo, aquellos que el Padre le dio... ¿Y cuál es ese escudo?: pues su Nombre, “el Nombre que está sobre todo nombre”, el Único que es Santo, todo poder y gloria por los siglos de los siglos...

¿Cómo no van a estar sus fieles amparados y al resguardo, cuando es Él, el que, en el momento de existir, comenzó su tarea de protegerlos de todo mal?... Y el legado que les dio no pudo ser otro que “la unidad”. La misma que reina inefablemente en el Seno Trinitario: Dios uno, en tres Personas distintas. Así, muchos fieles discípulos, en la unidad del Nombre de Dios...

¿Que esto es imposible a nuestra fragilidad?: ¡Claro, de aquí que la fuerza de Cristo nos proteja y somos invencibles, sólo en Él!... Sabemos que el mundo, del que habla Jesús, es el lugar de la lucha, y este mundo está en poder del Maligno, por eso persigue enconadamente a los que han creído en su Palabra que sólo puede dar Vida. El Demonio, en cambio, sólo puede dividir, crear muerte, producir odio en los corazones.¡De todas estas miasmas nos libera Jesús por el poder de Su Santidad y por la intercesión, ante el Padre, de su Sangre Preciosa derramada con tanto amor!...

¡Oh Jesús, haznos ciudadanos del Cielo, por vivir siempre clavados los ojos en Ti, nuestro Redentor, que ha pagado sobradamente por nuestros pecados!... Tú, nuestro Médico divino, que sanas nuestras heridas por el ardor de tu Sangre; Tú, nuestro Maestro, que no te cansas, con tu Espíritu Santo, de recordarnos tu Palabra viva, una y otra vez repetida y profundizada, cada vez más, en nuestros corazones... Y cuanto más la meditamos e interiorizamos siempre es nueva, porque esconde en su seno tesoros de sabiduría y gracia: es Dios mismo entregándonos, sin medida, Vida sobrenatural, Vida Divina. Por esto, orar tu Palabra nos va santificando, porque sólo deseas esto de nosotros: “ser santificados en tu Palabra, que es la verdad”.

¡Que el tedio y la rutina de la vida que, yo sé me llegará, no se apodere de mi espíritu para hacerme ciego y sordo a tantos mensajes de gracia y salvación que me envías a lo largo de cada día!... Sé que no pides de nosotros que ya seamos santos, sino que te miremos insistentemente a Ti, el Santo, porque “el que se pega a un espíritu, se hace uno con él”. Y si nos pegamos aTi, Palabra eterna del Padre, Tú, nos unes a Ti, que eres nuestra Cabeza. Y Cabeza y Cuerpo forman ese hombre nuevo, donde Tú habitas con el Padre: “El que me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”…

¡Ven ya, Señor Jesús, con tu Espíritu Santo y con el Padre!... ¡No tardes más! ¡Amén, Amen!...

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