"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SEGUNDO DOMINGO DEL T.O. (c)
Mi esposa y yo renovando votos matrimoniales en Caná de Galilea, en el
lugar que se celebraron las bodas de Caná. Jesús escogió la celebración de un
matrimonio para realizar su primer milagro.
“Porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra
tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te
construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu
Dios contigo”. Así termina la primera lectura de hoy, tomada del libro del
profeta Isaías (62,1-5). Encontramos en este pasaje esa imagen que permea todo
el Antiguo Testamento y nos presenta la relación entre Dios y su Pueblo, entre
Dios y nosotros, como la que existe entre el marido y la mujer. Ese amor que es
una mezcla perfecta del amor que llamamos “eros” y el amor “agapé” (Cfr. Encíclica Deus caritas est del papa emérito Benedicto XVI); ese amor
que quiere poseer y a la vez entregarse, que quiere la intimidad, pero está
dispuesto a sacrificarlo todo, hasta la misma intimidad, por el bien del ser
amado.
Sí, así nos ama Dios a nosotros, a ti y a mí;
¡con pasión, con locura! “Y este, igual que un esposo que sale de su alcoba, se
alegra como un atleta al recorrer su camino…” (Sal 19,6). Así se siente
Dios después de un momento de intimidad con nosotros. Nos ama hasta el punto
que nos envió a su único Hijo para que se inmolara por nuestra salvación, por
nuestro bien, por nuestra felicidad eterna. Y todo por amor…
Y es en ese mismo ambiente de bodas que Jesús
comienza su vida pública, su primer “signo” (Juan llama “signos” a los milagros
de Jesús), como vemos en la lectura evangélica que nos presenta la liturgia
para este segundo domingo del Tiempo durante el año (Jn 2,1-11), el pasaje de
las bodas de Caná. Y allí, junto a Él, propiciando ese milagro, estaba su madre
María, nuestra Madre. Llegada la plenitud de los tiempos (Cfr. Gál 4,4), Dios nos envió a su Hijo, el “vino
nuevo”, el mejor vino reservado por el “novio” para lo último: “Y entonces (el
mayordomo) llamó al novio y le dijo: ‘Todo el mundo pone primero el vino bueno
y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno
hasta ahora’”. Los novios comenzaban una nueva vida. Así Jesús nos ofrece una
nueva vida, la vida eterna.
Y su madre María nos da la fórmula para poder
disfrutar de ese vino nuevo: “Hagan lo que él diga”. Si escuchamos su Palabra y
la ponemos en práctica (Cfr.
Lc 11,28), podremos sentirnos amados por Dios como la novia en su noche de
bodas…
“Oh Dios, siempre fiel y lleno de amor: Tu Hijo
Jesús compartió con gente ordinaria la alegría de una boda, en Caná. Prepara la
mesa para nosotros y escáncianos el vino sabroso de tu alianza, atráenos más
cerca hacia ti y envíanos a acercarnos más a los hermanos. Caldea nuestros
corazones con tu mismo amor. Haz que nuestras vidas se conviertan en fiesta,
canto sin fin de alegría y alabanza dirigido a ti, nuestro Dios vivo, por medio
de Jesucristo nuestro Señor” (Oración colecta).
No hay comentarios:
Publicar un comentario