"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA SEGUNDA
SEMANA DE ADVIENTO
“Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si
una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la
perdida?”
La primera lectura que nos ofrece la liturgia
para hoy, tomada del profeta Isaías (40,1-11), nos brinda el pasaje citado por
Jesús en el Evangelio que leíamos este segundo domingo de Adviento (Lc 3,1-6):
“Una voz grita: ‘En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la
estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y
colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se
revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado
la boca del Señor’”. Es un anuncio de los tiempos mesiánicos unido a un llamado
a la preparación para esos tiempos en que el Señor ha de llegar para liberar a
su pueblo; preparación que en términos nuestros implica un proceso de
conversión que allane el camino para que Dios pueda llegar a nuestros
corazones.
Concluye el pasaje haciendo uso de la imagen
que vemos a menudo en el Antiguo Testamento de Dios como “pastor” y su pueblo
como “rebaño”: “Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma
en brazos los corderos y hace recostar a las madres”. Así ha de venir el Mesías
esperado, como un pastor que cuida de sus ovejas. Y esa imagen del pastor que
reúne a su rebaño y “toma en brazos los corderos y hace recostar las madres”,
nos presenta el buen pastor que se preocupa por sus ovejas, las reúne y las
cuida.
La lectura evangélica de hoy (Mt 18,12-14) nos
presenta la parábola del pastor que tiene cien ovejas, una se le pierde, y deja
las noventa y nueve que le quedan para ir en busca de la que se extravió. Jesús
está familiarizado con la vida pastoril, sabe que una oveja sola está
indefensa, no puede sobrevivir. Nos dice que el Padre que está en los cielos es
como el buen pastor de la parábola, no deja de preocuparse por ninguna de sus
ovejas, aunque se aleje. Cuando un alma de aleja de Él, no puede mantenerse
indiferente. Esta parábola nos presenta a un Dios que no quiere que nos
perdamos, que viene a nuestro encuentro. Y cuando nos encuentra se alegra más
por habernos encontrado que por aquellas que ya estaban en el redil. Y ese día
habrá fiesta en la casa del Padre “porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a
la vida, estaba perdido y fue encontrado” (Lc 15,24).
Nos está diciendo que a Él no le importa la
razón por la cual nos hayamos alejado; tan solo quiere que regresemos a su
lado. Él nos está buscando, se hace cercano a nosotros. La misericordia de
Dios, ese misterio de la actitud de Dios ante el pecado del hombre. Él quiere a
todas sus ovejas, pero se siente especialmente alegre cuando encuentra una que
estaba perdida; y estoy seguro que sonreirá cada vez que la vea junto a las
demás ovejas de su rebaño.
Habíamos dicho que la palabra clave en esta
segunda semana de Adviento es “conversión”; conversión que nos permitirá
“preparar el camino” para que Dios, Buen Pastor, venga a nuestro encuentro, y
podamos recibirlo en nuestros corazones.
¡Ven a mi encuentro, Señor, haz morada en mi
corazón, y no permitas que me aleje de Ti!
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