"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA
La primera lectura de hoy (Gn 17,3-9) nos presenta la alianza que Yahvé
Dios pacta con Abraham. Una alianza que por sus propios términos iba a ser
perpetua. Una alianza que se trasmitiría por la carne (por herencia), por eso
Dios utiliza un signo carnal para sellar la misma: la circuncisión. Dios le
cambia el nombre a Abrán para significar su cambio de misión, y le llama
Abraham, que quiere decir padre de muchedumbre de pueblos (Ab =
padre, y ham = muchedumbre). Pero más
allá de la herencia carnal, Abraham se convierte en “padre de la fe” para todos
los que creen en las promesas de Dios.
En la lectura evangélica (Jn 8,51-59), Jesús alude a esa genealogía que
comienza con Abraham: “Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi
día; lo vio, y se llenó de alegría”.
En ocasiones anteriores hemos señalado que Juan resalta la divinidad de
Jesús, ya que el objetivo principal de su evangelio es combatir una herejía
(los “ebionistas”) que negaba la divinidad de Jesucristo (Cfr. Jn 20,30-31).
De ahí que cuando Él aludió a Abraham de esa manera los judíos le dijeron: “No
tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?” A lo que Jesús
respondió: “En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo
soy”. Jesús está diciendo que Él “es” antes de Abraham y “es”
ahora, es eterno, por lo tanto es Dios. “Al principio existía la Palabra, y la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). De igual modo fue
presentado por Juan el Bautista: “A él me refería, cuando dije: Después de mí
viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo” (Jn 1,30).
Pero Jesús va más allá: “En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi
palabra no verá la muerte para siempre”. Eso resultaba inaceptable para los
judíos que le escuchaban, quienes lo tildaron de endemoniado, diciéndole: “¿y
tú dices: ‘Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre?’ ¿Eres tú
más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por
quién te tienes?”
La actuación de Jesús sigue incomodando cada vez más al poder
político-religioso de su época. El complot para eliminarlo se acrecienta. El
cerco sigue cerrándose, pero todavía no ha llegado su hora. “Entonces cogieron
piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo”.
La liturgia continúa acercándonos al Misterio Pascual de Jesús. Ya pasado
mañana es la víspera del domingo de ramos. Ayer nos decía que en Él
encontraríamos la Verdad y que esa Verdad nos haría libres. Hoy ha añadido:
“quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre”. Es decir, que además
de ser libres, tendremos vida en plenitud, y vida eterna.
El llamado a la conversión está vigente. Todavía estamos a tiempo. Si creemos en Él y “le creemos” (tenemos fe), tendremos Vida. Anda, ¡atrévete! El sacramento de la reconciliación está a nuestro alcance. ¿Y sabes qué? Él te está esperando para darte el abrazo más tierno y cálido que hayas sentido. Entonces comprenderás…
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